Capítulo 6: Espera

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¿El traje era demasiado? ¿O elegía algo más informal? ¿Cómo iría ella? ¿Estaba bien si llevaba flores? Todas esas preguntas rondaban en mi cabeza desde que me desperté. Al menos una de ellas tenía fácil respuesta: Eugenia seguramente iría con otra divertida combinación de prendas llamativas. Lo raro sería verla formal la verdad. Pero mi duda venía por el lado de si yo debía ir formal o no. Quizás el traje era demasiado y desentonaba totalmente, en ese caso ir informal y con algo más cómodo sería lo mejor. Sin embargo quería impresionarla, ya que en la tienda lo primero que hizo fue halagarme al verme vestido así. O tal vez había sido sólo un comentario gracioso de parte de una amiga. Ahora que lo pienso... ¿Eugenia era mi amiga? Nos estábamos conociendo, eso es verdad, pero... ¿En qué nos estamos transformando? ¿Estábamos convirtiéndonos en algo? ¿Somos algo aparte de dos personas que se juntan a tomar café y prestarse libros? Recordé que hoy debía devolverme el volumen que le presté. Debería llevar otro libro para darle, aunque no me haya pedido ninguno sería una linda sorpresa, junto a las flores. Sí, definitivamente llevaría flores. Y el traje. Pero sin corbata. 

Salí después del mediodía y tras un improvisado almuerzo. Iba temprano para poder comprarle un bonito ramo de rosas rojas. Me terminé decidiendo por un estilo formal pero no de traje. Llevaba el saco, una camisa escocesa azul y verde con detalles en blanco, un jean negro y zapatos. Iba prolijamente peinado para la ocasión y me puse un perfume que tenía desde hacía cierto tiempo, pero que había utilizado contadas veces. Me sentía raro, como si el que estaba parado usando mi cuerpo no fuese yo. Aunque los nervios que me hacían temblar los dedos de las manos me recordaba que, en efecto, no se trataba de otra persona más que de mí mismo, esforzándome por resultarle atractivo a Eugenia. No solamente me sentía atraído hacia ella, sino que también le había tomado bastante cariño, a pesar de que nos habíamos visto sólo unas cuantas veces. Es una de esas personas tan agradables y simpáticas que es imposible no sentir afecto. Hasta yo, una persona solitaria y antipática, había caído rendido a sus pies, y ahora rompía con todas mis rutinas y estilos de vida para poder acercarme a ella.

A las dos de la tarde ya estaba en la vereda de la cafetería. Era excesivamente temprano, aunque prefería mil veces eso a llegar tarde y dejarla esperando. Decidí entonces dar una vuelta y hacer tiempo, por lo menos unos treinta o cuarenta minutos, para después sí entrar y esperarla en la misma mesa de las otras veces. Pasé por la plaza y había chicos jugando al fútbol. Realmente pateaban esa cosa con fuerza y sin mucha puntería, por lo que la pelota salía volando para todos lados a cada rato. Me mantuve alejado de ellos para evitar un pelotazo indeseable que, además del golpe, podía llegar a manchar mi ropa. O arruinar las flores. Recién ahora caí en el hecho de que estaba paseando con un ramo de rosas en la mano. Me sentí avergonzado, aunque no tenía por qué hacerlo. Era muy común que un chico esperara a una chica con flores, lo había visto muchas veces y más en aquella plaza, pero entrar a la cafetería y que me atienda la camarera de siempre... María me conocía, ya era distinto. No había tenido en cuenta ese detalle, ahí sí iba a pasar vergüenza. Intenté alejar esos pensamientos y miré mi reloj. Eran las dos y cuarto de la tarde. El tiempo pasaba muy lento. Sin nada mejor que hacer me puse a jugar con el celular. Así transcurrieron los minutos hasta que al fin, a las 14:40 puntual, me levanté del asiento y me dirigí a "La esquina de José". 

Caminaba despacio, por lo que pasaron unos cinco minutos más. Al llegar a la puerta mi corazón latía a mil por hora. ¿Y si ella ya había llegado? Tragué saliva. Lo último que quería era hacerla esperar. Me asomé a través del vidrio de la entrada y nuestra mesa estaba vacía, al igual que gran parte de la cafetería. Respiré profundo y entré. 

  —¡Pero que lindas flores!—María me recibió con una gran sonrisa y un tono burlón—Acaso... ¡¿Son para mí?!

 —No no no, son para... ¡alguien más!—me apresuré a decir, ruborizándome.

Todos los viernes a las tres  (En edición)Where stories live. Discover now