DOCE

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OTABEK ALTIN

Otabek frunció el ceño. No le gustaban —tampoco le desagradaban— los días nublados. De hecho, había comenzado a acostumbrarse a ello. No le parecía una mala idea el hecho de ver el cielo siempre de un color gris, aburrido, pero a la vez reconfortante. El saber que el producto de esas grandes nubes sería un enorme aguacero tampoco le desagradaba tanto. Simplemente, no era su clima preferido.

Hubo un tiempo en el que lo único que veía era un cielo despejado y claro. Un azul precioso, que permanecía en el cielo durante largas horas de la mañana y la tarde. Un azul que le inspiraba confianza, pero sobre todo, le inspiraba a felicidad. A emoción. Le daban ganas de crecer.

Sin embargo, los tiempos han cambiado. Él ya no era un niño —tampoco un adulto—, pero aun así su corazón deseaba con todas sus ganas sentir nuevamente la sensación de nerviosismo y de felicidad que los días felices le causaban. Quería sentir las ganas de crecer, las ganas de convertirse en alguien más.

Todos esos deseos que tuvo cuando niño se transformaron en lo que era ahora. Un joven decidido, reservado y pensativo. Capaz de crear cosas extraordinarias con su mente, y capaz de pensar las cosas más terribles en la mente humana. Como cualquier persona.

Hoy era su día.

"Otabek, el niño callado que pensaba demasiado".

OTABEK ALTIN

—Había estado pensando en algo un poco más futurista, sabes —Comentó el hombre al lado suyo. Un Otabek de catorce años asintió sin decir nada, con su típica expresión neutra y su boca fruncida. Sus ojos se pasearon por la habitación; nunca había estado en un estudio como ese. Jamás había estado en un estudio. Se había esperado muchas cosas, pero lo único que había obtenido era aquel hombre hablándole de como debía hacer las cosas.

¿No era que el artista era él?

Sin embargo, no podía estar en contra. Era la oportunidad —y con eso, nos referimos a que probablemente esta era su oportunidad y luego no iba a haber otra— de convertirse en alguien que siempre había querido ser. Quería crear y que los demás lo escucharan, y debía esforzarse si quería hacerlo bien.

—Creo que debes ordenar tus ideas, niño —Dijo el tipo—. Cuando te escuché en internet realmente pensé que tenías talento. Demuéstramelo.

—Yo no hago magia —Contestó Otabek con seriedad. Sin embargo en su interior, le hubiera gustado decirle que nadie podía hacer sus cosas mejor que él mismo. Es asfixiante cuando las personas intentan tomar tu propia vida.

El hombre sonrió con ganas, mostrando una expresión ambiciosa en su rostro. Otabek la conocía. Conocía la ambición de cerca, lo suficientemente cerca como para saber cuando una persona era sumamente manipuladora.

—Entonces intenta hacerla —Le dijo, agachándose un poco para quedar a la altura del adolescente—. Intenta hacer magia por ti mismo. Si no puedes hacerla naturalmente, busca la forma de hacerla. No se trata de ser talentoso, se trata de saber ocupar tus manos. De conectar contigo mismo. Si no puedes hacerlo, entonces estás perdido.

Y Otabek no encontraba el cable para conectarse consigo mismo.

OTABEK ALTIN

Otabek nunca supo controlar sus emociones.

Sabía que en algún momento su estado emocional colapsaría. Aunque le daba poca importancia, porque en realidad no le preocupaba mucho. Siempre había puesto otras cosas por encima de sus sentimientos —como por ejemplo, todo lo que le gustaba hacer—, pero nunca se dio cuenta que en realidad sus sentimientos tenían tanto que ver consigo mismo que era escalofriante. Le asustaba sentir demasiado. Creía que se volvería loco.

Le gustaba hacer lo que lo volvía feliz. Lo que lo hacía sentir parecido a aquellos días de verano en los que su felicidad le daba para querer gritar y gritar, querer reír contento y correr solo. Querer crecer.

OTABEK ALTIN.

Pregunta: ¿alguien se imagina lo que podría pasar después de esta pequeña introducción?

DJ OTABEK ¡! (OtaYuri)Opowieści tętniące życiem. Odkryj je teraz