Lucifer

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El pelirrojo respiró profundamente una última vez, estaba consciente de lo que haría a continuación, y cuáles serían las consecuencias de sus actos. Empujó la gran puerta dorada y entró.

El despacho del señor de las tinieblas lucia igual que siempre, lleno de muebles finos y antiguos, seguramente provenientes de la época cuando él era apenas un cachorro de dragón, y eso fue hace mucho tiempo. Una alfombra de color rojo sangre cubría toda la habitación, y un candelabro dorado destaca en el centro, iluminando cada rincón de lugar.

En los bordes había varios estantes, llenos de libros antiguos y desgastados. Pero quizás los más importante, era el gran escritorio al fondo del cuarto, donde sentado en una silla cubierta de la piel del ultimo lobo Huargo, se hallaba Lucifer, el hombre más temido de las cuatro principales dimensiones.

Levantó la cabeza, dejando su lectura de lado para dedicarle una mirada al recién llegado, sus ojos dorados observaron con curiosidad a su subordinado. Gabriel tragó saliva ruidosamente, nervioso ante la inspección a la que estaba siendo sometido. Si bien, el aspecto físico de Lucifer no era intimidante, tenía el cabello acaramelado, largo y que caía por sus hombros, era alto, delgado, de piel tersa y blanca, constaba con una belleza exótica pocas veces vistas en milenios. Pero sus acciones, su historia, su fuerza, todo lo demás que conllevaba ser el amo y el señor del infierno, si que aterraba.

- ¿En qué puedo ayudarte Gabriel? - Su voz profunda e intimidante, cortó como una cuchilla afilada aquel incomodo silencio- ¿Es así no? ¿Gabriel? De seguro has vuelto a cambiar tu nombre ¿O prefieres que te llame por tu apodo, Ryu?

- Gabriel está bien, mi señor- Se apresuro a decir el pelirrojo con respeto- He venido a...

- Ya se a que has venido, quieres romper tu contrato conmigo ¿Me equivoco?

Gabe apretó sus puños, levemente alterado, debía saber que esto pasaría, Lucifer lo sabía todo. Suspiró, no había escuchado desaprobación alguna en el tono empleado por su jefe, por lo que podía continuar y explicar su situación, con un poco de suerte al terminar la charla podría salir entero de esa habitación, un poco de suerte... quizás más, mucho más.

- Así es señor- Afirmó- Usted sabe que le he servido bien estos años, he hecho todo lo que usted me ha pedido y jamás he protestado o dudado de sus decisiones, es por esto, que le pido con todo respeto y humildad, que se me libere del contrato de servidumbre, ya que mi vida ahora no me pertenece, le pertenece a mi otra mitad, mi alma gemela y pareja, Mabel Pines. Es ella quien tiene mi lealtad y mi afecto, es ella a quien serviré y protegeré hasta el final de mis días- Declaró haciendo una respetuosa reverencia.

Miró la alfombra rojiza con miedo, esperando su ejecución por tal osadía, si algo le molestaba a Lucifer era el quebrantamiento de un contrató, y él había jurado servir y seguir a su líder de por vida, al menos antes de conocer al miembro más adorable de los Pines, hace un año.

- Ponte derecho y mírame- Ordenó con voz neutral el demonio.

Gabriel obedeció de inmediato, algo sorprendido de seguir con vida.

- El contrato que firmaste, decía claramente que me ofrecías tu vida y servicios, a cambio yo te guiaría y te daría refugio cuando  lo necesitaras, pelearías mis batallas, así como yo participaría en las tuyas- Repitió las principales cláusulas del contrato- Sin embargo, en vista de que tu vida no te pertenece, el pacto se invalida, no puedes ofrecerme algo que ya no tienes, y en vista de los últimos acontecimientos, en estos tiempos de guerra, no puedo ofrecerte el refugio prometido- Susurró.

Lucifer levantó su mano derecha, el pelirrojo le imitó de inmediato, una cadena oscura apareció conectada entre la muñeca del demonio y el dragón, cadena negra cuyo largo recorrió toda la habitación.

Fundidos [Dipper x Bill]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora