4. El Compromiso.

909 135 7
                                    

Las horas se han vuelto espesas, atrapándolo y obligándolo a permanecer ahí, con la intriga de qué pasará. No se digna siquiera a salir de su habitación, y agradece que ninguno de sus padres lo estén molestando o irrumpiendo en su habitación. Pero como todo, lo bueno en un momento desaparece y los golpes en la puerta lo hacen levantar la mirada su libro.

―Hijo, debemos hablar ―le anuncia. Su sonrisa sigue ahí, pero sigue sin ser la misma de siempre. En ella solo distingue cierto toque de compasión.

―Pasa ―le dice, volviendo su mirada al libro. Lo que menos quiere es hacer contacto visual, menos cuando debe hablar de ese tema.

Sabe de antemano que es una acción un tanto grosera, desinteresada y para nada propia ha como lo han educado, pero tal parece que de momento no parece importarles tanto. O quizá sea que están dándole un poco de libertad mientras se une a alguien por toda la vida, sin ningún tipo de opción, con alguien que lo rechaza rotundamente.

―Prefiero que sea en el jardín.

―Bien, enseguida bajo, madre ―acepta, depositando el libro en el escritorio.

―Pero que sea de prisa, quiero hablar contigo antes de que llegue Harry.

― ¿El Príncipe vendrá? ―inquiere con el ceño fruncido. Sorprendido.

―Sí, hay asuntos que tratar... ―se queda pensando para luego cortar sus palabras y añadir: ―, te espero abajo.

Solamente espero a que su madre se marchara de su habitación para dejarse caer con exasperación sobre la cama. Su libro quedo sin ningún cuidado botado sobre la suave sabana que, hace mucho su madre escogió especialmente para él, se está volviendo loco. Imaginarse que hay otro secreto por contar seria la gota que derramará el vaso, aunque bien podría ser peor... a ese punto, condenado y atados imaginariamente de pies y cabeza ya no se encuentra en posición de nada.

Cuando se encuentra junto a su madre, exactamente como se lo prometió, no es capaz siquiera de sentarse, solamente se queda ahí, justo ahí, de pie junto a la silla y sosteniéndose ligeramente del respaldo. Mirándola de manera acusatoria, como si estuviera por soltarle otra noticia inesperada y aterradora, porque así se sentía, aterrado. Nunca deseo ser eso en su vida, un alma desdichada... donde seria rechazado por su esposo, donde no conocería el amor, y donde ni siquiera podría mover un dedo con temor de hacer algo que alterara el hechizo, nunca podría dejarlo aunque eso sería algo extremo que posiblemente le costaría la vida, y no solamente por botar el hechizo y querer manipularlo, sino que el mismísimo Príncipe Harry podría tomar represalias en su contra por la horrible humillación de restregarle su matrimonio en su cara, diciéndole que no funcionaría.

―Hijo... ―su voz era más que un susurro ―. Perdón.

Su rostro muestra compasión, enfado, culpabilidad y angustia. Él quería decirle que no pasaba nada, así como seguramente lo habría hecho en otra ocasión, consolarla hasta que comprendiera que ella no tenía culpa de nada, pero en este caso no sentía deber de hacerlo. Contrario a eso se sentía dolido, y de cierta manera traicionado.

―Siento esto que te voy a decir, pero es por tu bien, corazón ―volvió a decir casi en un sollozo.

Le parte el alma verla de esa manera, pero él no está demasiado lejos de eso. Quien necesita consuelo es él, que alguien le diga aunque sea que estará bien, que todo irá bien.

Sin decir nada espero a que prosiguiera. Cerrando los ojos para que tal vez así el impacto sea menos, duele menos y se sienta más irreal.

―Tu boda será en unos días.

Eso basto para quebrarle la poca cordura que le quedaba. Sobre todas las cosas está asustado, aterrado de compartir su vida con el Príncipe. Desde luego que siempre pensó en que el momento de casarse llegaría, que formaría una familia y podría ser amado y podría amar a alguien, pero ahora todos esos sueños se han vuelto irreales. Ya nada tiene sentido alguno. Se siente un títere. Las palabras siguen suspendidas en el aire, persiguiéndolo y martillándole en la cabeza recordándole cuan jodido está.

The Rose and the DaggerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora