Viernes 13, 23:12

3.3K 269 44
                                    


VIERNES 13 de enero – 23:12

Isak ni siquiera tuvo que molestarse en llamar a la puerta para que su madre le abriera.

De alguna forma, ella supo el momento exacto en que su hijo alzaría la mano para tocar. Casi como si estuviera esperando del otro lado, a la espera del sonido de unos pasos acercándose.

Ella abrió la perta por completo y se tapó la mitad del cuerpo con la misma, dejándole a su hijo espacio suficiente para ingresar a la casa.

En lo primero que pensó Isak fue en cómo se la veía a su madre. La notó ansiosa y con una gran sonrisa en los labios. Una sonrisa nerviosa. Como si quisiera causarle buena impresión a su propio hijo.

Es verdad que no se veían hace mucho tiempo. Isak había pensado en ella con más detenimiento esa semana. Pero la última vez que lo había hecho a conciencia no se remontaba hasta recién el día de Navidad.

Se saludaron con un beso en la mejilla.

Ella seguía siendo una mujer alta, pero el hecho de que Isak no parara de crecer desde hace ya más de un año hizo que existiera una gran diferencia entre los dos.

Antes de alejarse del vestíbulo y pasar a la sala Isak se sostuvo a la pared para quitarse las zapatillas. Una costumbre que su madre seguía obsesivamente de cerca. Cuando se movió, aprovechó para echar un rápido vistazo al estado general de la casa y la primera palabra que se materializó en la cabeza no pudo ser otra más que Impecable.

Mientras dejaba su bolso sobre el sillón, miró lo que era una lámpara que colgaba del techo. La luz tenue que salía apenas era suficiente para iluminar la alfombra que estaba en el centro y sólo un poco más de lo que había a su alrededor. Él siempre había preferido más la luz fría, o blanca, que la luz cálida, o amarilla.

Una de las razones por la que pensaba en aquello era porque la última mencionada, por alguna razón, lo hacía sentirse mucho más fatigado de lo que podría llegar a estar.

En la decoración total de la casa sobresalían los tonos marrones y las maderas varias. Lo que Isak se dio cuenta rápidamente fue en la gran diferencia que existía con el apartamento donde vivía actualmente. Mientras que esta casa estaba decorada de manera clásica, allá persistía más la decoración moderna.

No tardó demasiado en sentarse, y lo hizo en el sillón que estaba posicionado frente a la televisión. Justo a tiempo para escuchar a su madre preguntarle si quería algo para tomar. Lo había hecho parada a una cierta distancia, y su actitud corporal no dejaba de expresarle miles de cosas a que jamás podría haberse enterado por mensaje de texto o por medio de una llamada. Isak, no obstante, agradeció la oferta de su madre y respondió afirmativamente. A esa altura empezaba a sentir la garganta seca y la lengua más arenosa que nunca.

Durante el momento que estuvo a solas, lo que hizo fue quitarse el abrigo y la bufanda. Antes de que su madre volviera, tomó la decisión de dejarse la gorra puesta.

Cuando Isak tuvo el vaso con agua en su poder, comenzó a beber de él hasta darse cuenta de que su madre no se movía de una distancia demasiado prudente. Así que Isak, incómodo por la situación, se animó a rozar con la palma de su mano el cojín que estaba al lado suyo, intentando así invitar a su madre a sentarse en lo que era su propia casa. Ella, por suerte para él, le hizo caso. Probablemente entendiendo de que su comportamiento estaba incomodando a su hijo.

Pasaron unos segundos en los que Isak no dejó de deslizar las yemas de sus dedos por el cristal del vaso, buscando una pregunta que fuera capaz de crear algún tipo de conversación monótona. Al final, terminó optando por la más obvia de todas y le preguntó a su mamá qué es lo que había estado haciendo estos días, donde el frío era más intenso que nunca y donde la compañía de la luna era mucho más larga que la del sol.

ISAK + EVEN » SkamWhere stories live. Discover now