Capítulo 35

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Desperté gracias al agradable aroma de tocino y pan recién horneado. El aroma provocó un rugido en mi estómago y la boca se me hizo agua.

Olía tan bien... me recordaba a los desayunos que mamá me preparaba cuando era pequeña y nos íbamos a pasar las vacaciones en una pequeña cabaña que estaba a un kilómetro de una inmensa laguna.

Ella amasaba y horneaba el pan por sí misma, levantándose a penas salía el sol para que todo estuviera listo cuando yo despertara.

Estiré mi cuerpo, aun sin abrir los ojos, soltando un gemido al sentir mis articulaciones estirarse.

Cuando abrí los ojos, me encontré con un hombre manchado con harina, dirigiéndome una amplia sonrisa, mientras con una pala de madera movía lo que supuse era tocino en un sartén.

Estaba sorprendida de verlo moverse por la cocina con tanta seguridad, a pesar de lo que me había contado la noche anterior. Se me había hecho difícil imaginarlo en una cocina, con un delantal y enfocado en que la pasta estuviera en su punto.

Pero verlo en acción era mucho más apetecible de lo que pude imaginarme. Me hacía debatirme internamente entre si prefería probar ese pan casero y el tocino que se freía en el sartén, o probarlo a él, aun cubierto de harina.

Ni siquiera tuve cabeza para pensar en qué maldito momento había hecho todo esto, porque estaba demasiado ocupada deleitándome con las vistas.

―¿Café o té? ―inquirió con voz jocosa, sacándome de mi ensoñación donde él estaba usando únicamente un delantal sin nada más debajo. Era una idea tentadora de considerar, y por el giño que me dio supe que él sabía exactamente lo que pensaba.

Presumido.

―No me gusta mucho el té. De ningún tipo. Si pudieras ponerle un chorrito de leche y dos de azúcar estaría bien ―murmuré, apoyándome en mi mano para erguirme. Él continuó como si nada, asintiendo en silencio. La verdad es que solo lo había sugerido por probar suerte. Realmente no me importaba si él le ponía leche al café, aunque lo prefiriera de ese modo. Me sorprendió su no reacción―. ¿En qué momento hiciste todo esto?

―Mientras dormías desparramada en la cama, con todas las mantas enrolladas a tu alrededor. Estoy seguro de que inclusive te oí murmurar lo afortunada que eras de tenerme en tu vida.

―Seguramente estaba alucinando, ya sabes lo que le hace la fiebre a las personas ―dije con una ceja alzada. Aunque por dentro consideré la idea de haberlo hecho realmente. Mi madre dice que cuando era pequeña hablaba dormida. Las viejas costumbre suelen volver con el tiempo.

―Dejaré que te consueles pensando eso, únicamente porque estás enferma y soy un hombre generoso y magnánimo ―dejó de remover la pala en el sartén y sacó un plato de uno de los cajones, para ponerle algo de toalla de papel, la cual luego absorbería el exceso de aceite de unas apetecibles tiras de tocino.

¿Habría quedado muy salvaje de mi parte si saltaba sobre ese plato y comenzaba a atracarme con las tiras de tocino, mientras susurraba "my precious"? Probablemente.

―¿Necesitas ayuda con algo? ―ofrecí, frotando uno de mis ojos con mi mano y ahogando un bostezo. No estaba siendo considerada ni mucho menos, es solo que si le ayudaba podría tener acceso a esa carne de los dioses y robar un poco. Una probadita, solo para verificar que todo estuviera bien con él.

―¿Estás segura de poder con dos cafés? Cindy me comentó que no eres muy buena en la cocina. Me gustaría salir completo de éste lugar a ser posible.

Rodé los ojos y lo ignoré, levantándome de la cama para dirigirme al baño y vaciar mi vejiga, además de lavarme el rostro y cepillar mis dientes. Un aliento matutino nunca era una cosa de la que presumir.

Equal Halves. MADLY IN LOVE #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora