Capítulo 12

5.4K 296 21
                                    

Tenía ciertas reglas que me obligaba a cumplir cada vez que estaba con un chico. Estas reglas eran irrompibles, y no se modificaban ni adaptaban para ninguno. Estaban ahí para evitar que algo saliera mal, como por ejemplo, que yo cometiera el gravísimo error de enamorarme o aferrarme.

Los hombres eran engañosos, y para conseguir lo que querían, ósea a nosotras, eran capaces de prometer cualquier cosa; de decir cualquier cosa con tal de tenerte entre sus garras. Una vez que obtenían lo que querían, la mayoría corrían en sentido contrario sin mirar atrás, sin reparar en el desastre que dejaban atrás. Ese desastre éramos nosotras.

Pero yo no iba a ser nunca ese desastre, yo era quien dejaba esos desastres.

Es triste, pero cierto. Aquella frase que cita; Hieres, o eres herido.

Sí, no me gusta cómo suena, pero en mi caso, es mi única forma de protección.

Solo había una cosa para la que no estaba preparada, en lo absoluto, y esa era ser herida por alguien que me importa. Ser herida por alguien a quien amo.

Por eso, solo podía amara a ciertas personas. A mi madre, Cindy y Jack.

Los hombres no entraban en esa lista. Al contrario, ellos iban en la lista de no amar. Ellos no son para amarlos, son para degustarlos, y muy pocos hombres tenían el honor de entrar en la lista de amar. Jack era uno de ellos, pero él era como un hermano para mí.

Mi primera regla al estar con un hombre era que nunca, por nada del mundo, podía verlo o imaginarlo como algo más que alguien con quien divertirme. En el momento en que algún hombre me pareciera demasiado agradable, guapo, educado... en fin, demasiado cercano a la perfección, no podía acostarme con él. Solo amistad, eso es todo lo que podía haber entre nosotros.

Quizá por eso es que siempre todo me iba como lo planeaba; porque siempre me acostaba con idiotas insensibles pero guapos.

La segunda es que nunca podía repetir con un chico, y eso me iba bastante bien porque la mayoría de veces ni siquiera los conocía. En la mañana, cada uno volvía a sus vidas y se olvidaba del otro.

Y la tercera, pero no menos importante, era que nunca, por nada del mundo, podía imaginar un escenario en el cual avanzaba con ese chico.

No puedes imaginarte con un ligue de una noche, por lo que lo mejor era no volver a verlo nunca. Eso siempre te ahorraba muchos problemas.

Alexander Dicker, por alguna razón, me dificultaba cumplir mis malditas reglas, porque no podía simplemente alejarme de él. No me dejaba dejar de pensar en él con cada cosa que decía o hacía.

Lo peor es que él era un patán, no tenía nada que lo hiciera resaltar entre los demás, más que esa maldita actitud de moja bragas y adonis.

Y me odiaba por siquiera pensarlo, pero esa actitud, era probablemente una de las cosas que más me gustaba de él.

Porque yo me creía lo mismo.

Eso me hacía egocéntrica y ególatra, pero podía vivir con ello.

Por eso, no podía permitir albergar ningún sentimiento ni otorgarle ningún segundo en mi cabeza, porque sabía exactamente qué es lo que ocurriría y cómo terminaría. Y es de estúpidos cometer errores teniendo la conciencia de que lo son.

Cuando James me propuso que saliéramos a tomar algo y a divertirnos, pensé en declinar su oferta.

Era domingo, lo que significaba que al otro día tendría que trabajar muy temprano en la mañana, y era irresponsable de mi parte aceptar.

Equal Halves. MADLY IN LOVE #2Where stories live. Discover now