5. La Boda.

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Cinco días después de su cumpleaños, la boda está por comenzar. Por comenzar a colocarse unas cadenas y terminar por dejar una libertad. Antes a todo, miraba el matrimonio como un acto de amor, y aunque sabía que existen quienes se casan por conveniencia financiera, nunca creyó llegar a pasar algo similar. Si bien su problema no es material, literalmente, trata de vida o muerte. Ahora comprende porqué en los Reinos, hace muchos años el uso de magia de cualquier tipo se prohibió en los pueblos, y aquel que quisiera usarla antes debía avisar a su Rey.

Nuevamente, como días atrás se encuentra con su nana enfrente, acomodándole su camisa de seda, con un diseño similar al del sayo, llegándole un poco debajo de las caderas, gracias al calzas y con una pretina ciñéndole la cintura. Sentándole a la perfección con su piel dorada. Le gusta su aspecto, luce demasiado joven con los ojos brillantes y el cabello bien acomodado. Sus mayas ceñidas a sus piernas, haciendo juego a sus zapatos estilo escarpín.

Su nana le dirige una mirada rápida, asiente. Ésta le pone la capa sobre sus hombros, para atársela. Y luce diferente. Se mira en el espejo tratando de reconocerse. Es entonces cuando se da cuenta lo mucho que te puede cambiar la vida en tan pocos días.

Enseguida está María colocándole una corona en la cabeza, se detiene y por alto reflejo la mira con el ceño fruncido y alejándose.

― ¿Qué haces? ―pregunta mirando detenidamente la corona en sus manos.

Una linda corona de flores. En colores blancos y tono claros, las hojas haciéndole una combinación exquisita y demostrando su juventud. Entonces, se acerca a su nana con una sonrisa e intenta disfrutar del momento. Imaginando que la situación es otra. Y permite que le coloque la corona.

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Los nervios se intensifican conforme el galopeo de los caballos se va deteniendo indicándole que ya han llegado. No es capaz siquiera de mirar por a través de la ventanilla. Y a pesar de todo, esos nervios que no debería sentir se apoderan de su sistema. Aprisionándolo debajo de su ropa tan elegante, de su corona de flores y de su piel. No comprende por qué siente tantos nervios por algo que no significa nada más que farsa. Supone que es el hecho de mantenerse en público, podría ser.

Se encuentra enseguida bajando del carruaje perseguido por sus padres, que no tiene idea de donde han aparecido pero que supone que venían en el carruaje de atrás. Sin tener experiencia alguna, y siguiendo lo que su madre se encargó de recalcarle más de cien veces, camina con una sonrisa en el rostro, y ésta vez parece sincera, incluso puede decir que siente emoción. Detrás de él van sus padres, caminando, en símbolo de custodia y total protección a su grande cachorro.

El salón es precioso, luce distinto, más vivo, colorido, brillante. Adornado por doquier de flores blancas con el mismo juego de las hojas. Justo como los de su corona. Largos velos creando lazos entre las bancas y demostrando la pureza del matrimonio. Y parece real, tan real que siente ese sentimiento crecer y apoderarse de todo él. Sonríe. Por última vez echa un vistazo a la decoración, con los candelabros de cielo iluminando y dando el estilo de oro. Un dorado reluciente y en símbolo de a lo que pertenece, la realeza. Entonces, ahí es cuando lo mira. Cuando en el intento de mirar hacia su camino, unen sus miradas. La alfombra aterciopelada indicándole quien es su destino. Él.

Se permite mirarlo con profundidad, analizarlo y determinar que podrá estar sintiendo, se permite admirarlo, y sí..., luce tan distinto y se atreve a decir que atractivo en sus elegantes prendas. Su palidez jugando una perfecta combinación con el greguescos claro cubriéndole los muslos, un jubón rojo quemado que lo hace resaltar por sobre todos, con los detalles dorados tenues y bien definidos que, señala el gran trabajo que realizó el sastre, un ropón sencillo encima de este y debajo de la valona, dándole más porte. Los borceguíes embutidos en sus piernas y ciñéndole los greguescos... y sin duda, es otro.

The Rose and the DaggerDove le storie prendono vita. Scoprilo ora