Libro 3: Parecemos tontos

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Llegué del banco apresurada, llovía y hacía un frío del copón. Colgué mi abrigo en el perchero y me dirigí a la “cocina” encendí una cerilla y puse a calentar un poco de leche. Miré a mi cama, allí estaban los otros cuatro libros, pero no podía leerlos ahora, tenía que terminar una carta de protocolo para la casa de Mademoiselle Alisse. Cogí la leche y me senté en el escritorio pluma y papel en mano con la finalidad de escribir. No fue difícil hacerla, ya que en St. Robert College había aprendido mucho sobre cómo debe ser una institutriz. Ahora que me pongo a pensar… ¿No me parezco un poco a Jane Eyre? Bueno, dejémoslo ahí… todas las mujeres que no están casadas o no tienen trabajo de doncellas, son institutrices. 

¿No sería fantástico que el amor se presentase sin más en tu puerta? Así todo sería más fácil, fuera citas, conocerse y el cortejamiento. Quería meterme a dormir en la cama, pero el siguiente libro me tentó. Me senté sobre la cama y comencé a leerlo:

Me sorprendió muchísimo, ya que en la cubierta aparecía la figura de un escocés; creo que este libro me encantará -pensé. Una tal "Barderas" lo escribía. ¿Barderas? No tengo ni idea de donde será ese apellido, pero solo con ver la cubierta, me había encantado. Prometí que esta vez no me dormiría y continué leyendo. Se trataba de un diario, hasta ahí bien, cotilleos -pensé para dentro. Aunque para ser un diario era un tocho. Paul Stonem era quien lo escribía y decía que tuvo que trasladarse de Carrbridge hasta Londres. Pues vaya, con lo bonito que es Escocia. Seguí leyendo, pero con lo tarde que era y después de pasarme casi dos horas en el banco caí rendida sin darme cuenta.

Como de costumbre aparecí allí frente a una especie de edificio, por cierto muy moderno. Me quedé embobada y noté como alguien se chocaba contra mí.

-¡Oh, lo siento señora! –dijo un chico muy alto, demasiado.

-¿Señora? Deberías tener más cuidado, y soy señorita. –le dije a este.

-¡Pero bueno otra escocesa! Joder, pues si que venimos hooligans a Londres.

-¿Disculpa? No entiendo a lo que te refieres, y sí, soy escocesa. Debería moderar su vocabulario jovencito.

-Lo siento tía, de veras… ¿qué puedo hacer para compensarte? –dijo un poco más bajo el muchacho.

-No necesito nada, gracias. Soy Anne Gallagher, un placer.

-Yo Paul, Paul Stonem. Oye… más vale que entremos a clase… por cierto, ¿hoy hay una función en el colegio? Lo digo porque tu ropa está un poco… pasada de moda y tal…

Ahora lo recordaba, al igual que me había pasado en el anterior libro, yo debía de actuar como si estuviese realmente en esa época y no podía confirmarle que vivía casi 2 siglos después.

-¡Ah claro! Bueno, la teníamos pero se ha suspendido.

-Jope, ¿qué mierda no? Disculpa… que faena, bueno, entremos cuanto antes no quiero llegar tarde el primer día de instituto.

Entramos dentro apresuradamente y Paul fue a recoger unos papeles a una sala pequeñita que había casi en la entrada.

-Me han dicho que tenemos que buscar a mi presentador. Menuda mierda joder… Digo, que tonterías…

 Al momento apareció delante de nosotros  un chico que vestía aún más raro que yo. Tenía unas lentes muy grandes y llevaba puesta una camiseta muy “especial”.

-Hola Paul Stonem, soy Dean Figgs –dijo el chico de las lentes con firmeza mientras se estrechaban la mano.

-Ella es Anne Gallagher, supongo que también irá a nuestra clase…

-Pues no… no me suena, ¿por qué?

-¡Anda, se me ha olvidado a mí también coger los papeles! –digo con vergüenza. Ahora mismo vuelvo.

Fui hacia la sala de la mujer de antes y le dije que necesitaba los mismos papeles que el chico. Aquella mujer estaba como algo sorprendida, y me pidió que esperase. Rápidamente me dio un formulario y me dijo que lo rellenase y al terminar las clases los trajese a conserjería. Dean y Paul me esperaban donde antes y nos fuimos hacia la biblioteca. ¡En mi vida había visto tantos libros! Ni siquiera en casa de Mlle. Alisse. Después de hacer una “ruta turística” por todo el colegio Paul le ha dicho a Dean que si íbamos a la cafetería, y aunque le ha costado decir que no, al final hemos ido. Han pedido dos cafés y nos hemos sentado.

Después de hablar y conocerse me han empezado a hacer preguntas.

-Bueno Anne, ¿tú de dónde eres? –me preguntó Paul.

-Pues… nací en Londres, pero mis padres se trasladaron a Edimburgo al nacer mi hermana Lizzy.

-¿Y tú hermana está tan buena como tú? –dijo sin cortarse.

-¿Cómo? –digo sin comprender a que se refiere.

Dean le da un codazo y dice que nos tenemos que ir a clase, porque íbamos a llegar muy tarde.

Llegamos y el profesor nos echó una mirada furtiva. Dean se sentó delante, Paul y yo nos quedamos de pie mirando a la gente. El profesor comentó que ya le habían hablado de Paul, pero que de mí no sabía nada. Pidió que nos presentásemos. Paul con una gracia sobrenatural dijo su nombre y me dejó al borde del abismo.

-Pues… yo soy Anne Gallagher y… bueno soy nueva. –dije algo tímida.

El profesor amable nos dijo que nos sentásemos, y nos pusimos en dos sitios libres que había detrás. Una chica con un cabello rubio y muy “salvaje” le dejó una nota encima a Paul. La leyó y sonrió.

-¿Está coqueteando contigo Paul? –dijo casi en un susurro.

-¿Qué dices ahora? No creo que haga tal cosa, solo se muestra amable conmigo. –dijo un poco nervioso mientras notaba que le había encantado recibir esa nota.

-Señorita Gallagher, vale que sea su primer día, pero no me hable en clase. –dijo el profesor cortante.

Me mantuve callada hasta que acabaron las clases, después salimos fuera y caminamos por una larga calle. Él se acercó y les pidió un tabaquillo a unos chicos que estaban fumando por ahí. A mí también me ofrecieron pero lo rechacé amablemente. Me dijo que si yo también tenía que coger metro y le dije que sí, pero que si podíamos parar antes de llegar, ya que estaba un poco cansada de caminar tanto.

-Bueno, y cuéntame, ¿llevas mucho tiempo aquí?

-Pues la verdad es que no… llegué hace muy poco.

-Comprendo, bueno, no creo que nos sea difícil adaptarnos jajaja Estos británicos no son tan malos como parecen, ¿no Anne?

-Creo que no podré adaptarme, no creo que esté mucho tiempo por aquí.

-¿Y eso?

Fue entonces cuando comprendí que aquella maravillosa persona sería capaz de escuchar mi historia, ya que él simplemente era solo el personaje de un libro. Después de contárselo se echó a reír y me dijo que si me estaba cachondeando de él. Nos levantamos mientras él todavía se reía y llegamos a la estación de metro. Nos dimos dos besos en la mejilla, (era todo un galán y muy guapo) y se subió en aquella especie de tren con luces. Me dijo adiós con la mano y yo desde el andén se lo devolví. Toqué mi mejilla enrojecida con mi mano y comencé a sentir algo extraño. Me sentí cansada y me desmayé en el acto.

De nuevo volví a mi apartamento de Edimburgo y allí estaba con mi misma mano izquierda tocando mi mejilla enrojecida. El libro ya no estaba en mis manos y la vela se había terminado de consumir. Me acosté rápidamente pues el reloj de la pared marcaba las tres de la madrugada. Podría decir con total acierto, y no me equivocaría que por primera vez en mi vida sentí lo que era aquella palabra con la que se llena la boca, aquella palabra que dice: “Amor” ¿Recordáis a aquella vieja adivina de la historia de Roland? Puede que Paul sea el chico del que me enamoraría...

Anne Gallagher 

Aquella tarde de inviernoWhere stories live. Discover now