dos

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Resoplé y me dejé caer en la silla concentrándome en la línea más rápida del Rap God de Eminem. Estaba muy cansada ya que me había levantado a las seis y media de la mañana, y no quería tener que tratar con ningún adolescente pesado, así que me recosté sobre mi pupitre ocultando mi rostro entre los brazos.
Mi clase no era la típica clase que se dividía en los "populares" y los "pringados". No, para nada, en mi clase todos éramos iguales y todos éramos amigos.
Mejor voy a dejar de hablar en plural porque yo, realmente, nunca fui buena para tratar con gente de mi edad. No es que cayera mal o sorprendiera mi apariencia, todo lo contrario, ellos querían estar siempre cerca de mí, les llamaba demasiado la atención y eso no me gustaba. Que el mundo girara a mi alrededor y veinticinco personas estuvieran todo el rato encima de mí me resultaba tanto agobiante como pesado, así que hubo un momento en el que tuve que ignorar a cualquier cosa que se moviera y hablara.
Con el paso del tiempo comencé a pasar desapercibida en ese círculo, pero tampoco era la chica invisible. Los profesores me daban la palabra y preguntaban, los alumnos me hacían preguntas sobre la lección, yo pedía lápices cuando los necesitaba... Armonía y relajación, eso es lo que buscaba en clase y, pasito a pasito, lo conseguí.
Aún así me conocían como la primera de la clase. Era la de las mejores notas, básicamente, pero nunca me había gustado alardear de ello. En cambio, mis profesores se pasaban la vida nombrándome por los pasillos y poniéndome de ejemplo. Eso hizo que mi plan de querer pasar desapercibida se fuera al traste en la escuela, dónde todos me pedían que les diera clase o consejos—a los que yo siempre me negaba, claro—. Al menos en mi clase no era el Sol del Sistema Solar y eso me calmaba un poco porque era el lugar dónde más tiempo pasaba.

Pude escuchar los tacones de la profesora Park a tiempo para quitarme los auriculares y darme cuenta de que en el pupitre doble dónde yo estaba sentada, no había nadie. No me molestó ya que el semestre anterior había sucedido lo mismo, pero me llamó la atención cuando la profesora dijo en voz alta:

—¿Está presente el estudiante Min?

Toda la clase se giró para buscar al tal Min. No había ni rastro de él—ni siquiera sabíamos quién era, pues debía de ser nuevo—, y eso me tranquilizó ya que si se presentaba significaba que se tenía que sentar a mi lado, el único lugar libre del aula.

—Bueno, bueno, no pasa nada—dijo la señorita Park colocando sus gafas sobre el puente de su nariz y revolviendo unos papeles sobre su escritorio—. Tal vez esté enfermo, el primer día... Menuda coincidencia...

O tal vez era un idiota que para llamar la atención faltaba el primer día para llegar una semana después con una media sonrisa de satisfacción como diciendo "miradme todos, qué guay soy".
Cabe la posibilidad de que yo leyera mucho en ese entonces, pero me derrumbé moralmente al pensar que me iba a tocar estar acompañada todo el semestre por un chico que ni se molestaba en venir el primer día y seguramente era un delincuente común.

Vaya Min, no te conozco y ya te odio.

La clase transcurrió con normalidad. No hubo presentaciones ni nada por el estilo ya que llevábamos juntos los otros seis meses anteriores, así que para nuestra buena—o mala, según como lo miraras—suerte, tuvimos una clase de álgebra maravillosa siguiendo por la misma página del temario que habíamos dejado antes de las vacaciones.
A decir verdad el día se me pasó muy despacio, y solo cabe a destacar que un chico con pinta de ser pandillero me confundió con su amiga gótica.

Ese es el resumen de mi primer día, la mar de interesante.

Yo deseaba con todas mis ganas ver a mi mejor y único amigo ese mismo día, pero al parecer no pudo acudir en el recreo a nuestro lugar de encuentro. Fue triste y muy patético, ya que tuve que comer sola sin escuchar ninguna de sus bromas tontas.
Caminaba con la cabeza gacha hacia mi casa. Decidí no coger el metro por miedo a encontrarme con los tipos del día anterior. También se me estaba quedando el móvil sin batería, por lo que no llevaba puestos mis famosos cascos.
Suspiré por milésima vez pateando a la nada y tarareando una melodía inventada por mí que perfectamente se podría poner en un anuncio de teletienda.
Todo era tan monótono y tan aburrido... Solo quería que ya fuera sábado para asistir al polideportivo.
El primer día oficial del fin de semana era mi único día libre entre unas enormes comillas, así que lo aprovechaba para ir a hacer ejercicio o asistir a clases extras de danza moderna. Iba todos los martes—y, como ya había mencionado, algunos sábados—a mis clases de baile. Adoraba ese grupo, eran de mis personas favoritas en el mundo y además adoraba bailar con toda mi alma. En invierno aprovechaba aún más el centro ya que me encantaba ir al gimansio o a la piscina cubierta y hacerme unos largos después de practicar nuestras cansadas coreografías.
Contado de esta manera parece que yo era en ese entonces una deportista excepcional y que no podía estar ni un día sin sudar un poquito forzando mis músculos, pero no era así. En realidad era bastante torpe, llegando al punto de que en las clases de Educación Física me pasaba más tiempo abrazando a mi fiel amigo el suelo que haciendo ejercicio. Mis manos eran pequeñas y, encima, de mantequilla. Debía de estar bastante concentrada para que mi torpeza no se interpusiera en mis intentos de hacer deporte, cosa bastante improbable en la mayoría de los casos pues, además, yo era muy propensa a distraerme.

Blue | Min Yoongi; BTSWhere stories live. Discover now