│Razón once│

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Durante la semana siguiente a nuestra pelea por teléfono, ocurrieron una serie de eventos que ahora recuerdo como: las contradictorias señales del destino

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Durante la semana siguiente a nuestra pelea por teléfono, ocurrieron una serie de eventos que ahora recuerdo como: las contradictorias señales del destino. Esta serie de coincidencias me llevaron corriendo en busca de KJ, luego de una llamada no planeada.

     Vamos desde el inicio.

     Acababa de pedirle a KJ un tiempo para pensar nuestra relación, una tarea que me tomé muy en serio. Intentaba recordar las cosas buenas y malas que me había hecho pasar, pensar en lo que podía suceder si seguía con él, para finalmente poner todo eso en una balanza y tomar una decisión.

     Debía tener especial cuidado porque sabía que recordar era poco más que una ilusión. Las personas siempre recordamos lo que queremos y cómo lo queremos: si pasas un mal momento recordarás los peores tiempos y si por el contrario estás feliz, seguramente suprimirás cualquier mal recuerdo, tomando solo los momentos perfectos o los que convertiste en perfectos.

     Además, vas a adornar todo. No culparía a nadie por adornar la manera en que recuerdan las cosas, la capacidad de recordar es una de las cosas más interesantes, con posibilidades casi infinitas. Diría que recordar es mucho mejor que imaginar. Puedes modificar tus memorias y guardarlas tal como quieres que sean. Un recuerdo es tan tuyo, que nadie sabrá que lo modificaste y lo cuentas a tu antojo ¿cómo resistirse a cambiar esos pequeños detalles, si parece tan inofensivo?

     Intenté recordar lo más que podía y anotarlo todo en una hoja. Puse las cosas malas de color rojo, las buenas de azul y aquellas que no eran ni una ni la otra estaban con negro.

     Primero, yo no era la chica perfecta. En realidad, podía admitir que podía llegar a ser bastante molesta con mis berrinches, celos y demanda de atención. Con vergüenza pasaron por mi mente imágenes de esas veces en que hacía un puchero por cualquier cosa.

     Mi madre a veces bromeaba diciendo que tenía suerte de encontrar a alguien que aguantara mi carácter, como si estar soltera fuera la peor desgracia del mundo. No, no, acepto que no soy perfecta, pero no por eso alguien puede ser malo conmigo, ya que él debe soportarme y yo debo soportarlo a él. No tiene sentido.

     Tampoco estoy diciendo que las personas no deben cambiar, que puedes ser tan berrinchuda, desinteresada o empalagosa sin que nadie te moleste por ello. Nadie es perfecto, creo que es importante buscar mejorar, ser una mejor persona para ese a quien quieres; pero mientras trabajas en esos defectos, no necesitas aguantar a alguien que no es bueno contigo. Es difícil de explicarlo, ese delicado equilibrio entre ser intolerante y respetarte a ti mismo.

     Me pareció increíble la facilidad con la que podía balancear los errores de los demás, por ejemplo, con mis parejas del último año. Sabía perfectamente cuando estar con ellos dejaba de parecerme una buena idea y no tenía problema en dejarlos. Al contrario, con KJ era imposible distinguir en qué lado de la balanza estaba.

15 razones para no volver con él ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora