Capítulo 13: Emociones

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Luego del beso más romántico que pude haber imaginado con Eugenia, nos miramos con cierta timidez y ambos sonreímos alegres. Mientras sus mejillas se ruborizaron suavemente, mis cachetes parecían tomates. La invité a pasar al baño a secarse bien y le busqué ropa para que pueda cambiarse. Terminó usando uno de mis pijamas, el cual estaba conformado por una camisa con mangas largas y un pantalón, ambas prendas color azul oscuro con dibujitos de lunas en varias de sus facetas: cuarto creciente, luna llena y cuarto menguante. También le dí una campera para que esté más abrigada, aunque me insistió en que no tenía frío la presioné tanto que terminó aceptando y se la colocó sobre los hombros al tiempo que me dio un pequeño beso. Yo fui a preparar café para mí y un poco de chocolate caliente para ella. 

Pasamos la tarde mirando Ghost: la sombra del amor, una película romántica. Estábamos recostados en mi cama abrazados, dándonos besos cortitos cada tanto, aún con cierta vergüenza y entrando en confianza poco a poco. Mi brazo izquierdo pasaba por detrás de su espalda, mientras que mi mano derecha estaba entrelazada a la de ella. Sus dedos fríos parecían no querer calentarse con nada del mundo, a pesar de que tenía conectada la estufa eléctrica del lado de la cama donde se encontraba Eugenia. No hablábamos mucho, casi no decíamos palabra alguna. Nos dedicábamos a mirar la película y a observarnos a los ojos, haciéndonos caricias y juntando nuestros labios, sin tener en cuenta el paso del tiempo, olvidando por completo la tormenta de afuera que a esta altura ni siquiera sabía si continuaba o ya había acabado. Entre mis brazos se encontraba lo único que me importaba y se llevaba toda mi atención.


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Desperté relajado y feliz. Me encontraba boca arriba y de inmediato giré hacia mi izquierda para abrazar a Eugenia, quien aún dormía a mi lado. Su respiración era pausada y relajada, mientras que el calor de su cuerpo era muy agradable. Tenía un arome dulce pero que no podía reconocer bien, como si se tratara de una mezcla de diversas flores, el cual absorbía con cada bocanada de aire y era altamente adictivo. Ella era demasiado perfecta, y me generaba una felicidad mayor a la que pudiese haber imaginado. 

Me levanté despacio y casi sin hacer ruido busqué cada una de las prendas que había usado el día anterior y que ahora yacían desparramadas por el piso. Tras darme una ducha me dirigí a la cocina a preparar un desayuno para ambos. Cuando lo tuve listo fui al cuarto en silencio, me acerqué hasta llegar a su lado y la desperté con un beso. Ella me abrazó y me tiró a la cama, con una fuerza que me sorprendió y que jamás creí que podía llegar a tener. Estuvimos unos minutos abrazados y luego nos levantamos para ir a la cocina, donde comimos en la mesada de manera improvisada. La sala estaba algo desordenada y no teníamos ganas ni tiempo de ordenar, ya que en menos de una hora debía salir hacia el trabajo. Ella por su parte también tenía cosas que hacer, aunque fue algo misteriosa y no me quiso decir de qué se trataba.

—Y ya que estamos con el tema de los misterios que te rodean...— le dije casi riéndome—¿Vas a decirme cómo conseguiste mi dirección?

 Umh...—cerró los ojos mientras masticaba—Tan sólo me dejé llevar por lo que dictaba mi corazón—me dijo con la boca llena de comida mientras intentaba poner una expresión solemne.

—Claaaaro... Tu corazón te guió hasta acá...—respondí con sarcasmo.

—Por supuesto. ¿Acaso el tuyo no te llevó a la cafetería el día que me conociste?

—No exactamente—contesté algo incómodo—. En realidad iba a la cafetería todos los viernes a la tarde. Era el único franco que tenía de mi trabajo.

—Sí, lo sé. Sé que por eso tu día favorito es el viernes. Como también sé que tenés un complejo con las tres de la tarde...

—¡¿Cómo sabés eso?!—le dije en lo que casi era un grito, al tiempo que unas gotas de café se escapaban de mi boca y recorrían mi mentón hasta llegar a la pera.

—Hay un cuaderno junto a tu cama donde estaba escrito eso—me respondió Eugenia sin poder contener la risa. Tomó la servilleta de papel que tenía junto a su taza y con ella limpió el café que había manchado mi barbilla. Luego me miró fijamente y me dio un beso.

—No se tienen que leer los diarios de otras personas sin pedir permiso—argumenté algo atontado. Era todo muy nuevo para mí y no podía acostumbrarme fácilmente a las muestras de afecto de su parte. Cada caricia, cada beso hacían que mi corazón latiera rápido y fuerte, mis manos temblaran y mi mente se obnubilara. 

—Yo creí que los diarios eran cosas de chicas... ¿Qué hombre escribe un diario personal?

—Uno especial—respondí dando vuelta mi cara.

—Uno que robó mi corazón—añadió abrazándome.

Luego de terminar el desayuno nos despedimos acarameladamente y me fui al trabajo, mientras que ella partió en dirección opuesta a cumplir con sus misteriosas labores. Al llegar a la oficina varios de mis compañeros se burlaron de mí por mi cara de felicidad, adivinando casi de inmediato que había pasado un fin de semana especial. Franco fue el único que mencionó a Eugenia, aunque estaba seguro de que todos estaban pensando en ella. Esa sonrisa en mi rostro me acompañó todo el día, mientras que mi productividad fue bastante más alta, según me remarcó me jefe poco antes de salir.

Llegué a casa temprano en comparación a otros días. Había regresado a paso firme, repasando en mi mente todo lo que había sucedido desde la tarde del domingo hasta ahora, por lo que no me entretuve mirando vidrieras de negocios y terminé ganando tiempo. Preparé pochoclos y me dispuse a ver la película en Netflix cuya reproducción había suspendido con la llegada de Eugenia. Me puse cómodo, prendí la calefacción y me tiré a la cama. Promediando el filme tuve que ponerlo en pausa para atender el teléfono. Era mi tío Luciano. Tenía la voz quebrada y le costaba hablar.

—Matías... Matías querido...

—¿Qué pasó tío? ¿Estás bien?

No podía evitar preocuparme. Sonaba muy mal.

—Es... Es tu mamá...—quebró en llanto.

—¿Qué pasa con mamá?—aún sin saber qué había sucedido ya tenía lágrimas en los ojos. Luciano no lo había dicho, pero podía presentirlo—¡Tío! ¡¿Qué pasó con mamá?!—le grité.

—Patricia... Fa...—pude escuchar como suspiró profundamente. Se quedó unos segundos en silencio. Yo no quería terminar de escuchar lo que iba a decir— Falleció—dijo al fin.




El próximo capítulo será publicado el martes 12 de septiembre.



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