Capítulo 10

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Capítulo 10

En blanco. Amir estaba en blanco. Su reguero emocional se fue al piso en ese instante. Su voluntad calló y se sintió perdido. Con lentitud Amir se liberó de las manos compasivas y empáticas de Ahnia. No lo creía. No quería creerlo. Si se quedaba con Beira no iba a tener duda de que sus almas se buscarían como una polilla a la luz y, se destrozarían. Se sujetó la cabeza con ambas manos intentando serenarse, intentando no pensar en todos los escenarios.

—Amir no puedes involucrarte más de lo que ya estas con ella— Amir sonrió sarcástico y escéptico.

—Claro, pan comido— comentó sarcástico.

—Amir...—intentó ser más comprensiva.

—Sabes que eso será imposible Ahnia— ella sonrió como si ya hubiese escuchado esas palabras de sus labios.

—Imposible...si mal no recuerdo tu familia tiene la fama de tirar esa palabra por el suelo— Amir sonrió, pero su sonrisa no llegó a sus ojos.

—Ya no pertenezco a esa familia. Ya no—

—¿Quién dijo que estaba hablando de ellos?— Ahnia se levantó, se acercó a Amir y le alzó la barbilla para que la mirara.

—Eres mi hijo Amir, eres mi familia y los Rakthal desayunamos imposibilidades. Si crees que la tarea es pesada, entonces encuentra la forma de sobrevivir; de mantenerte entre la luz y la oscuridad. Protege a tu pareja Amir aunque tengas que quemar todo Cahél y bajar unos cuantos dioses—

Amir sintió la ola de apoyo, amor y confianza que Ahnia le transmitía. Sonrió confiado y dispuesto a arrancar un par de cabezas. Siempre se había dicho que había nacido en la familia equivocada, porque cuando Ahnia abría la boca simplemente lo abastecía de confianza y determinación. Esa mujer lo había amado como un hijo y celado como una fiera cuando era solo un crio que le gustaba el peligro.

Si su mente no le fallaba, las mujeres Rakthal eran quienes llevaban su corona bien puesta y arrasaban con todo a su paso con sus palabras, portes, actitudes y acciones. Eran mujeres que no se amilanaban y Amir estaba profundamente agradecido que una de ellas lo hubiese acobijado bajo su seno.

Amir asintió, se levantó y le dio un sonoro beso en la frente a esa mujer que veía como una madre. Chasqueo los dedos y desapareció en un santiamén.

—Suerte...— susurró Ahnia una vez Amir había desaparecido.

Ella se quedó estancada en ese lugar mirando fijamente a un punto en la nada. Su mente hacia muchas divagaciones sobre lo que estaba pasando. Eso y tratando de controlar su instinto de proteger a ese hombre como si todavía fuese un niño pequeño. Ella tenía un mal presentimiento y no quería que Amir tuviese que ver con lo que su intuición estaba anunciando en el fondo de su corazón.

—No le dirás la verdad ¿mama?— la pequeña niña que había ayudado a Rhay con su Índex apareció al lado de su madre y se encaramó a su cintura.

Ahnia negó y le acaricio el cabello rubio. Sus niños estaban con ella y haría lo que fuese necesario para protegerlos. ¿Sería ella capaz de decirle la verdad a su niño? No. Su Amir aún no estaba preparado para saber toda la verdad y probablemente nunca lo estaría.

—Pronto pequeña, pronto...—le dijo para calmarla y darle confianza. Ella era la que necesitaba confianza para poder sostenerse a lo que venía.

Ahnia alzó su mirada al techo con esperanza reflejada en sus pupilas. Deberías sentir vergüenza por esto se regañó a ella misma, pero hizo caso omiso a su orgullo y cerró los ojos con la poca fe que aún conservaba en el fondo de su ser.

Rezó. Rezó en silencio a los dioses desquiciadosque usaban la vida de los terrenales como si fuesen piezas de un gran juego. Solo les pido que cuiden a mi hijo. Élsiempre se ha dejado llevar por lo que tanto usted valoran...protejan a mi hijo.    

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