veinte

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Abrí los ojos con cuidado sabiendo que la luz me iba a hacer daño al instante. Me había quedado dormida sobre el escritorio en una posición de lo más incómoda y con las persianas de mi cuarto abiertas. Frente a mí pude ver el cuaderno donde solía escribir mis canciones repleto de tachones y dibujos sin ningún tipo de sentido. Giré con cuidado mi cuello para estirarlo ya que la manera en la que había dormido no era nada agradable para las cervicales, ni para ninguna de las vertebras de cualquier ser humano.

Sería el cuarto día seguido que dormía sola en casa y aquello me hacía sentir fatal. Mi padre se pasaba el día en el hospital con mi madre, el único momento en el que les veía a ambos era después de clase. Mi nueva rutina, la que estaba vigente en mi vida aquellos días recientes, se basaba en estudiar en silencio en la sala dónde mi madre se recuperaba mientras mi padre se iba a casa para asearse y cambiarse. Luego tan solo volvía a casa para cenar y dormir sola.

Mi madre estaba dando resultados positivos, aún así no me sentía del todo cómoda por la manera en la que actuaba. El primer día que pudimos vernos tras la operación no paró de repetir lo agradecida que se encontraba y lo feliz que estaba por volver a vernos como siempre. A partir de entonces dejó de hablar del genial trabajo de los cirujanos del hospital, de la nada parecía que se arrepentía de lo que una vez había dicho. Me olía mal su manera de actuar, también que mi padre cada vez que nos viera juntas reprimiera algo en su interior, algo que se encontraba entre una tos incontrolable y el llanto.

Era sábado y, para mi sopresa, no tenía ganas de vestirme e ir a clases de baile. Tampoco quería ir al hospital y menos con Taehyung, que me haba ofrecido el día anterior ir al cine con él para ver la última película de Los Vengadores. Que me sintiera tan desganada no era culpa de mi mejor amigo, lo sabía; pero también sabía que si me forzaba a salir con él y a fingir que estaba tan llena de vida como antes de enterarme de lo que mi madre padecía, me haría tanto daño que no sabría volver a pretender estar bien o incluso a estarlo de verdad.

Me levanté de la silla para acercarme al baño y lavarme los dientes. No podía pasar por alto el desagradable dolor de espalda gracias a la postura que había adoptado durante toda la noche y menos mis ojeras. Mi madre siempre me decía que yo era la única persona que conocía que pocas veces tenía ojeras, por no decir nunca. Últimamente eso estaba dejando de ser cierto.
Tras enjuagarme la boca me lavé la cara con abundante agua, frotando sin ponerme un límite. No buscaba hacerme daño, tal vez solo borrarme las ojeras de la cara para que no se supiera desde fuera lo mal que me encontraba en mi interior.
El timbre de la casa resonando en todos los recovecos de la misma me hizo pegar un pequeño salto por el susto. Con rapidez me sequé la cara y corrí hacia la puerta de la entrada esperando con todas mis ganas que al otro lado estuviera Min Yoongi.
También habían pasado cuatro días desde que tenía noticias de él. No le había visto ni en clase y respondió con un par de monosílabos a los mensajes que le había dejado un día atrás. Decía estar bien, que faltaba a clase por gusto y para descansar. No quería dudar sobre si decía la verdad o no, pero al igual que el comportamiento de mi madre me parecía raro, me era imposible creer a Yoongi. A él le pasaba algo y no me lo quería contar, como siempre.

Para mi mala suerte tras la puerta de entrada no estaba Yoongi, solo un repartidor de pizza confundido. Gracias a mi mal humor matutino estuve a punto de cerrarle la puerta en las narices y no supe cómo logré contenerme y permitirle hablar antes de hacerlo.

—¿Has pedido una pizza especial de la casa?—preguntó revisando la etiqueta del paquete que llevaba en brazos.

—¿Qué clase de alma en pena desayuna pizza?

El chico se encogió de hombros mostrando que estaba de acuerdo conmigo.

—Aquí no hemos pedido pizza, lo siento.

Blue | Min Yoongi; BTSWhere stories live. Discover now