43. Justicia al fin

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—De pie, por favor—ordenó el juez. Papá, Anthony y yo nos pusimos de pie, al igual que mi madre, Hank y su abogado—. Jurado, por el cargo de intento de homicidio, ¿cómo se encuentra a la acusada Bree Parker Donovan?

Una mujer de unos treinta años con un suéter púrpura se puso de pie y anunció— Encontramos a la acusada... culpable, su Señoría

—Por el cargo de fraude, ¿cómo se encuentra a la acusada?

—Culpable, su Señoría.

—Por el cargo de intento de homicidio, ¿cómo se encuentra al acusado Hank Jones?

—Encontramos al acusado culpable, su Señoría.

—Por el cargo de fraude, ¿cómo se encuentra al acusado?

—Culpable, su señoría.

—La sentencia para cada uno será de veinticinco años, sin goce de libertad bajo palabra. También declaro que, debido a este suceso, se le revoca la orden de restricción al señor Luke Donovan sobre Juliette Donovan. La corte cierra sesión. Gracias al jurado por sus servicios—dictó el juez.

 Chocó su martillo y ese fue el sonido que hizo que cayera en la cuenta de lo que estaba pasando. Después de tanto tiempo de injusticias, maltratos y estafas, todo había terminado. Abracé a papá y a Anthony con una expresión ininteligible. No tenía claro cómo debía sentirme ante el veredicto. Mi vista se posó en como mi madre y su querido novio eran llevados, con sus esposas puestas. Ella notó que la veía y me dedicó una mirada furtiva. Parecía un mensaje que decía que, al salir, me daría mi merecido, pero yo solo la miré con indiferencia. No tenía miedo.

Fuera de la corte, me encontré con Joan. Antes de poder preguntar cómo había terminado el juicio, vio la expresión en mi rostro. Me abrazó como pudo, mostrando su felicidad ante la gran noticia. Todo esto significaba que yo volvería a Los Ángeles con papá, pero me dolía tener que dejar a Joan. Ella prometió que haría lo posible por entrar a Stanford para que, al menos, podamos estar cerca y vernos un poco más seguido. Justo antes de irme con papá a buscar mis cosas, mi amiga me había saludado con un beso en la mejilla y un enorme abrazo.

Llegamos a mi vieja casa y buscamos todas las pertenencias que quedaban allí. Papá revisó por todos lados de que no faltara nada, incluso bajo la cama. En ese momento, recordé que allí había puesto los restos de Molly. Para cuando me di la vuelta, papá ya lo había descubierto.

—Julie… ¿quién hizo esto?

—Bree y Hank. No tuve el valor de tirarla—respondí. Él se levantó y me miró desconcertado—. Lo siento…

—No te preocupes, te conseguiré una nueva—dijo con una sonrisa.

Pusimos todo lo que llevaría conmigo a California. Empaqué toda la ropa en tres maletas y mi mochila de mano llevaba mi computadora y todos los accesorios de cada aparato tecnológico que tenía, más otras cosas. Finalmente, tomé los restos de mi preciosa guitarra y con todo el dolor del mundo, los puse en el contenedor de reciclables. Conservé el estuche porque se encontraba en un perfecto estado.

Todo el equipaje estaba puesto en el maletero del taxi que nos llevaría al aeropuerto de Chicago. Cuando el auto ya había arrancado, me di cuenta de que todo era real.

……………………………………………….

Salí del aeropuerto de Los Ángeles y cerré mis ojos para poder respirar el aire de mi hermosa ciudad. Como extrañaba este lugar. James se fue y nosotros tomamos rumbo hasta el nuevo hogar que nos esperaba. Era raro pensar que no viviría en ese hermoso departamento en Sunset que tantos recuerdos albergaba. Aún recordaba con detalle cuando lo puse en venta.

runaway love ➤ {schmidt}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora