6. Cerebricks

61 3 50
                                    

Se cruzó de sus carnosas y voluminosas piernas, cubiertas por unas medias grises oscuras casi opacas. Sus gafas redondas fueron ajustadas en la longitud de su nariz.

— Destrúyelo —ordenó, con una voz grave y completamente seria—. Si lo dejamos vivo, vamos a tener que pasar por las manos del Estado. ¿Sabes lo que significa eso, Katie...?

La mayor tragó saliva, escondiendo las manos tras su espalda. Había pasado mucho tiempo desde que comenzó a salir con Hydra, pero ella nunca mantuvo un mismo carácter durante más de tres horas. A veces era adorable, otras no hablaba, y cuando lo hacía... ocurría lo que estaba pasando en ese mismo momento.

Suspiró por la nariz.

— ¿Sabes lo que eso significa, no? Sigo órdenes, pero soy humana por lo que me consta. Puedo desobedecerte, podemos desobedecerte. Galileo no parece muy conforme con nosotras nunca y me espero todo de él. Hexxus y Etter apenas nos dirigen la palabra. Arabella ni siquiera hace otra cosa que no sea leer, y...

— Me importa un cuerno.

Desenlazó sus muslos para levantarse. Se acercó a la ventana justo detrás suya, por fin se podía distinguir algún color y silueta en ella. Una mujer de un metro setenta y cinco, con un corte de pelo estilo bob de color violeta, y ojos felinos y ámbares siendo iluminados por el exterior a través de sus redondas y grandes gafas. La disposición de sus cortas cejas daban a entender el mal humor que la inundaba.

La otra mujer, de metro noventa y dos, lo que tenía en altura lo perdía en expresión facial. De cabellera bicolor; lado derecho azul, lado izquierdo rojo; recogida en dos coletas bajas y largas. Heterocromía en la disposición contraria que la de su pelo, símbolos de positivo y negativo sobre sus mejillas. Y, sobre sus yemas, motas de color azul y rojo.

— Lo que tienes de pecho te falta en la cabeza, Katie —continuó Hydra, cerrando los ojos.

— No sé cómo llegas a tal nivel de atrevimiento, pero te recuerdo que eres tú la que está enamorada de mí. Yo pienso más y mejor que tú, o lo haría, si me dejaras.

— ¿Acaso tú no lo estás? Deja de ser hipócrita e inhumana. Estamos en una situación delicada en la que nos pueden matar a las dos —se llevó la mano a la cara, masajeando su entrecejo y ajustando sus gafas una vez más—. Aún así, es verdad lo que dices. No te dejo pensar porque lo haces demasiado bien. Y pensar demasiado bien puede llegar a desmoronar mi plan... Y no solo el mío. Estoy convencida de que todas las víctimas del Experimento COX también están en busca del número tres, Nemo.

— Y estás en lo cierto —le respondió a lo último, ignorando el resto de su declaración—. Black Daisies, el grupito criminal debilucho y sinsentido de Daisy Allen, ya ha movido ficha. O unas cuantas. En poco tiempo lo hará el Cirque du Soleil de Veensilk, y nuestro Cerebricks está estancado. No sabemos qué hacer además de recurrir a la fuerza bruta y tratar de matar uno a uno a los integrantes del NEMO. Ni las técnicas más avanzadas de hackeo han logrado penetrar la barrera de seguridad de la red, y Arabella aún la está investigando.

— Vamos demasiado lento —desvió la mirada al reloj de la pared, entrecerrando los ojos—. Galileo estará de vuelta en una hora. Estos aviones de última generación hacen el viaje de Japón a Francia como un salto de charco, es increíble. La gracia está en que, si quisiéramos, Cerebricks podría producir en cadena mil de esos aviones y el doble de mejores. Pero no tenemos a ningún especializado en el campo. Por ahora tenemos que reducirnos a matar gente.

— No desprecies tu propio trabajo. Ni que fuéramos tontos. Cualquiera de aquí podría especializarse en cualquier campo de ingeniería... Yo, por ejemplo, podría perfectamente. Bueno, menos Hexxus y Etter. Ellos aún tienen mucho por vivir.

N E M O (n. 003)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora