Capitulo 9

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Philip, se propuso primero terminar el poema que estaba escribiendo antes de que su madre les avisará que su tía angélica estaba por llegar, mientras que Laurens le ayudaba.
En si, todo iba tranquilo.

Sin embargo con Alexander...

Mejor dejamos que él lo cuente.

Pov Alexander.

Ya sabia que Angélica ya estaba en casa, pues Eliza lo grito a los cuatro vientos por toda la casa, y, desgraciadamente no me ha perdonado aún...
En fin, no había bajado para saludar a Angélica porque aún tenia que terminar unas hojas y eso me llevaría casi toda la tarde.

Mientras escribía, decidí pararme al menos por unos minutos para que después no se me durmiera mis piernas, ¿porque no? Y, cuando me había parado, alguien abrió la puerta.

Era Angélica.

Me alegró verla después de tanto tiempo, así que recibirla era lo menos que podía hacer.

— Angélica...

— Alexander...

Cuando se cerró la puerta, su dulzura desapareció.

— Felicitaciones. - su rostro detonaba enojo puro, como si hubiera hecho el peor crimen que alguien pueda cometer, me preguntaba el porque por unos segundos, pero después recordé. Era por el panfleto, así que, sorprendido y levemente asustado por el repentino cambio de actitud de Angélica.

— inventaste un nuevo tipo de estupidez, equivalente a: "un daño que no puedes deshacer" tal estupidez - las palabras de Angélica eran hirientes hacia los oídos de Hamilton, el cuál, seguía sorprendido por la actitud cortante y fría de su contraria. — ¡abrir la jaula de los animales del zoológico! Tal estupidez, verdaderamente, ¿lo pensantes? Tal estupidez.

Angélica le regalo un suspiro de decepción a Alexander y prosiguió.

Sin embargo, volveremos con ellos en unos momentos.

Ahora, Eliza se encontraba en frente a su chimenea, re-leyendo las cartas que Alexander le había dado en un pasado hermoso y brillante, en tales cartas tenia escrito palabras de amor y promesas.
Con esas cartas la había dejado indefensa.

Pero ahora...
Ahora...
Esas palabras escritas en esas cartas solo detonaban su paranoia con su legado, sin sentido, ridículas.

Todo era tan absurdo, ¡todo! El había destruido la vida de sus hijos y la de ella para limpiar su nombre, era tan repugnante que, que-

Tenia que borrarse de la narrativa.

Fue por sus cartas, todas ellas mientras le recliminaba a su esposo que seguro estaba tratando con su hermana.

— ¡no tienen derecho a mi! Tampoco a mi corazón - ya, al estar en frente a su chimenea con su caja con miles de cartas de amor que le había dado Alexander. — nunca sabrán lo que pensé, quemaré las cartas, quemaré las memorias, que pudieron salvarte...

Empezó a tirar todas esas cartas en la chimenea, las veía arder, y, cuando se le acababan iba por muchas más.

Elizabeth ya no reconocía con quien se había casado.

Ya le faltaban unas pocas, y, mientras el fuego subía mientras devoraba dichas cartas de amor, el enojo y la tristeza de Elizabeth subía al igual que el fuego.

Ahora, estaba juzgando a su esposo ausente, como si estuviera allí.

— ¡No tienes derecho a mi! ¡Tampoco a mi corazón, en la oficina dormiras! - las lágrimas ya amenazaban de salir de sus ojos, aún le era difícil aceptar eso, sin embargo, no se arrepiente. Así que prosiguió. — ¡con todos los recuerdos, de que mío eras!

Ya se habían quemado todas sus cartas, ya no quedaba nada más, solo cenizas.

Así Elizabeth empezó a llorar, sentada en el suelo y susurró.

— espero que ardas...

Ya había cumplido lo que quería hace tiempo.
Gracias a Angélica tuvo la fuerza de hacerlo finalmente.

En fin.
Volvamos con Alexander.

— ¡Fue un acto de sacrificio político! - contesto enojado Alexander, lo cual hizo que Angélica se girará a verlo incrédula.

— ¿sacrificio...?

Alexander no creyó ver eso.
El rostro de Angélica mostraba dolor y tristeza.
Que... ¿Que sacrificio hizo ella?

Angélica, al escuchar esa palabra "sacrificio" le dolió, pero tenia que seguir.

— Languidezco un matrimonio sin amor al cual solo vivo para leer tus cartas... - Recordó su boda, ella nunca amo a Jhon Church, sin embargo, como sabia perfectamente. Ella jamás se casaría por amor. No tenia el derecho.

Después, recordó su única felicidad.
Las cartas de Alexander.

— te veo y pienso: "Dios, ¿que hicimos a nuestras vidas y que conseguimos?" - estando al frente de su contrario, con su rostro que aun reflejaba dolor, mientras que Alex no le podía ver a los ojos.

Sin embargo, siguió.

— pero eso no borra los años y las lágrimas, he vuelto a la ciudad y pienso quedarme, ¿sabes porque estoy aquí?

— Angélica... - tomo el rostro de angélica, había venido por él

Ella retiro su mano, no le va a tener lastima, y NO vino por él, rayos, tenía que dejarselo en claro.

— No estoy aquí para ti... - el enojo volvió al rostro de Angélica. — Conozco a mi hermana como me conozco a mi misma y nunca encontrarás a nadie tan confiable y tan real - tomó aire. Le costaba continuar con lo siguiente. — hace miles de años ella me dijo: " este es mío "

Eso lastimo el corazón de Alexander.
¿Eso había dicho? No podía ser posible...

— y yo, me aparte... - la voz de angélica se estaba rompiendo. — ¡¿sabes por qué!? ¡Quiero a mi hermana mas que nada en esta vida! Pues, ¡sacrificaria mi propia felicidad por la de ella, todos los días! - ya estaba llorando, pues decía la verdad.

Su hermana lo merecía todo, no importaba si ella vivía infeliz si Eliza podía seguir sonriendo.
Angélica realmente ama a su hermana.

— ¡Eliza! - grito el nombre de su hermana con dolor, rayos, ¿que no haría por ella? Y, en ese momento volvió a recuperar la fuerza defenderla. — Es lo mejor de nuestras vidas,  ¡espero que sepas que fuiste bendecido con la mejor esposa!

— Felicitaciones - prosiguió mientras se dirigía hacia la puerta, ya había terminado de "hablar" con él, solo necesitaba tener algo más en claro. — por el resto de tu vida, ¡cualquier sacrificio sea para mi hermana, ¡dale la mejor vida!

— Felicitaciones.

Y así, Angélica se retiró sin dejarle que decir a Alexander.

Angel guardián [ HAMILTON]Where stories live. Discover now