Parte 8

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Esperé a Heidi al frente de la puerta. Salió un poco tarde. Yo pensé: «No vaya hablar mucho. Si


hablo demasiado me va a mirar como si yo fuera una tonta, como Amrei».


-Heidi. ¿sabes dónde está Ilse? -le pregunté. Me dijo entre sorprendida e indignada:


-¿Por qué me preguntas eso? ¿Por qué habría de saberlo?


-Porque eres su amiga y siempre estás con ella.


Ella me interrumpió:
-¿Cómo que siempre? Sólo hablamos de vez en cuando, no más...


Heidi primero me trató como a un bebé, pero luego se volvió razonable y me dijo que nunca


perdonaría a Ilse por no haberle contado su plan de fuga. Lo único que sabía, (lo dijo susurrando) era


que Ilse había tenido amoríos con Herbert Plank.


Herbert Plank estaba en décimo. Dijo que a Herbert Plank y a Ilse los unía un gran cariño.


-¿Herbert también se fue? -pregunté.


-No, está aquí -dijo Heidi-. Lo vi hace un rato en el salón de física.


Dijo que el amor entre Herbert e Ilse era un estricto secreto, y que se suponía que ella no sabía


nada. Dijo que ella nunca había hablado con Herbert.


-Para los de décimo uno es aire a menos que luzcas como tu hermana.


Yo no luzco tan bien como Heidi, y tal vez, para Herbert Plank sea menos que aire; sin embargo,


decidí hablar con él.


Le dije a mamá que iba a estudiar con Annie Meier para el examen de historia y que iba a ir a su


casa. Mamá estaba en cama. El médico le recetó pastillas para dormir y aún así, no podía conciliar el


sueño.


Herbert Plank vive en la misma calle que nosotros.


Busqué su dirección en el directorio telefónico.


En el primer piso de la casa había una gran placa sobre la puerta principal:


DR. REIMUND PLANK. NOTARIO.


Casi iba a timbrar, cuando leí un aviso junto a la placa que decía:


CASA UN PISO MÁS ARRIBA.


Subí un piso. No tuve que hacer mucho esfuerzo.


Toqué el timbre junto a la puerta y casi en el mismo momento se abrió la puerta.


Un niño casi tan grande como Oliver estaba frente a mí.


-Quiero hablar con tu hermano -dije.


-¿Con cuál de todos?


-Con Herbert.


-¡Aquí hay alguien que quiere hablar con Herbert! -gritó el pequeño. Di dos pasos hacia el


corredor, aunque hubiera preferido dar mil pasos hacia afuera y huir. Luego pensé que me hundiría


en la tierra y que iría a dar a la notaría.

Después se abrieron las puertas. Primero salió una señora con un delantal azul, luego una mujer


con rizos rubios y con un gran busto y luego una mujer mayor con canas, una mujer muy delgada que

Por favor, vuelve a casaWhere stories live. Discover now