3. La Verdad

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Los leves golpes en la puerta lo hacen sobresaltarse en la cama. Lleva un buen rato despierto, aunque sin ninguna intención de levantarse. Sabe de antemano que es temprano por lo que no se preocupa siquiera. Agradece haber dejado el ventanal del balcón abierto para poder mirar como evoluciona la mañana bajo su supervisión. Los golpes vuelven a aparecer, y es entonces que se digna a enderezarse. Si algo le gusta de cómo lo trata María con respecto a sus deberes, es que le brinda el espacio necesario como para no entrar y despertarlo cual soldado a punto de ir a la batalla por madrugada, algo que sus padres le han pedido, pero qué él le ha pedido que no haga.

―Adelante, María ―dice somnoliento.

Esperando a que esa mujer de edad adulta aparezca en su vista. Pero no lo hace y se sorprende cuando no es ella quien lo llama a tal hora.

―Soy yo, cariño ―dice la Reina con una sonrisa torcida que no llega ni expresa emoción alguna.

―Madre ―dice apresurándose a salir de la cama. Con los ojos bien abiertos y preguntándose qué pudo haber pasado para que María no se anticipara a llamarlo.

―No... no te preocupes, cariño ―le tranquiliza haciendo un movimiento con las manos al darse cuenta de lo nervioso que está con su presencia.

― ¿Qué ha pasado? ―inquiere, aun nervioso ― ¿María está enferma?

Su madre sonríe ahora con un poco más de sentimiento en ella, pero aun indicándole que algo no anda bien. Asiente y se acerca un poco para acariciarle la mejilla.

―Tu nana está bien, mi niño ―responde mientras sigue trazando caricias en sus mejillas.

Su tacto duele, arde y lo ansia por saber qué rayos podrá estar pasando. No son caricias que su madre normalmente le hace, son caricias como cuando de pequeño le decía que no podrían salir al patio a jugar porque había demasiado lodo y podría ensuciarse, y en recompensa lo acariciaba para que dejara de llorar. En cambio, ahora no hay nada por lo que llorar, o al menos es lo cree.

―Toma tu tiempo para arreglarte, te esperaremos en el jardín para tomar el té. Hay algo importante que tratar ―le avisa, alejando sus manos de su rostro y disponiéndose a salir.

― ¿Papá estará? ―pregunta recordando las veces en que, en su mayoría, su padre sale temprano para arreglar asuntos en el pueblo. O en los que incluso simplemente prefiere tomar el té muy temprano que para cuando ellos se despiertan él ya está atendiendo sus deberes como Rey.

―Sí, y los Styles también ―confiesa por último, saliendo y dejándolo sin aire.

Todo es demasiado raro y comienza a sentirse sofocado. Temeroso. Las palabras de su padre y de Zayn siguen suspendidas en el aire, persiguiéndolo a dondequiera que vaya para torturarlo y hacerse ideas de las cuales no está seguro, pero que un presentimiento muy grande las hacen quedarse ahí, presentes y plasmadas como posibilidad.

+++

―Es mejor que no se retrase más ―le dice María cuando lo mira pasarse por la cocina, en un acto en vano de hacer más tiempo para la incomodidad que seguramente vivirá allá fuera ―. Su padre está preguntando por usted y su impuntualidad tan notoria.

Sabe que aunque su tono de voz sea dulce, y sus palabras son suaves, lo está regañando sutilmente para echarlo fuera a cumplir con sus deberes.

―Enseguida salgo ―farfulla, derrotado y sin opciones.

Cuando se encuentra a solo unos pasos lucha por mantener la mirada en alto y no cohibirse ante sus miradas inquisidoras. Recompensándose cuando su mirada se posa en Zayn que enseguida le sonríe sin que nadie más se dé cuenta.

The Rose and the DaggerWhere stories live. Discover now