Carta del 17/02/2086

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¡Hola! Gracias por darle una oportunidad a esta historia, a sus Cartas al aire... Y, por supuesto, gracias por los votos y comentarios, gracias por ser el motor de mis locuras. ¡A leer!

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17/02/2086

Hoy ha sido un día... Bueno, no sé cómo definirlo y, aunque he declarado que, ustedes, mis cartas, sois cartas al aire, te lo voy a contar a ti, aire, o, en el mejor de los casos, a quien lea estos folios en algún momento indeterminado en el tiempo...

Sí, sé que es una locura, pero te lo voy a contar a ti, seas quien seas, aunque seas el aire o sólo una hoja... Necesito desahogarme...

Hoy estaba acechando a una posible presa, se trataba de un nido con huevos a mi alcance. Sí, lo sé, no era una gran cosa, pero era comida, ¿sabes? Así que, ahí estaba yo, encaramada a un árbol, cuando, de pronto, he visto aparecer a un enorme lobo negro... Me ha extrañado verlo sólo, pues suelen ir en manadas, así que el miedo ha recorrido mi cuerpo en milésimas de segundo. ¿Dónde estaba el resto de ellos? No lo sabía, pero lo que sí sabía es que este lobo sí que estaba cazando de verdad y yo me había dejado mi preciado arco en la cabaña en la que llevo refugiándome algunos días, pues se suponía que no lo necesitaría en el árbol que está justo enfrente...

Así que, sin ningún arma y, por lo tanto, sin posibilidades de defenderme si la cosa se ponía fea, he hecho lo que mejor sé hacer, pasar desapercibida. No he visto lo que perseguía el lobo, supongo que estaba demasiado ansiosa por alcanzar los dichosos huevos, pero lo que sí sabía es que lo mejor era quedarme quietecita. Los animales salvajes no se lo piensan dos veces si ven que puedes ser su plato del día, así que me he quedado petrificada, esperando que el lobo se fuera y rezando porque no llegara el resto de la manada... Sin embargo, otro lobo gris y blanco ha aparecido en escena y, en cuestión de segundos, ha comenzado una encarnizada pelea.

Sólo se escuchaban gruñidos feroces, dentelladas y algún que otro lamento cuando el contrario le hería. Quería cerrar los ojos, pero he aprendido que jamás debo cerrarlos, son mi mejor alarma de peligro junto con mis oídos.

Se me ha hecho eterna la lucha de esos dos mastodontes y no sé en qué momento ha acabado, pero cuando se ha terminado todo, he visto por qué luchaban... Un cachorro herido salía tambaleándose entre la maleza en busca de la que he supuesto, era su madre. Lamentablemente, el que ha vencido, ha finalizado lo que había empezado y lo ha matado allí mismo, llevándose el trofeo en su boca ensangrentada...

Cuando has vivido una guerra, tiendes a volverte dura, pues has visto demasiada muerte a tu alrededor. No obstante, no he podido evitar que mis ojos se me humedecieran. Pobre loba y pobre cría... Me he sentido un ser horrible por no haber intervenido, pero tampoco tenía ningún medio para hacerlo, ni siquiera para protegerme a mí misma... Dios, si ese lobo ha atacado a otro, es que la comida escasea en este territorio y yo puedo ser esa comida fácilmente...

He mirado al animal moribundo allí tirado, esperando morir rápidamente, supongo, y me ha invadido una pena indescriptible... Estoy harta de ver injusticias, de vivirlas, de ver la muerte mirándome a la cara. Sin embargo, los minutos pasaban y los ojos de aquella loba no se cerraban...

Ese ha sido el momento en el que me he planteado ir a ayudarla, pero mi subconsciente me ha recordado que estaba observando a un animal salvaje que no dudaría en matarme si pudiera, así que he esperado en mi escondite, rogando porque el otro lobo no volviera para alimentarse de ella... Pero la noche ha empezado a amenazar mi seguridad, así que me he limpiado la humedad de mis ojos y me he atrevido a bajar del árbol. Total, mucho no podía hacerme la loba en el estado inmóvil que estaba, pero al verme, el animal ha enfocado sus ojos asustados en mí y algo se ha roto aún más dentro de mi quebrado corazón.

El sonido de su sentir, ese quejido lastimero que hacen los canes al llorar, ha llegado a mis oídos y he tomado la decisión más estúpida que se me ha ocurrido en mucho tiempo... Me he acercado, sus ojos se han cerrado y estoy segura que ha perdido el conocimiento o se ha desmayado porque me hubiera atacado con la poca fuerza que le quedaba si hubiera visto lo que pretendían hacer mis manos... Sí, gracias a la adrenalina que recorría por mi cuerpo, la he cogido en peso y la he llevado a la pequeña cabaña abandonada en la que me he refugiado estos días atrás.

Así que sí, aquí estoy, curando a una loba moribunda que me gruñe entre lamentos y desmayos cada dos minutos. No sé si se va a morir, pero si logro salvarla tampoco sé si no me atacará a la menor oportunidad, por lo que estoy escribiendo estas líneas sin pensar demasiado... Mi estúpido corazón, ese que evoca emociones que me hacen ser débil, ha hecho que ayude a esta pobre loba. Y ahora, estoy gastando en ella la poca medicina y ungüentos que tengo guardados para mí.

Sólo espero que si se recupera, recuerde quién ha estado curándola y ayudándola a sobrevivir, sino es así, tendré un grave problema, pues, ahora mismo, la sangre que mancha absolutamente todo es la suya, pero dentro de un tiempo puede que sea la mía...

Cartas al aire (En pausa).Where stories live. Discover now