Parte 17

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Hice todo lo posible por invernar.


Me dormí un par de veces pero con un sueño muy ligero.


Una vez me despertó Oliver, otra timbró el teléfono, otra vez Tatiana habló junto a mí, y en la


noche la Trabajadora Social vino con un plato lleno de sémola y un vaso de jugo de manzana. Puso el


plato y el vaso en mi mesa de noche y se quedó parada al lado.


-Come -dijo-, se va a enfriar. Necesitas algo caliente en tu estómago.


Tomé el plato de sémola de la mesa de noche. Sabía horrible.


-¿Quieres leche achocolatada? -negué con la cabeza-. Tu hermana va a estar eternamente


agradecida contigo.


-No creo -murmuré yo. Realmente no quería hablar con la Trabajadora Social, pero al fin y al cabo


era la única persona con la que podía hablar en ese momento. Además no puedo estar muda durante


horas aunque me lo proponga.


-Pero debe de estarlo -dijo la Trabajadora Social-. Sin ti todo este problema hubiera sido peor -lo


dijo solemnemente. Yo me sentí halagada y también algo más tranquila.


La Trabajadora Social tomó el plato vacío.


-Ella se sentirá contenta de que hayan ido a buscarla -dijo la Trabajadora Social.

-Dirá que lo arruiné todo -dije yo.


-Pues si se atreve a decir eso -alisó las mantas-, entonces es más tonta de lo que había imaginado.


Yo quería contradecirla, pero la Trabajadora Social no me dejó decir palabra.


-¡Y ojalá que se vuelva más consciente! ¡Uno nunca debe perder la esperanza! -dijo.


Así como lo dijo, parecía como si hubiera perdido la esperanza hacía ya mucho tiempo. Como si


nunca hubiera tenido esperanza. Por lo menos con respecto a Ilse; pero no se me ocurrió nada. Por eso


sólo dije:


-Yo quiero a Ilse.


-Es normal que los hermanos se quieran -respondió la Trabajadora Social y puso el vaso vacío


sobre el plato, asintió con vehemencia y dejó la habitación.


Me di vuelta hacia la pared, miré una mancha gris sobre la pared rosada y me pregunté cuándo


volverían mamá y Kurt.


Yo sé que para llegar hasta la frontera con Italia se necesitan por lo menos cinco horas. No se qué


tan lejos quede Florencia. De todas maneras era de suponer que no volverían antes del mediodía.


Oí que la Trabajadora Social hablaba con Oliver, y que le decía que mamá regresaría mañana en la


mañana.


-Yeso si no les ocurre nada en el camino -dijo.


Es por la tarde. Ya no tengo fiebre. Ya no estornudo. Estoy en la cama y leo una novela policíaca.


Ayer, tarde en la noche, Kurt, mamá e Ilse regresaron. Ilse está en su cama. Duerme.


Cuando miro la cama de Ilse, le alcanzo a ver las uñas de los pies por entre las cobijas.


Las tiene pintadas de morado. Tal vez no duerme.


Quizá sólo lo aparenta.


Mamá y Kurt están en la policía. Tiene que avisar que Ilse ya regresó. Los dos estaban muy


nerviosos antes de ir a la policía.


Mamá, lo oí perfectamente, le dijo a Kurt que tenía miedo de que el verdadero torbellino


empezara a moverse. Kurt suspiró.


-Buenos días, señor comisario -dijo-. Mi hija ya está aquí, por favor destruya el expediente, ya no


lo necesitará.


Él dijo que habría de todas maneras un proceso en contra del hombre del abrigo de cuero porque


Ilse era menor de edad. Y dijo que sería bastante desagradable. Mamá gimió y dijo que podría matar


al tipo. Primero se había metido con su hija y luego huía.

El hombre del abrigo se escapó. Después de hablar con el propietario del bar y después de haber


oído que Ilse era tan joven y que había mentido, la llevó hasta la frontera y la dejó en un restaurante.


Probablemente no quería encontrarse con Kurt y con mamá.


Antes de que Kurt y mamá fueran a la policía, discutieron sobre si Ilse debía ir a un hogar para


jóvenes o a un internado. Kurt estaba en contra y le dijo a mamá que ella sólo quería librarse de la


responsabilidad. Mamá dijo que ella no podía decidir eso sin papá. Luego Kurt rió enfadado y dijo


que eso era una broma; que el hombre menos preocupado por Ilse era papá.


Los pies con uñas violeta se han movido. Llamé en voz baja:


-Ilse ...


Pero no se mueve. Probablemente duerme. Debe de estar cansada. Por la noche habló mucho


conmigo. Horas. Quería explicármelo todo. El hermano del propietario del bar, me dijo, era el primo


de Amrei. Y en realidad se fue con Amrei a Londres, pero en algún lugar perdieron los boletos y por


eso llamaron al primo de Amrei.


El primo las recogió y les ofreció trabajo en Roma, donde un conde. En un palacio. Su esposa era


diseñadora de modas.


Yo hice como si se lo hubiera creído todo.


Luego Ilse siguió contando: Conoció a un hombre en Florencia que hacía películas y que estaba


muy emocionado con Amrei. Próximamente vendrá a Viena para hacerles pruebas. Si las pruebas


salen bien entonces ella conseguirá un papel protagónico y Amrei uno secundario.


Volví a asentir emocionada.


Hasta le di mi palabra de honor de que no le contaría nada a nadie.


Afuera ya estaba oscuro e Ilse terminó por fin de contar sus historias de director de circo.


-¿Te quedarás aquí, entonces? -le pregunté-. ¿Seguro que ya no te irás de nuevo?


Se sentó en la cama y dijo:


-Por el momento, no. ¡Pero cuando empecemos a rodar la película, nada me detendrá! ¡Nada! ¡Me


iré para siempre!


¡Si sólo supiera qué hacer!


Ahora los dedos con las uñas violeta desaparecieron debajo de la cobija.


Tengo miedo. No sólo por Ilse. Tengo miedo por todos nosotros.

FIN

Por favor, vuelve a casaWhere stories live. Discover now