Capitulo 16: Despedida

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A pesar de haber tenido un viernes perfecto el sábado me invadió la tristeza desde que me levanté bien temprano, para ser más exacto a las seis de la mañana. Salí apenas media hora después sin haber desayunado, no porque no tuviese apetito, sino porque no podía probar bocado alguno. Nervioso, se me cerraba la garganta cada vez que intentaba tragar algo.

El frío de la mañana impactaba directamente en mi piel. A pesar de que estaba pronosticado una temperatura máxima que pasaba los veinte grados a aquella hora el sol apenas comenzaba a asomarse y faltaba mucho para que su calor mejore el ambiente. El colectivo que esperaba tardó mucho en venir, a tal punto que tenía los pies doloridos. Cuando el transporte público al fin se hizo presente me encontré con una muchedumbre que lo llenaba en su totalidad. Subí como pude y me acomodé entre la gente, quedando arrinconado junto a los asientos. El conductor parecía no darse cuenta de la situación que se estaba dando dentro y en cada parada designada se detenía y abría las puertas para que suba más y más gente. Si bien también había personas que bajaban, no alcanzaba a compensar la proporción y llegó un punto en que no entraba nadie más. Creo que ni siquiera había lugar para un alfiler. Yo quedé aplastado contra la baranda de metal de la cual iba sujetado, con el brazo derecho en una posición un tanto incómoda y que luego de bajar, unos cuarenta minutos después, me generaba un dolor intenso. El frío se mantenía igual de implacable pero al menos ahora la luz del sol ya iluminaba con suavidad. La gente avanzaba a grandes caudales en dirección opuesta a la mía, dirigiéndose a sus respectivos trabajos. Yo en cambio seguía a paso lento pero firme, con la vista perdida un poco más adelante, aunque prestando la atención suficiente como para ver el camino. El segundo colectivo que tomé demoró más en el viaje, sin embargo los pasajeros escaseaban a tal punto que pude viajar sentado, mirando con comodidad a través de la ventanilla, intentando no pensar en nada más.

Cuando llegué a mi destino el olor a flores me invadió. Ya eran las 8 de la mañana y la calle apenas transitada estaba flanqueada a ambos lados por puestos que vendían todo tipo de flores, los cuales, uno junto al otro, llegaban hasta donde alcanzaba la vista. A medida que caminaba en dirección a la puerta del cementerio, recorría algunos de ellos con la mirada, buscando las amadas amapolas que siempre le habían gustado a mamá. Las encontré en el negocio de una simpática muchacha que se dio cuenta de inmediato que mi pérdida había sido reciente. Tras una pequeña charla me llevé un hermoso ramo armado por amapolas rojas y blancas que la chica preparó con mucha dedicación.

Con las flores en la mano crucé el sombrío umbral de bienvenida del cementerio. Era una entrada diferente a la que habíamos utilizado el día de la sepultura, por lo que estaba perdido y no sabía hacia dónde ir, hasta que se me ocurrió la idea de ir a la administración y desde allí dirigirme a la tumba de mi madre. Caminé siguiendo los carteles que en cada esquina indicaban con una enorme flecha el camino, bajo la cual la palabra admin sobresalía pintada en color blanco. Al cabo de unos minutos reconocí la desgastada puerta de madera bordó tras la cual mi tío había hecho todos los trámites. También divisé el banco de metal en el que me había sentado aquél día y la planta con flores de pétalos blancos junto a ella. Hoy lucía poco atractiva, con escasas flores que podían ser contadas con los dedos de una mano. Ahora que me orientaba dirigí mis pasos hacia la parcela donde descansaban los restos de mamá, mientras observaba a ambos lados del camino las diferentes decoraciones de las tumbas. Luciano me había dicho que comenzarían a trabajar en la de mamá dentro de unos quince días recién, por lo que aún luciría la tierra removida y la espantosa y poca agraciada cruz blanca con su nombre y fechas de nacimiento y fallecimiento, la cual detesté desde el momento en que la vi. Aunque siendo sincero detestaba todo de aquél lugar y mi único deseo era poder ver a mamá una vez más.

 Aunque siendo sincero detestaba todo de aquél lugar y mi único deseo era poder ver a mamá una vez más

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Todos los viernes a las tres  (En edición)Where stories live. Discover now