uno

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Era inevitable mover la cabeza al ritmo de la música que salía por mis auriculares, e igual de inevitable era que me hablara alguien y yo no le pudiera responder. Pero me daba igual, en ese momento solo deseaba concentrarme en la voz de Freddie Mercury entonando Bohemian Rhapsody.
No tenía un estilo de música favorito, por lo tanto en mi lista de reproducción en Spotify se podía encontrar desde Vivaldi o Mozart, hasta canciones del mismísimo Eminem. La música era algo que no podía faltar en mi día a día. Era tan grande la necesidad que tenía de escucharla que mi madre comenzaba a quejarse de que me iba a quedar sorda de tanto llevar los cascos puestos en las orejas. Otra cosa que me daba igual. Llevar aquellos aparatos me hacía volar a otra realidad y ver las cosas de otra manera, de un modo más bonito y romántico.

No sé si en algún momento dejaré de decir estupideces.

Detuve mi camino al pasar por delante de una tienda de ropa. Primero me fijé en el escaparate y, tras ver que nada de lo que había era mi estilo—toda esa ropa se basaba en camisetas de manga corta de colores chillones con mensajes tontos en inglés y vaqueros oscuros demasiado cortos además de anuncios de la vuelta al colegio—, miré mi reflejo. Deshice la coleta que me había hecho después de salir de clase de baile—bueno, más bien de la ducha—y revolví mi pelo castaño aún húmedo, intentando copiar la melena de los leones del zoo que tanto miedo me daban de niña. Suspiré y froté mi cara cuando comenzaron a sonar las primeras notas del primer movimiento de Claro de Luna de Beethoven. Sonreí al instante al ver mis ojos y nariz decorada con alguna que otra peca.
Desde que tengo memoria soy consciente de que soy adoptada, nunca fue un secreto. Cuando tuve la suficiente capacidad para entender cosas algo más difíciles que los colores y las letras del abecedario, mis padres me dieron una charla que se resumía en que yo no era coreana. Mi pequeña cabeza se lo imaginaba, pues mis ojos no eran igual de rasgados que los de mis padres o los niños de la guardería, pero me lo tomé muy bien, tanto que lo iba pregonando y siempre se lo decía a una persona antes de conocerla.
Era originalmente de España, un país al cual había viajado más de una vez a lo largo de mis dieciséis años de vida. Mi madre decía que le encantaba ese país por todo: la gente, la comida, el paisaje, las playas y hasta el aire que se respiraba; por lo que decidió después de saber que no podía tener hijos adoptar a un crío español.
A mí también me gustaba España, tanto que acabé aprendiendo a hablar castellano igual de rápido que aprendí la lengua oficial del país en el cual vivía.
Me resultaba muy gracioso hablar con los españoles pues acababan casi siempre haciéndome cumplidos a los que respondía con una tímida sonrisa fingida. Casi todos tenían mucho desparpajo.
Mis padres solían repetirme una y mil veces que me eligieron por mis ojos. Cuentan que cuando vieron dos luceros café tan brillantes y tan hermosos como para ser reales, se enamoraron profundamente de mí. De niña me encantaba que me dijeran eso, pues me sentía la persona más especial de todo el mundo, pero cuando me hice mayor no quería aceptarlo... Y me costaba pues hasta los profesores de la escuela me lo decían."Tienes unos ojos muy bonitos", "tus ojos son muy expresivos e interesantes", "me he enamorado totalmente de tu mirada."

¡Jobar! ¡Ya sé que soy preciosa y que mis ojos son los más bonitos de Seúl, pero dejadme en paz de una puñetera vez!

Cuando quise darme cuenta me había quedado embobada mirando a una esquina del escaparte. Me di una bofetada—literalmente—y corrí hacia la entrada del metro que se encontraba relativamente cerca de la tienda en la que me había quedado admirando mi belleza.
Con el corazón en la garganta llegué justo a tiempo para subirme a un vagón y engancharme a una de las barras laterales, pues las del techo eran demasiado altas para mí.
Estaba pensando en las ganas que tenía de llegar a casa y tumbarme en el sofá para disfrutar de mi último día de vacaciones de verano cuando comenzó a sonar This is Gospel.
Estaba deseando entrar por la puerta de mi casa para respirar tranquilidad, pero era difícil que llegara sin que me ocurriera algo interesante...
En realidad no, mi vida se basaba en una aburrida rutina planificada para mi total comodidad y disfrute de ella en general. Sí, me divertía muchas veces, pero no me ocurría algo digno de una novela de Internet...

Blue | Min Yoongi; BTSWhere stories live. Discover now