EPÍLOGO

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El bosque esa noche tenía un tono oscuro que llenaba el ambiente de misterio, aunque los ojos de Adam lo adornaban con un trémulo color carmesí lleno de pasión y el turquesa Dean desprendía un profundo amor lleno de inocencia.

Ese bosque ya lo habían recorrido una y mil veces y aunque era muy diferente de aquel que había en Brokeback , hacía que Dean se sintiese en casa de nuevo, aunque las luces de la gran ciudad, que se elevaban sobre el cielo nocturno como estrellas de neón, indicaban que se hallaba muy, muy lejo de Brokeback.

Hacía doscientos veintitrés años que Dean no había estado en su lugar de origen, puesto que ahora su hogar era otro.

Un hogar, un dulce hogar, sería cualquier sitio siempre que Adam estuviera cerca. Aunque la verdad es que la casa que ambos habían comprado, algo vieja y alejada del resto de la ruidosa y transitada ciudad, no les tenía muy contentos.

Se podía decir que era una casa con personalidad, quizás demasiada. O que no estaban solos completamente. Bueno, el caso es que aquello había alcanzado unos límites de rareza que Dean jamás se llegó a imaginar, pero tras todo lo que había vivido, en el fondo no le sorprendía tanto.

Andando bajo el manto de los árboles, Dean creía que no había nada mejor que pasear tomado de la mano de su novio, el vampiro gruñón.

- ¿Qué miras?- preguntó Dean risueño al sentir la penetrante mirada de Adam sobre él sin descanso.

- Al tonto más adorable del mundo- le respondió el otro consiguiendo que el humano frunciese el ceño disimulando que su comentario le había enternecido.

El vampiro tomó al menor entre sus brazos con rapidez y de un salto lo alzó hasta una rama camuflada por el follaje de un árbol para esquivar el foco intenso de la luz de una linterna.

El vigilante que alumbraba aquella zona se rascó la nuca confuso, juraría que había oído voces. Tras eso se marchó a inspeccionar la zona en busca de jóvenes revoltosos o borrachos que hubiesen entrado en el bosque aún sabiendo que de noche estaba prohibido.

Dean estalló en carcajadas una vez aquel hombre se marchó y Adam hizo lo mismo.

- ¿Has visto la cara que se le ha quedado? ¡Casi nos pilla!

Adam escuchó los pasos del hombre acercarse, debía haber oído las risas de su novio, así que lo besó para callarlo.

Bajo ellos la oscuridad del suelo y los negros troncos de los árboles se disiparon ante la iluminación artificial y el hombre entrecerró los ojos, agudizando la vista sin encontrar a nadie.

Dean, estando sentado sobre Adam, dejó que el vampiro lo callase con tranquilidad, tomándolo del cuello para acercárselo y comiéndole la boca con sus dulces besos y mordiscos.

Los labios de Dean sabían dulces por el batido de fresa y canela que Adam le había comprado esa noche y los de Adam eran fríos y sabían igual por los besos anteriores en los que habían compartido sus salivas.

Dean posó sus manos en el pecho del vampiro y lo sintió, duro, frío e imponente, mientras su vampiro pasaba sus manos de los hombros del chico a sus caderas y más tarde a su trasero, notando el cálido, pequeño y frágil cuerpo que gimoteaba por la forma en la que movía la lengua educando a la del menor.

- Ahora si que casi nos pilla- dijo Adam riendo una vez la oscuridad retornó y sus manos pasaron a sostener la cara del chiquillo para acercarlo de nuevo y presionar sus gruesos labios contra los finos y rosados del menor.

- Deberías tener más cuidado, ya van cinco veces esta semana. Al final acabará dejando el trabajo- rió Dean mientras se asomaba para comprobar de nuevo que estaban solos.

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