Navidad sedentaria

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Al otro lado quedamos los abandonados, los olvidados, los casi ausentes. Nos quedamos porque hace tiempo que perdimos todos los demás puntos cardinales y ya no tenemos más que estas cuatro paredes, en pie a pesar del otoño. Nos quedamos porque no se puede regresar sin huir primero.

Nos quedamos y observamos.

Desde el borde de la pecera les vemos llegar, uno a uno, saltando al andén con una sonrisa voraz, sin respeto ninguno al frío y la soledad.
Vuelven con el año a cuestas, las pupilas empapadas de morriña y las maletas cargadas de esperanza y una pizca de ilusión infantil.
Abren los ojos a la luz de la patria perdida y la respiran tan fuerte que, aun desde la ventana, se puede notar su dolor agudo en las costillas.
Tiemblan a cada paso con el estruendo del hogar bajo los pies
y contienen las lágrimas, sin saber

que alejarse de Ítaca
es lo más parecido a la libertad.

Mientras nosotros, ajenos,
burdas marionetas de hojalata,
continuamos observando impasibles,
hasta que destrozamos el concepto de familia,
nos rendimos ante lo inevitable

y nos dejamos devorar por el tiempo y el espacio.

Palabras ignoradasWhere stories live. Discover now