SEIS

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—Es increíble tenerte de vuelta en casa, Yuri Plisetsky.

Victor lo observaba expectante sacando la cabeza por la ventana que ya no tenía vidrio, como si los hubiera estado esperando desde que se habían marchado. El sonido del motor de la moto que conducía Otabek se detuvo con parsimonia, mientras que el ruso menor se quitaba el casco de la cabeza con la misma lentitud apartando sus manos del torso del DJ.

—Ah, y estas no son horas de llegar. Le diré a tu abuelo —Con estas palabras saliendo de su boca, el platinado desapareció tras la cortina, que era lo único que tapaba la ventana en la ausencia de la ventana que Yuri había roto. Yuri miró a Otabek encogiéndose de hombros.

—¿Y ahora qué?

Otabek sonrió. Yuri aun mantenía sus facciones tan delicadas y piel tan tersa que le recordaban a un pequeño muñeco. Sin expresión facial marcada, piel virgen y angelical aspecto. Sus rodillas temblaban con los rastros del nervio que enseñar su canción al ruso le había producido y dudó antes de bajar de la moto. Aun así, con pasos temblorosos, se deslizó fuera de la moto siendo guiado por la silueta del rubio en la oscuridad.

—Ambos sabemos que... —Otabek se pasó una mano por su oscuro cabello mientras suspiraba, cansado y aun afectado por el jet lag—... ahora puedes confiar en mí.

Los ojos de Yuri se abrieron rápidamente. El color subió a sus mejillas y lo único que le salvó por un momento fue la penumbra del alumbrado público de la calle.

"Has ido muy rápido", pensó el pelinegro. Sin embargo una extraña sensación dentro suyo le hacía negar aquella afirmación, estremeciendo su cuerpo. Sentía como si hubiera visto a Yuri mucho antes, sin embargo apartó aquella sensación con un manotazo interior.

Las hojas de los arbustos sin podar de la casa en la que ahora Mila habitaba sola se movían al compás de una música inexistente y un viento feroz. Yuri se puso la capucha, reflejando el miedo que tenía de entrar a aquella casa con la pelirroja quizá aun echando humos por las orejas por culpa suya.

Mila me matará —Susurró antes de girar la manija de la puerta. Del porche colgaban unas tiritas de conchas marinas que se golpeaban las unas contra las otras, enmanando sonidos de viento. Otabek no dijo nada en respuesta, concentrándose en los mechones rubios que se escapaban de la capucha de Yuri. La puerta se abrió y no se escuchaba nada dentro de la casa, exceptuando el sonido de la lavadora emitiendo pitidos para avisar que la ropa ya estaba lista.

La sala de estar estaba oscura y el pasillo también. Parecía una auténtica película de terror, y si Yuri hubiera sido un gato —tampoco estaba lejos de serlo— su cola se hubiera erizado y sus pelaje se hubiera puesto en punta. La oscuridad le aterraba, a pesar de ser un auténtico gato encarnado en el cuerpo de un joven con aspecto de chica.

Un ruido se escuchó proviniente de la cocina, como si algo se hubiera caído, haciendo a Yuri saltar y aferrarse al brazo de Otabek, quién estaba a punto de estallar de la risa. La luz de la sala de estar se encendió, cegando la vista de ambos quienes su vista ya se había acostumbrado a la oscuridad.

—¡Otabek! —Gritó una voz que Yuri había estado dejando en el olvido por culpa de no haberla escuchado en casi una semana. Un joven con aspecto dr cansancio apareció en el umbral de la puerta de la cocina con un delantal rosa atado a la cintura y lentes manchados de harina. Se acercó a ambos y envolvió al kazajo en un abrazo lleno de harina—. Me alegra mucho de que hayas venido.

DJ OTABEK ¡! (OtaYuri)Where stories live. Discover now