Parte 14

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¿Qué sacaba con saber que Ilse estaba en Florencia y que tal vez iría a Roma y que había dejado mi


bolígrafo donde el propietario? No me servía para nada. Para absolutamente nada, pero ya lo sabía y


no lo podía olvidar.


Sobre todo eso de «él siempre tiene una con él».


Eso no lo podía olvidar. No quería que mi hermana estuviera con uno «que siempre tenía una con


él». Estaba segura de que Ilse no sabía eso. No entiendo mucho de asuntos de amor, pero sabía que


Ilse no se escaparía con uno que siempre tuviera una con él.


«Si Ilse hubiera escuchado hablar al propietario». pensé, «no se hubiera ido con el hombre del


abrigo de cuero». Fue horrible como dijo: «Él siempre tiene una con él».


Es como si hubiera dicho: «Él siempre tiene un tuvo de dentífrico con él», «Él siempre lleva una


lámpara de bolsillo con él».


Mi hermana no es ningún dentífrico ni ninguna lámpara de bolsillo.


Mientras más tiempo corría bajo la lluvia, más segura estaba. ¡Ilse tenía que regresar! No debía


estar con un tipo que la tomara por una lámpara de bolsillo. Y de repente me dije: «Necesito a alguien


que me ayude a traer a Ilse de vuelta».


¿Alí Babá? Él es muchísimo más valiente, inteligente y experimentado que yo, pero con seguridad


no podía traerla.


¡La Trabajadora Social de la policía con la que hablé una vez! Fue muy amable, pero no quería ir a


la policía. Y tal vez no la hubiera encontrado allí. Kurt siempre dice que uno no debe ir


inmediatamente a la policía.


¡Kurt! ¡Kurt debía ayudarme!

«5655615», pensé. Me sabía el número del periódico de memoria. Al frente, en la esquina, había


una cabina de teléfono.


Cuando entré en la cabina, me di cuenta de que no tenía ni una moneda en el bolsillo.


La oficina de Kurt quedaba bastante lejos. Si iba a pie necesitaría por lo menos una hora. En una


hora serían las once. De las once y media a las doce Kurt tenía reunión de redacción y no lo podría


interrumpir. Rara vez tengo verdadera ira, pero esta vez sí la tenía.


¡Un chelín! ¡Un desgraciado, un ridículo y único chelín!


Pensaba en todos los chelines que había prestado y que nunca me habían devuelto y maldecía a


todo el que me había utilizado, engañado y se había enriquecido a mi costa. Un miserable chelín era


todo lo que necesitaba. De golpe pensé en la abuela. Ella me lo daría. Su casa no estaba tan lejos. En un


cuarto de hora podía estar allá. Y la abuela no estaría en el mercado porque estaba lloviendo.


Corrí lo más rápido que pude. Casi me resbalo y caigo en un enorme charco.


En un semáforo, en un cruce de calles, crucé la calle en amarillo y dos autos tocaron sus bocinas.

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