5. Ren

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Los irises grisáceos miraban con detenimiento al cadáver que yacía sobre sus pies, a ras del suelo.

— ¿Lo tienes?

Mantuvo su vista fija en el cuerpo inerte bajo su persona. Sus oídos pitaban, como si fuera algún tipo de alarma mental. Aquella no era la primera ni última vez que mataría a alguien y, aún así, la consciencia le pesaba y la culpabilidad le respiraba aire congelado a la nuca, bajo la coleta que recogían su cabello albino.

— Akibashi Ren.

— Sí —respondió, completamente ausente.

El de cabellos níveos asintió mientras guardaba el walkie-talkie en su bolsillo, luego dejando las manos colgar cual muñeco a ambos costados de su cuerpo. Apenas fueron unos segundos lo que tardó el asesinato y aún olía a vida. Tomó el maletín que yacía en el suelo con uno de los colgantes brazos, echándoselo al hombro de forma despreocupada.

Tosió antes de retirarse del lugar, después de limpiar los zapatos que calzaba contra una pared. La sangre olía a mierda, nunca se iba a acostumbrar a ello.

Ren es un joven de aproximadamente diecinueve años, cabellos blanquecinos, ojos cenizos y piel pálida manchada de un color rojo carmesí que le servían de vías de escape para su quirk, aunque hacía cerca de dos meses que no lo utilizaba debidamente.

De pies pesados, caminó casi deambulante con el maletín abrazado por sus dedos, hasta las puertas de un gran edificio cuyo cartel mostraba claramente en luces de neón: HOTEL. Se adentró en el lugar, dirigiéndose a recepción y preguntando por cierto nombre. A cambio recibió un número de habitación al que se encaminó poco después de despedirse del recepcionista.

Tocó la puerta con sorna y un gran bostezo ocupando su boca. Un hombre rubio y regordete abrió el trozo de madera mientras le miraba, deseoso e impaciente.

Finalement! Merci —dicho aquello tomó el maletín entre sus manos y le tendió un delgado taco de billetes—. Ea, ahí tienes, buen trabajo. Ahora, ¡aire!

Y la puerta se cerró. Y una vez el cierre sonó, Ren ya no tenía trabajo.

○ ○ ○

Deambuló por la calle durante un par de horas. Era tarde, y no quería despertar a su hermana al entrar, razón por la que sencillamente se dedicó a "admirar" el paisaje nocturno que ofrecía la ciudad, hasta que le diese sueño.

Tratando de llevar correctamente el peso de su cuerpo a las tantas de la madrugada, divagó hasta llegar a un parque que desprendía un particular y relajante aroma a hierba fresca y recién cortada.

En cuanto posó la nuca en el tronco del árbol más grande que encontró, cerró los ojos. Al menos durante unas horas, antes de que dicho pelirrosa interviniera en su intento de quedarse junto a Morfeo, arrancándolo de entre sus brazos.

○ ○ ○

Cutre fue su partida, aunque al menos pudo hacer tiempo antes de volver al lugar al que él llamaba hogar. Podía notar la mirada del joven que le despertó incluso cuando comenzaba a desaparecer tras los barrotes del parque.

Nadie se había dedicado a mirarle ni a darse cuenta de su existencia antes.

Al cruzar el paso de cebra y saltar un árbol que días atrás fue arrojado por un villano, se detuvo frente a una floristería de una fachada tan blanca como su cabello, puerta y marcos de ventana de color celeste. La miró fijamente; a la vez que su olor era paradisíaco, pudo notar como si la gravedad aumentase sobra él al estar frente a aquel edificio. Sobre sus hombros, como si le estuvieran obligando a agacharse.

N E M O (n. 003)Where stories live. Discover now