☪- Capítulo 10.

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CAPÍTULO DIEZ

Había pasado una semana. Una odiosa semana de pesadillas, de noches sudorosas y de gritos a las tres de la madrugada. ¿Lo peor? Eran gritos, sí, pero solo yo los oía. Era como si estuviera volviéndome loca a estas alturas.

Les conté a mis padres y avisé a Nathan y Lindsay para que tuvieran cuidado antes de irse. Lo único que me dijeron era que debía ser algún tipo de vínculo, que pronto desaparecería etc, pero yo seguía igual...

Era sábado, me levanté ojerosa como siempre. Eran las once de la mañana. Mis ánimos tan graciosos de siempre estaban por los suelos. Me vestí con una chaqueta verde, unos vaqueros blancos y unas Vans negras y me recogí el pelo en un moño desordenado. Pasé de maquillarme, simplemente bajé al salón.

-Riley. ¿Cómo estás hoy, cielo? -preguntó mi madre corriendo a servirme un plato de tortitas.

-Como la mierda -contesté con una sonrisa cansada-. Esto me está pasando factura, no sé si será un vínculo como decís, ¡pero se está pasando de castaño a oscuro! -Me alteré mientras daba un golpe a la mesa y derramaba la leche. La recogí con agilidad antes de que cayera mucha- Joder.

-Tienes que calmarte, hija -Trató de tranquilizarme apoyando una mano en mi hombro y recogiendo la leche de la mesa con papel de cocina.

-No, no tengo que calmarme, tengo que terminar con esto -gruñí terminando de comer. Me levanté y salí de casa sin siquiera despedirme.

Había estado varias semanas investigando sobre ese cuento o leyenda que tanto contaban, sobre la muerte de mi tía. Sabía donde estaba el manicomio en el que el hombre que la mató se encontraba, así que no dudé en dirigirme hacia allí.

Una vez dentro, busqué la celda 421, que es donde estaba el hombre. Y en efecto, era él. Su rostro era casi idéntico, calvo, lo único que lo diferenciaba era que había perdido todo rastro de cordura y había envejecido.

-Usted mató a mi tía -dije mirándole. Él levantó la mirada y sonrió.

- ¿Quién eres?

-Riley. Y usted mató a mi tía, ¡y por su maldita culpa no puedo vivir en paz! -grité apoyando mis manos en los barrotes y acercando mi cara. Noté mis ojos tornarse amarillos.

-Ya entiendo -sonrió con burla-. Tu tía era la loba esa por la que estoy aquí encerrado.

- ¿Sabes algo de ella?

-Era negra -dijo lo obvio. Rodé los ojos y me senté en una silla, incitándole a hablar-. Bueno, la verdad que no puedo contarte mucho, es obvio que solo la disparé y ya. No tenía ni idea de quién era. Solo puedo decirte, con total seguridad, que yo no la maté.

-Pero si la disparó con una bala de plata -Rodé los ojos. Ni que fuera idiota.

-Sí, pero cuando regresé al lugar para demostrar que ella era un lobo, la bala de plata estaba fuera. Así que no pudo matarla.

- ¿Qué? -dije con la voz entrecortada. No podía ser- Pero si usted no la mató... ¿quién lo hizo?

El hombre se encogió de hombros y me entregó una sonrisa burlona, como si disfrutara de mi confusión.

-Eso tendrás que adivinarlo tú. Por algo estáis vinculadas.

- ¿Qué? ¿Vinculadas? ¿Qué sabe de eso? -Me sorprendí.

-Es obvio que, por tu aspecto y tus palabras nada más verme, estás vinculada a ella. Estás vinculada a una muerta, que sigue vagando por aquí sin poder siquiera morir en paz porque murió de forma trágica e injusta, y hasta que tú no desveles la verdadera causa de su muerte, ella no podrá irse en paz. Esa es tu misión -Sonrió con lástima. Era obvio que no le deseaba eso a nadie...

- ¿Pero por qué yo?

-Porque tenéis el mismo color, yo que sé. ¡No soy adivino! Pero por cosas así de tontas puede crearse un vínculo.

-Ya... -dije, levantándome. Estaba atónita. Esto no podía ser cierto. Yo, una adolescente, ¿tenía que descubrir la verdadera causa de la muerte de una tía a la que ni siquiera conocía? ¡Eso era una locura!

Volví a casa aún más confusa de lo que me había ido. No podía creerme nada de lo que estaba pasando.

- ¡Riley! -gritó Lindsay abrazándome nada más entré- Tu madre nos dijo que estabas mal -Hizo puchero-. ¿Estás mejor? ¿De dónde vienes que traes esa cara?

Decidí que lo mejor sería ocultar toda la nueva información que había recibido, así que solo puse una sonrisa falsa y asentí.

-Estoy mejor, tranquila. Solo una mala semana -suspiré.


Me tumbé en la cama rezando por poder dormir de una vez. Mi cuerpo no daba a más. Shallow, mi perro, estaba conmigo tumbado. Le abracé, besé su cabeza y cerré los ojos.

Noté su movimiento inquieto. Abrí los ojos, no habían pasado ni cinco minutos, pero mi perro miraba a una esquina de mi cuarto de forma nerviosa... como si estuviera viendo algo.

¡Por Dios no! Cerré los ojos con fuerza.

Tengo que dormirme pensé, si me duermo no pasará nada...

Pero sentí que mi perro gruñía y tuve que abrir los ojos por narices. Y cuando vi a una mujer desnuda ahí, en el rincón más recóndito de mi cuarto, aguanté un grito.

-Riley -mencionó mi nombre en un susurro tranquilizador... que no me tranquilizó para nada, vaya. ¡Estaba viendo un fantasma, mierda!

- ¿Quién eres? ¿Qué quieres? ¡Vete! -pedí en un susurro a punto de llorar.

-Soy tu tía, Gia... no me temas. No te haré daño.

- ¡Estás muerta! -grité.

-Lo sé, escúchame, estás vinculada a mí, necesito que desveles mi muerte, que descubras quién me mató de verdad. Entonces podrás dejar de sentirte atormentada, yo podré dejar de vagar por este mundo sin propósito y encontrar la paz... y quien me mató pagará.

- ¿Y por qué no me lo dices tú directamente? ¿No es más fácil? -gruñí aún asustada.

-Riley cálmate, tus ojos... -susurró-. No puedo decírtelo porque no lo recuerdo. No recuerdo nada de nada. Y tú al estar vinculada a mí puedes descubrirlo, puedes ver lo ocurrido en sueños, solo tienes que esforzarte... y querer ayudarme.

- ¿Y qué se supone que haga? ¿¡Por dónde empiezo!? -chillé notando las lágrimas deslizar por mis mejillas. Toda la situación me estaba superando, quiero decir, ¡tenía que ayudar a mi tía muerta a encontrar la paz! ¡Estaba vinculada a una muerta! ¡Estaba viendo una muerta, por el amor de Dios!

-No me queda más tiempo cielo... -susurró-. Pero empieza por Lucas.

En eso, un viento frío pasó por mi lado y ella ya no estaba. Lo primero que hice, el primer impulso que me dio, fue chillar. Chillé y lloré. Mis padres y mi hermano vinieron corriendo, pero les dije que fue una simple pesadilla. No quería que pensaran que estaba loca y me metieran a un manicomio como al otro hombre.

Bien, así que mi tío Lucas era por donde tenía que empezar...

Sabía que estaba en la ciudad, pero la pregunta era, ¿dónde?


HAZEL. [W#2] DESCONTINUADADonde viven las historias. Descúbrelo ahora