Prólogo

17.4K 514 47
                                    


Alexander Dicker era de lejos el hombre más exasperante que había tenido la desgracia de conocer alguna vez. Lamentablemente esa maldita personalidad no se comparaba con su belleza y la increíble atracción que poseía hacia el sexo femenino.

Evidentemente yo no era la excepción. No podía evitar sentirme atraída a esos maravillosos y tentadores ojos color chocolate. A ese cuerpo esculpido por los mismos dioses. A esos suaves y finos labios. A...

¡Serénate, no es momento para tener un orgasmo metal, Lilibeth!

Pero todo esto se remontaba a muchos meses atrás, cuando aún era una inocente y delicada chica, ignorante de cuál era el destino que le esperaba al lado de Alexander, mejor conocido por los barrios bajos como "Gigoló Dicker"

Cuando aún no había cometido la estupidez de acostarme con ese asqueroso y molesto ser con un ego del porte del Everest.

(***)

Si había algo en el mundo que no podía soportar era la idea de alguien haciendo daño a mis seres queridos.

Me entraban unas irrefrenables ganas de diseccionar algo, a ser posible, el culpable de ese sufrimiento.

Por eso, cuando vi la portada de era revista, en la que hablaban cosas horribles, y por supuesto mentiras, de Cindy, quise matar al maldito gato de nuestra vecina, el cual tenía una manía con saltar sobre mí para arañarme.

Intenté que ella no viera cuan molesta estaba por ello. Porque mi amiga estaba embarazada, y que yo le mostrara mi rabia, no haría más que alterarla y por ende afectar al bebé. Por eso, como siempre, hice uso de mi característico humor extraño con tintes de ironía y le hice creer que no estaba preocupada.

Lamentablemente cuando estuve frente a ella, y vi sus ojos preocupados y agobiados, no pude contenerme más.

―Esa maldita perra apática ―mascullé paseándome por la habitación como un animal enjaulado, apretando los puños a mis costados y enterrando las uñas en mis palmas para descargar un poco de mi burbujeante instinto asesino. Cindy me miraba con su típica cara de; deja de dramatizar, cálmate y bájale a tu estrés. Y me molestaba, porque ella debería parecer mucho más molesta que yo. Pero no, la muy maldita poseía, sin saberlo, una paciencia infinita. Era muy comprensiva y empática, a un punto imposible. Tanta bondad no era buena en este mundo, mucho menos dirigidas a personas como la perra esa― ¿Puedo matarla? Claro que puedo matarla, y quien ose oponerse correrá el mismo destino que esa hiena desnutrida.

―Lily, no vas a matar a nadie ―dijo ella rodando los ojos y soltando un suspiro. Se le notaba estresada, lo que avivaba aún más mi fuego.

―¿Cómo que no voy a matar a nadie? ―pregunté indignada, deteniéndome para fulminarla con la mirada, mientras ella se sonreía como siempre que intentaba intimidarla con mi expresión de cabreo. Según ella, cuando me enojaba lucía como la ardilla de la era del hielo. Obviamente discrepaba completamente con eso. Esa ardilla no era ni la mitad de guapa que yo, y para que hablar de mi trasero...―No, tienes razón, vamos a arrancarle los ojos para luego pasarlos por la batidora y dárselos de comer mientras le introducimos un palo por el culo ―dije imaginando la imagen y sonriendo de forma sádica en respuesta.

Tantas películas gore me habían desquiciado. Pero no era mi culpa, eran mi placer culpable.

―¡Lily! ―exclamó con los ojos bien abiertos y una expresión de disgusto y sorpresa. Miró de reojo a Ian, supuse que para comprobar que no había escuchado nada de lo que había dicho. Pero por mí como si lo hiciera. Así servía y aprovechaba para dejar en claro lo que era capaz de hacerle si le hacía daño a Cindy― ¿Volviste a ver películas gore?

Equal Halves. MADLY IN LOVE #2Where stories live. Discover now