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Corrí lo más que pude, necesitaba llegar, necesitaba encontrarlo, tenía que decirle como me sentía; hasta que lo encontré, parado al lado de una farola, mirando hacia el lado opuesto de dónde venía yo. Yo estaba horrible, con mi cabello y maquillaje desaliñados y mi vestido hecho un desastre.

-Scott!- grité pero no me escuchaba- Scott! Necesito hablarte.

Él seguía mirando hacia la izquierda por aquel lugar que me fui aquella vez en el micro; estaba al lado de él pero no me percibía, no sabía que estaba ocurriendo, ¿por qué él no me veía?

-Scott! Necesito que me escuches, tengo que decirte lo que siento, cuánto lo siento- no hubo respuesta- Scott, tengo un secreto, mírame.

Él lo hizo, sus ojos eran más azules de lo que había imaginado, su cabello negro estaba desaliñado y su boca no tenía movimiento.

-Puede correrse señorita- fue lo único que escuché- señorita... señorita.

Desperté. Un hombre viejo y con sobre peso estaba al lado mío, movía su boca pero no entendía lo que decía. Pestañeé varias, al parecer había dormido por un buen rato, mi piel se erizo por el frío que hacía.

-Señorita, está bien?- preguntó el hombre, asentí- tiene que bajar, ya no hay más lugares a donde ir.

-Puede llevarme de nuevo a casa?- él negó.

Luego de unos minutos bajé del autobús, miré a mi alrededor, sabía que estaba en peligro, que era carnada para cualquier persona. Comencé a caminar hasta la ciudad más próxima, seguía el sendero que estaba al lado de la ruta. Miré mi teléfono, tenía cuarenta por ciento de batería, muy poco; y luego me fijé que tenía diecisiete mensajes y treinta llamadas perdidas, todas de los chicos. Cinco mensajes y cuatro llamadas eran de Devi; dos mensajes y seis llamadas eran de Jacke; cuatro llamadas de un número desconocido, que supongo que era Adam; ocho mensajes y seis llamadas de Ryan; dos mensajes y cinco llamadas de Scott; y por último dos llamadas de Blacke. Entonces decidí llamar a Blacke.

-Niña, a dónde has ido?- dijo Blacke cuando me atendió el teléfono.

-No lo sé, estoy muy lejos de casa, no sé si estoy en una ciudad.

-Ay, Cara! Por qué eres tan tonta?- preguntó indignado- puedes ver si hay alguna calle?

-Sí, estoy cerca de una... se llama Hollywood Street, ja- dije al pensar en el nombre, Blacke suspiró- estoy caminando pero no sé a dónde voy.

-Le diré a los chicos que te pasen a buscar.

-No!

-Qué?

-No lo hagas, por favor.

-Por qué no quieres que lo haga? Estás muy lejos de la fraternidad, cómo vas a hacer para llegar allí?

-Es que Blacke... no sé si quiero volver.

-Entiendo- silencio, puro silencio- llama a un taxi, pero mantenme informado. Te quiero recomendar que... cómo decirlo?... no escapes, afronta las cosas, tu viste lo que pasó con Matthew y Camille... no lo arruines.

-No lo haré... gracias...

Al terminar la llamada con Blacke, llamé a un taxi y este vino en pocos minutos. Apagué completamente mi celular por si los chicos me rastreaban. Tal vez esté llevando esto muy lejos, pero ahora mismo mi cabeza es un lugar de batalla.
Cuando quedaban pocas cuadras de mi destino decidí bajar y caminar desde allí, me senté en un banco, era mi preferido, estaba al lado de un grande y hermoso árbol, con unas flores muy chiquitas blancas, a través de las ramas se podían distinguir las estrellas que había en el cielo. Y después de pensarlo tanto, lo hice.

Tu... tu... tu...

-Cara! Dónde has estado?- dijo.

-Cálmate.

-Pero...

-He viajado de un lugar a otro, tuve miedo, tengo miedo, pero soy fuerte, en plena oscuridad veo las luces de las estrellas- le dije, ya que era lo único que salía de mi boca- estoy en un parque, ya sabes cuál, ya sabes dónde, y sabes que es lo que tienes que hacer.

-No puedo- dijo y cortó.

Poco tiempo después, escuché unos pasos que venían de atrás de mí, no me di vuelta, ni miré, no me preocupaba, porque sabía quién era.

-Se que no era la mejor opción escapar, se que tal vez estuvo mal, que fue tonto- comencé a decir- quiero que sepas que no tengo miedo al futuro, tengo miedo al presente. Estuve mirando esas estrellas por horas, cada una brillando, es increíble pensar que todas ellas son soles, y cada una está acompañada por planetas. Cuando mi madre me contaba esas historias, siempre me daba el ejemplo de que los planetas eran los amigos del sol, grandes, pequeños, de colores, o sin ellos. Y por fin lo comprendo, sin el sol, los planetas no son nada, no sirven, el sol es el pilar de los planetas, es el que nunca puede faltar en una fiesta, el mejor, al que todos quieren, y con el que no pueden dejar de vivir. Lo sé... qué estúpido!, pero es lo que siento.

-Qué sientes, Cara? Dímelo- dijo mientras se acercaba a mí.

-No te quiero...- dije, la luz de los ojos de Scott desapareció- no te quiero como un amigo, ni como un compañero, ni siquiera como un Evans, te quiero... como mi novio.

-Es en serio?- exclamó sin poder creerlo, me acerqué a él.

-Esto es más que en serio, Scott- dije y cuando estuvimos lo suficientemente cerca nuestros labios se unieron en un profundo y duradero beso.

-Uuuh, al fin!- gritó Ryan desde una esquina, allí estaban todos los chicos aplaudiendo, y sonriendo, menos Adam, él estaba mirándome con enojo, pero no me importó, no ahora, que estoy con la persona que quiero estar.

Hola!! Lo sé, súper cursi.
Si no entienden esa metáfora de las estrellas no importa.
Dato interesante de mí: voy a estudiar Astronomía, ahora ya saben de dónde saqué esas cosas.
Pero de todas formas espero que les guste mucho; si es así regálenme un: Voto y Comentario, y Compartan la historia, se los agradecería mucho.

Nos vemos pronto!!!

Fraternidad Evans Donde viven las historias. Descúbrelo ahora