8. Artemia

19 0 0
                                    

Nemo caminaba por las calles buscando el no chocarse contra nadie. Un hedor insoportable a alcantarilla ascendía del suelo por las rendijas en el asfalto, y las personas que bajaban por el callejón se tapaban la nariz con la mano al pasar cerca, cara totalmente arrugada por el desagradable tufo.

Vivir en una ciudad no era tan malo, al menos para él. Había suficiente gente para camuflarse y el transporte público era una maravilla. Aunque el aire pesara más de lo normal y a veces fuera imposible de respirar, Nemo sentía como si hubiesen cosas más importantes en aquel momento que respirar bien. Y una de ellas era la invasión a Artemia.

Había estado siguiendo la pista de sus dos principales rivales durante un largo período de tiempo. Una vez fueran ambas registradas, ya no había escapatoria: Nemo les estaba controlando a sus anchas. Conocía todos y cada uno de sus movimientos criminales, e incluso sus secuaces. Pero las cosas se habían comenzado a torcer desde aquel anuncio de televisión... Ten. ¿Quién era, y qué tenía en contra de él?

Dejó a sus secuaces una cámara oculta y un pequeño sistema de comunicación por el que podrían ver a dónde se dirige y lo que ocurría en caso de que el asunto fuera de castaño a oscuro. Estaban los cinco pendientes de las siete pantallas en la Sala de Mandos, todas siguiendo el camino de Nemo.

— Daisy ha entrado por el sistema de ventilación. Se dirige muy lentamente hacia la centralita. ¿Dices que es allí donde se encuentran Phobos y Artemis? —preguntó Binnaz, curiosa, mientras seguía la pista de la joven—. Katie ha entrado por el sistema del subsuelo.

— Sí —asintió Nemo, tomando la siguiente esquina hacia la derecha—. Figaro y Artemis... son conocidos míos. Y de Daisy, y de Katie. Nos conocemos desde que somos muy pequeños...

— ¿Y ese tal Galileo?

— El tema de Galileo es más delicado —comentó, deteniéndose ante un enorme edificio que se alzaba delante suya.

La edificación era inmensa y su fachada de cristal, aunque uno intentara ver a través de este, era imposible. Estaban tintados. También había una antena enorme en la azotea del edificio, y un ascensor que sobresalía por la pared.

— ¿No irás a entrar por la puerta principal? —exclamó Binnaz. Krol y Eltrice se miraron entre sí.

— Por supuesto que sí.

— ¡¡Nemo, te van a...!!

— Está bien. Está abierta.

Oh, dios mío.

— ¡Nemo, ni se te ocurra! ¡Podrías morir! —Ren retrocedió un poco al ver a Binnaz así de atacada. Pero su superior parecía estar mucho más tranquilo de lo que debería.

— Para eso estáis vosotros; si me matan, venid.

— ¡No puedes simplemente decir eso!

— ¿No? Ya verás. Observad el trabajo de un criminal profesional.

— ¡Nemo...!

El joven empujó las enormes puertas de cristal, sintiendo la brisa del aire acondicionado frío contra su rostro. Metió las manos en sus bolsillos del pantalón y caminó tranquilamente, con el mentón alto. Unos cuantos pasillos más allá... la centralita.

• • •

— Kepler.

— Dime.

— ¿Podrías dejar de detenerte cada dos por tres? No paro de chocarme contra ti —replicó la más alta, cruzándose de brazos.

— Es que rebotas.

Você leu todos os capítulos publicados.

⏰ Última atualização: Aug 06, 2017 ⏰

Adicione esta história à sua Biblioteca e seja notificado quando novos capítulos chegarem!

N E M O (n. 003)Onde histórias criam vida. Descubra agora