Delirio

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Cartas jamás enviadas a personas que nunca existieron.

Nunca supe cómo empezar. Eso bien lo sabes tú. Supongo que un "hola amigo" sería terriblemente absurdo. E hipócrita. Después de todo, tú no eres mi amigo. Ni tan siquiera una persona. O al menos de eso trato de convencerme cada noche de insomnio, cuando pienso en escribirte. Escribirte sería volverte de carne y hueso otra vez, aunque nunca lo fuiste. Escribirte sería volverte real de nuevo. Es peligroso. Y duele. Y no sé siquiera por qué lo hago ahora, ni que haré con esta carta una vez terminada. Quemarla, supongo. Como todo lo relacionado contigo. Como todos mis recuerdos a tu lado. Como hice con todos y cada uno de tus retratos. Porque realmente nunca fueron retratos, sino escalofriantes pinturas de un ser creado por mi horrible imaginación. Por la atormentada mente de un maldito lunático. Por mí, al fin y al cabo.

Supongo que te echo de menos y me obligo a creer en que, de algún modo, nunca llegaste a marcharte. Creo que sigues aquí, muy dentro, en algún lugar oscuro, escondido en alguna parte. Siempre te gustó jugar conmigo. Amabas el escondite, era tu especialidad. Confundirme era tu pasatiempo favorito. Pero no me arrepiento, y eso es lo que más odio. Debería estar asustado. Debería odiarte. Debería estar encerrado en una habitación blanca. Y sin embargo, aquí sigo, enterrado hasta el cuello en momentos que nunca llegaron a existir. En tu risa, alegre y juvenil, que aún resuena en algún lugar de mi maltrecha mente. Al acecho, esperando el momento ideal para consumirme por completo.

Supongo que en algún momento no pude soportarlo más. Supongo que colapsé bajo el peso del odioso mundo que cargaba sobre mis hombros. Y cuando todo se desbordó apareciste tú. Saliste de mis sueños, prometiéndome paz en un reino muy lejano, donde la realidad no pudiera alcanzarme. Aún tanto tiempo después de que te hayas marchado, sigo sentado en aquel trono. Nuestro palacio de marfil es mucho más acogedor que su odiosa luz fría. Hasta las habitaciones blancas resultan cálidas aquí.

Quiero pensar que el hecho de haberme refugiado más allá del umbral de la locura no significa que no pueda regresar. Lo cierto es que no tenía intención de volver nunca, pero ahora que me has dejado solo no veo otra salida. Me pregunto si puedo hacerlo. Tal vez, ahora que me he convertido en el monstruo que una vez creé, soy tan grande que no puedo pasar por la puerta.

También me pregunto que fuiste o, tal vez, eres tú. Creo que, llegado el momento, los recuerdos traspasaron la piel de mi alma y consiguieron hacerte regresar. Pero también tuviste una pequeña parte de todos y cada uno de mis fantasmas. Eras a quién siempre estuve esperando, eras la luz que perdí y por fin había vuelto a mí. Pero también eras el único que podía destruirme. Y ya lo creo que lo hiciste, a conciencia. Y lo peor es que, en tu infantil inocencia, nunca fuiste consciente del daño que hacías. Tampoco de ser el producto de la desquiciada mente de un maníaco como yo. No merecías algo así. Habría vuelto al mundo real al momento si eso fuera a traerte la felicidad que nunca ibas a recuperar.

Palabras ignoradasWhere stories live. Discover now