Viernes 7, 19:25

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VIERNES 7 de abril – 19:25

Ya había pasado una semana entera desde la pesadilla y una parte de él empezaba a creer que no iba a poder hacer nada para olvidar por completo los restos que todavía quedaban flotando en su memoria. Se sentía molesto cada vez que entraba a su habitación —que muy pronto le correspondería a Noora—, cuando sus ojos se clavaban en la cama individual con las sábanas cayendo por los lados y las almohadas amontonadas en uno de los bordes. La imagen se le presentaba como un recuerdo, como una escena defectuosa de otra de sus últimas noches en esa habitación.

Lo molestaba la idea de la pesadilla convirtiéndose en un secreto que no podía compartir con su novio y lo asustaba el hecho de que, si llegara a hacerlo, su novio malinterpretara la pesadilla como un manifiesto de su propia conciencia.

Enfado y miedo. Ya había saboreado esos sentimientos al mismo tiempo alguna vez y había sido suficiente para hacerle entender que ninguno era parte de sus sabores favoritos.

Todos en la tienda habían escuchado la llamada entrante del teléfono de Isak menos el propio Isak, que estaba demasiado ocupado apreciando unas macetas de cerámica y pensando en lo desgraciado que era. Se sacó el teléfono del bolsillo y deslizó el dedo por la pantalla automáticamente, sin fijarse en quién lo estaba llamando.

Con el auricular pegado al oído, Isak comparó las macetas que tenía frente a él. Cada una tenía forma de suéteres de lana. Estaban pintados de tal forma —con colores brillantes y patrones imprecisos—, que a uno jamás se le ocurriría ponerse una prenda así. Pero como macetas, la idea era genial.

—Hola, ¿Isak? —la voz de Eskild a través del auricular sonaba ansiosa y lejana. Tuvo que repetir una vez más su saludo para obtener una respuesta a cambio.

—Oh, Eskild, hola —dijo Isak, alejándose de las macetas y metiéndose a un pasillo que terminaba con una pared llena de carteles para decorar cualquier ambiente de una casa—. Estoy en la tienda.

—¿Siguen sin venderse esas masetas de las que te hablé?

—Sí, pero no son como las habías descrito —dijo Isak—. Me gustan. Creo que voy a llevarme algunas para el balcón.

—De todos modos, no llamé para hablar de esas aberraciones —exclamó Eskild, cambiando de tema—. ¿Está Even por ahí?

Isak negó con la cabeza hasta que se acordó que estaba hablando por teléfono.

—No está, tenía una entrevista de trabajo. Dijo que iba a llamarme más tarde.

—Muy bien, sólo preguntaba —del otro lado, Eskild estaba en la cocina, sosteniendo el teléfono con el hombro y la oreja mientras mantenía las manos ocupadas en una bolsita de té. La estaba escurriendo con una cucharita tan descuidadamente que algunas hierbas habían escapado de la misma, terminando en la infusión—. Las cosas del sótano las pueden transportar mañana, yo podría ayudarlos a amueblar, si quieres. O a pintar, ¿ya pintaron las paredes?

—No es necesario, las paredes ya estaban pintadas.

Y era una suerte, porque tampoco tenían tanto dinero como para gastarlo en litros de pintura.

—Noora pasó por aquí esta tarde.

—Ah, ¿sí?

Sobre un estante adherido a la pared estaban apilados varios cuadernos de tapa dura.

—Sí. Pagó el alquiler de este mes, también me dijo que iba a traer todas sus cosas el lunes.

—Gracias por avisarme.

ISAK + EVEN » SkamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora