14. Celo.

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Después de la pequeña discusión que tuvo con Harry sobre sus pensamientos poco amables y muy apegados a una jerarquía que él piensa no debe estar tan marcada, las cosas fluyen tan bien a como lo espera.

Harry ha salido al pueblo para arreglar unos asuntos, y asimismo fue muy temprano para pronto estar de nuevo en casa. Zayn está en casa, seguramente por ahí en el establo con los caballos. Louis lo vio unos minutos atrás cuando bajo por una taza de té, por supuesto tuvieron una diminuta charla antes de que subiera de regreso a la habitación.

En ese momento su habitación parece demasiado cómoda como para ir a otro lado. Además, unas que otras cosas lo andan persiguiendo haciéndolo tropezar más de una vez. Y esta vez, ha tropezado y no ha tenido intención de levantarse tan deprisa sin antes poner todo en su lugar.

La taza en sus manos le brinda calidez a sus manos, lo mantiene cerca de su rostro para de la misma manera calentarse con el vapor que desprende el líquido. Está sentado sobre el mueble que tienen en la habitación, con los pies arriba porque sin importarle mucho si es de la realeza o no, quiere estar cómodo y sin tener frío.

No puede dejar de pensar en lo mucho que ha pasado en su vida en los últimos meses, lo bien que ha surgido todo en ambos reinos, ya que se ha pasado algunas veces de visita en su propio reino, tratando de ignorar lo más posible los reclamos de sus padres por seguir haciendo caso omiso a la marca que Harry ya debió haber dejado en su cuello. Y precisamente, algo que le preocupa mucho, tanto como le alegra, es que no ha presentado ningún celo más.

En realidad se encuentra agradecido, pues la llegada del celo traería demasiadas complicaciones que no está preparado para enfrentar; en cambio, es algo que no puede seguirse retrasando por mucho. La idea sigue causándole palpitaciones en su cabeza y si no los soluciona cuanto antes va a, posiblemente, caer enfermo.

Frunce los labios, deja la taza de té en la mesa, y su rostro se torna en confusión. Pensando en su celo, y en el motivo de su boda, y ya uniendo todas las piezas, encuentra casi falso todo el problema de la bruja y la maldición entre ellos. Y casi puede sentir el vapor subir a su cabeza en forma de molestia. Sus padres le dijeron, los de Harry también, que debían casarse y él debía ser marcado por Harry o moriría, y han pasado varios meses y ni a uno ni a otro le ha pasado absolutamente nada. A excepción de esa cicatriz que cada vez se hace más notable en su piel. Sube la manga de su camisón, y mira con curiosidad la cicatriz. Pocas veces se detiene a mirarla como justo ahora lo hace, por lo que casi nunca la ha tocado. Pasa las yemas de sus dedos por encima, una y otra vez, hasta que la puerta se abre.

―Louis ―entra un Harry sonriente, cambiando su rostro y acelerando el paso en cuanto mira el aspecto preocupado de Louis ― ¿Estás enfermo?

El omega niega con una ligera sonrisa. Comienza a sentirse agobiado y presionado a pesar de que la presencia de Harry normalmente le da tranquilidad. Inspira un poco para llenarse del aroma del alfa, pero falla. Lo hace una vez, y está vez siente tenue el aroma, aun así logra estabilizarse un poco.

―Te siento extraño ―confiesa el alfa.

Louis lo observa de cerca, él ha llegado hasta su altura poniéndose de cuclillas, y sosteniéndole las manos por encima de sus muslos.

―No pasa nada ―miente ―, solo hace frío ―en parte eso es verdad, se siente entumido hasta los huesos. Se estremece.

Harry sonríe.

―Creí que te gustaba ―frunce las cejas un poco confundido y divertido con la situación. Louis parece una cosa bonita pequeña hecho una bolita.

―Sí, pero es demasiado para un omega de mi talla ―le dice agregando un poco de diversión. Está bien, no está listo para decir nada de lo que tiene en su cabeza.

The Rose and the DaggerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora