capítulo 9

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Me quejé cuando escuché el llanto de David, no sé que horas serán, pero aun es muy temprano como para que esté llorando. Me levanté rápidamente para tratar que ella no despertara, ha estado muy cansada y con los nervios de punta como para sumarle otro trasnocho más. Encendí la luz de su cuarto y lo tomé entre mis brazos, automáticamente su llanto ceso y comenzó a balbucear.

-¿Quieres jugar a las dos de la mañana? –Negué con la cabeza. –Sacaste la astucia de tu madre para conseguir lo que quiere. Eso debe cambiar… es adorable en tu madre, pero esos hábitos deben cambiar en ti.

Caminé hacia la cocina para buscar su biberón, solo tenía que calentarlo un poco ya que a sus once meses de edad ha mostrado ser exigente en su alimentación. Lo senté en su silla especial, aun no confío dejarlo solo en una cualquier lado porque es muy inquieto, pero allí no tiene problemas; esa silla tiene la protección exacta para evitar cualquier accidente. Le preparé su biberón y me subí al mesón de la cocina para dárselo.

-Eres increíble… -murmuré como él lo tomaba entre sus manos. –Hace meses dependías de nosotros para darte de comer, ahora lo haces solito. Serás un bebé sano y fuerte, eso me agrada.

Sé que no puede responderme, tampoco espero otra cosa solo me gusta que él me escuche. Cuando veo sus ojos azulados fijos en mí, sé que David me escucha. Lo observé pacientemente hasta que por fin terminó con su biberón, luego lo tomé entre mis brazos y lo llevé hasta mi regazo antes de sentarme en el sillón.

-¿Sabes? Hoy estoy cumpliendo dieciocho años y es increíble que no me halla dado cuenta –murmuré atrayéndolo más hacia mí. –Cuando nos enteramos de que venías en camino, solo faltaban pocos meses para cumplir los diecisiete, algo que por todo lo que paso no notamos. Hasta yo mismo me sorprendí cuando descubrí que no tenía dieciséis, que ya había pasado más de un año de eso…

Él me responde con su natural balbuceo sin sentido y nadie se imagina lo ansioso que me siento de escuchar sus primeras palabras, de estar allí cuando de sus primeros pasos, de ser todo en la vida de David. Cuando al fin se quedo dormido no me quedaron fuerzas para alzarlo, solo me quedé allí con los ojos cerrados para tratar de cargar energías.

No sé en que momento me quedé dormido, pero un olor delicioso me trajo a la realidad. Abrí mis ojos y ya David no estaba en mi pecho, seguramente Sam lo acostó en su cuna. Me senté de golpe al sentir la realidad, T-Bo me iba a asesinar. Corrí hasta nuestra habitación y comencé a buscar mi ropa, definitivamente hoy perdería mi trabajo.

-¿A dónde pretendes ir niño bonito? –Hice una mueca ante mi sobrenombre y me giré aun con el cepillo de dientes en mi boca.

-No me digas así… -gemí al ver la hora. –Tengo que llegar a…

Cuando sentí sus labios sobre los míos todo quedó olvidado, mis manos viajaron hasta su pequeña cintura mientras me atraía más para tratar de hacer el contacto más intimó. Sus manos viajaron hasta mi espalda.

-Feliz cumpleaños amor –todo mi cuerpo se estremeció ante sus palabras.

No quiero abrir mis ojos, si esto era un sueño no quiero despertar.

-Toma esto como un adelanto de tu regalo… -yo solo pude asentir aun con los ojos cerrados. –T-Bo te regala este día libre porque te lo mereces. Ahora, ¿Por qué no desayunamos y luego dormimos un rato más?

-Hmm… e-está bien –mi mente está en blanco, no puedo formar una sola frase coherente.

-Vamos niño bonito, te preparé un gran desayuno…

-¿Cómo no me di cuenta lo hermosa que eres? –Ella me sonrió antes de volver a besarme.

-Estábamos ciegos –susurró ella contra mi pecho -ahora vamos a desayunar –murmuró alejándose de mí.

La seguí hasta el comedor donde estaba la mesa servida. Esbocé una sonrisa ladeada, ella preparó un desayuno sorprendente; huevos, pan tostado con mermelada, panqueques, queso y jugo de naranja. Ella se sentó a mi lado y tomó un poco de jugo.

-Ahora come, lo hice para ti –ella es buena cocinera, lo comprobé hace unos meses, pero esto es divino.

-Sam… -gemí cerrando mis ojos. –Esto es lo más sabroso que he probado.

Ella solo sonrió apoyando su cabeza en la mesa, mi demonio de cabellera rubia solo me observaba comer. A veces me siento cohibido, creo que no estoy acostumbrado a ser observado de esa manera. Todo es tan diferente, puedo sentir más confianza entre nosotros y eso es algo que me encanta.

La ayudé a lavar los platos y luego fui por una ducha. La necesito en verdad, necesito relajarme porque puedo perder el control en cualquier segundo. Bajo la ducha, pensé en todo lo que ha pasado en estos meses; las amenazas de mi madre, la testificación contra Joshua y la orden de restricción para nuestras madres. Después de un rato, tomé la toalla y sequé mi cuerpo para luego cubrirme con ella, debía buscar mi ropa y luego saldría con Sam.

Abrí la puerta del armario mientras negaba con la cabeza. El próximo mes abasteceré este armario de ropa para Sam y para mí, no tenemos absolutamente nada.

-Freddie… quiero hablar contigo –escucho al mismo tiempo en que comencé a marearme.


-Muchacho, ¿estas bien? –una voz extraña se escuchó.

Me giré y no vi a nadie, Sam no estaba a mi lado.

-¿Sam? –grité o eso creí.

-Tu esposa se llevo a tu hijo, pero te dejo allí tirado –comentó la voz extraña. -¿Se pelearon?

-¿Mi esposa? ¿Mi hijo? –Balbuceé sintiendo una fuerte punzada en mi cabeza. -¿Dónde estoy? –Pregunté tomando mi cabeza con fuerza, era un dolor insoportable.

Abrí los ojos y busqué con la mirada a esa persona que me habla desde hace minutos. Era el cartero que solía llevar la correspondencia a Brushwell. Giré mi cuerpo solo un poco para ver un coche, fruncí el ceño y me pregunté quien lo habría dejado allí. De pronto mi corazón comenzó a latir con fuerza, mi cuerpo a temblar y mi garganta a secarse. Yo reconozco ese coche, es de…

-¡David! –Comencé a gritar con desespero. -¿Dónde está mi hijo?

-Una mujer se lo llevo mientras te despertábamos, dijo que era tu esposa –mis ojos se abrieron como platos y comencé a negar.

-Mi esposa está en el apartamento… -balbuceé antes de salir corriendo, no me importa nada, solo quiero encontrarlo. -¡David! ¡Oh Dios! Señora, ¿no ha visto este bebé? –Esa fue la primera de muchas preguntas que hice.

Estoy tan desesperado que no me di cuenta como llegué hasta mi apartamento, abrí la puerta y todos saltaron gritando "sorpresa". Sam tiene la sonrisa más hermosa y llena de felicidad que pronto fue remplazada por una de confusión. Ella comenzó a mirar a todos lados y de seguro se preguntaba donde estaba David, me miró a los ojos con angustia y no lo soporté, me dejé caer en el suelo.

No tengo palabras para expresarle cuanto lo siento, si hablo perderé el control, pero es necesario.

-Sam… -la miré a los ojos, ella ni siquiera respiraba. –Me robaron a David…

Yo te cuidaré (seddie)Where stories live. Discover now