│Razón cuatro│

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Es justo aquí donde cometí uno de los peores errores de mi vida

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Es justo aquí donde cometí uno de los peores errores de mi vida.

     La espina por hablar con KJ surgió semanas atrás cuando me escabullí en la fiesta de navidad de mi vieja escuela, aunque no era navidad. Ni siquiera era diciembre sino noviembre. No estaba pensando en KJ en ese momento, solo estaba allí para ver a mis amigas.

     En realidad, es una historia graciosa.

     Las chicas con las que solía juntarme eran siempre las favoritas de la clase, éramos de esas que ayudaban a los profesores calificando exámenes, llevábamos sus cosas al salón y teníamos las mejores calificaciones, en pocas palabras, éramos las consentidas.

     Cuando yo estudiaba en la institución, la directora nos daba una clase, así que me conocía. Incluso se despidió de mí el último día que asistí a la escuela.

     Ellas le rogaron que me permitiera ir a la escuela el día de la fiesta. Ella no sabía si era lo correcto y básicamente las dejó con un «veremos». La semana que pasó y la siguiente estuvo arreglando varios asuntos fuera de la escuela, así que nunca la encontraron en su oficina. No teníamos un sí o un no para ese día.

     En esta ocasión no estaba dispuesta a rendirme, llevaba medio año sin ver a mis amigas y de verdad las extrañaba. Tomé un autobús hasta la escuela: si la directora me veía afuera, esperaba que tal vez me dejara pasar, esa era mi última esperanza. Sin embargo, no contaba con el pequeño detalle de que cuando toqué el timbre, la mujer encargada me dijo que la directora no estaba y no iba a aparecer ese día.

     Esperé por una hora afuera, no sabía qué hacer y esperaba que mis amigas me marcaran para saber qué había pasado. Esperaba que ellas pudieran convencer a algún profesor de que me dejara entrar. Y yo, como siempre, no tenía crédito en el teléfono para llamarles; además, encontrar un lugar para ponerle saldo me llevaría todo el día caminando de ida y vuelta.

     «Demonios, en serio esto es un pueblito».

     Estaba sentada afuera de la escuela, tumbada en el piso, cuando un grupo aproximado de seis chicos y chicas de mi edad aparecieron.

     No conocía a ninguno.

     —Hola, ¿qué haces aquí, nena? —me habló una de las chicas en el grupo.

     —Yo estaba en esta escuela el año pasado, pero me mudé —le dije—. Vine para poder ver a mis amigas, pero la señora dice que no me puede dejar pasar sin la autorización de la directora.

     —Pasa con nosotros —expresó otro con voz animosa—, no se dará cuenta. Haremos bolita alrededor de ti y no te verá.

     Ese grupo de desconocidos que solo estaban allí porque el encargado de llevar los refrescos se enfermó, me salvó el día. No sé quiénes son, pero, si están leyendo esto: gracias.

15 razones para no volver con él ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora