33. Soleado y lluvioso

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Llevaba mucho tiempo durmiendo y no quería despertar por nada del mundo, pero apenas pude salir de mis sueños, ya no podía volver. Con pesadumbre me levanté de la cama y prepararme para un día agotador. Iba a costar acostumbrarme al ritmo de Chicago; llevaba tanto tiempo sin pensar en que debía trabajar para darle dinero a mi madre que perdí el hilo de la rutina. Trencé mi cabello torpemente y lo até. Me puse ropa digna para buscar una entrevista de trabajo, pero nada parecido a una camisa blanca y pantalones negros. Blusa blanca, jeans negros de tubo y mis zapatos buenos. Evité hacer ruido alguno para que nadie supiera que me había ido; bajé a la puerta de salida y cerré la puerta suavemente para no llamar la atención de mamá o el pelmazo de su novio. Tenía planeado ir a ese restaurante de comida rápida para recobrar mi viejo empleo con la fe de que nadie haya ocupado mi puesto, o al menos hubiera uno disponible. Pasé por uno de los restaurantes más lindos en la ciudad, y también pude ver un letrero en la vidriera que decía SE BUSCA CANTANTE PARA TURNO NOCHE. No sé si era lo mismo que en The Sunset pero me daba la oportunidad de cantar y disfrutar un trabajo. Marqué una sonrisa y, con determinación, entré en el local. Pregunté por el anuncio y el metre me llevó para hablar con el gerente de recursos humanos. El hombre, de esos que tienen cuarenta años pero no lo aparentan, me hizo unas preguntas tratando de corroborar si era material para un lugar de su nivel. Lamentablemente tenía que hacer una presentación improvisada. El encargado de la música me mostró las pistas con las que contaba y vi una canción conocida, así que se la pedí. Tuve que cantar con la pista porque la banda solo está por las noches. Me paré frente al micrófono y la música comenzó a sonar, dándome pie a que debía cantar. Los nervios iban desapareciendo en conjunto a que empezaba a tomar confianza y me dejaba llevar.

La canción finalizó y todos los oyentes aplaudieron. Podía ver una sonrisa en la cara del señor Martin, el que tenía la decisión de contratarme o no. Sin moverse de su posición, dijo.

—Bienvenida a bordo.

Sonreí y le agradecí en mil formas. Me dijo que debía llenar unos formularios y traer algunos documentos para legalizar todo, y además de todo, que debía vestir de gala para cada noche de trabajo. Despedí a todos y salí del local completamente feliz de haberlo conseguido No era lo mismo, no era Los Ángeles, pero tener un trabajo como este ablandaba toda esta situación. Eran las dos de la tarde, así que decidí hacer algo: ir a visitar a Joan. Esta ciudad era grande, pero ambas frecuentábamos los mismos lugares, por ende no era una opción ocultarme ya que enterarse de que había vuelto mediante un encuentro casual no era la mejor idea. Fue un largo tramo hasta la casa de paredes verde manzana y puerta de madera. Toqué el timbre y, luego de unos segundos, la puerta se abrió de par en par mostrando a la señora Davis.

—Oh Juliette—dijo con una sonrisa.

—Hola señora Davis, ha pasado mucho tiempo—respondí un poco nerviosa.

—Sí, lo sé. ¿Buscas a Joanna?

—Exacto. ¿Está ella?

—Lo lamento, no llegó de su turno—respondió apenada. Esperen, ¿turno?

— ¿Turno? ¿Qué acaso no está estudiando?—pregunté bastante confundida.

—Sí, está trabajando en Wendy’s, no pudo entrar a Yale—asintió con una mueca. No podía creer que justamente ella no entrara. Siempre fue una de las mejores alumnas del curso y la más elegible para una beca completa en esa universidad que tanto tiempo soñamos. Mis rumbos cambiaron, pero sabía que los de ella no.

—Bueno, pasaré por ahí y le daré mis saludos—llegué a responder—. Gusto en verla señora Davis.

—Igualmente.

Bajé las escalinatas de la entrada y tomé camino hacia mi antiguo lugar de trabajo. Creo que no extrañaba para nada freír unas apestosas bolas de grasa con pan en ese lugar de mala muerte; también me era raro que mi amiga, una persona sensata y racional, terminara trabajando allí. Tenía tantas capacidades.

runaway love ➤ {schmidt}Where stories live. Discover now