Capítulo 29

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Desde que comenzó la catástrofe, muchos pensamientos sacudieron mi mente. Pero creo que, por debajo de toda esta convulsión de ideas, había un solo pensamiento: encontrar a Kristen. Aunque me confirmen que la Tierra ha sido completamente destruida, la seguiría buscando. En vano se trataría de convencer a un hombre de que ya no volverá a ver a la mujer que ama. Aunque me muestren el cadáver de Kristen, la seguiría buscando.

Era mucho lo que había vivido. Estaba solo, en esa nave, con esa criatura. La intención de matar a la criatura y tripular la nave en busca de lo que quedaba del planeta tierra, si es que quedaba algo, parecía una locura. Pero no sentí que lo fuera. Había algo en mí que me sostenía misteriosamente y que podía impulsarme a los proyectos más grotescos.

Cuando se desató la catástrofe, pensé, inmediatamente, en salir de la aldea y volver a Berlín. Pero si no hallaba el refugio, tampoco tendría un lugar en donde proteger a Kristen. Además, los adoradores iban a matarme si no los acompañaba al interior de aquella cápsula. Pero algo me hacía sentir que, sean cuales fueran las circunstancias, escaparía y encontraría a Kristen. Porque además de profesor en la Universidad, he sido un guerrero, y lo sigo siendo. Y no sólo soy un guerrero: durante la catástrofe, la gente caía a mi alrededor y yo estaba perplejo ante todo, y desesperado, pero a la vez sentía que aquella fuerza que arrasaba con todas las cosas, el campo gravitatorio del planeta rojo, estaba como ingresando en mí. Me retenía, cuando el cansancio me impulsaba a dejarme caer en el asfalto. Me empujaba, cuando yo quería detenerme porque no veía una dirección en la cual correr. Era como si la fuerza que estaba destruyendo todo se hubiera convertido también en mi fuerza. El arma que me había disparado estaba en mis manos. No sé qué clase de milagro pudo haber conseguido esto, pero me sentía más fuerte. Sentía que tenía la fuerza de un planeta capaz de destruir la tierra y modificar completamente el sistema solar.

Lo único que me preocupaba, todavía, era el agua. Si bien mi cuerpo ha sido construido con una especie de metal que puede resistir la humedad, siempre tuve un poco de temor al agua, quizá porque algo en mi conciencia, en la medida en que está conectada también con la conciencia de la Humanidad, me hace sentir que el agua es un enemigo natural de los metales. Pero, en realidad, no tengo motivos para temerle. Fui construido en la sala 23 del Centro de Investigaciones de Cabo Cañaveral, cuando los ingenieros de la Nasa habían descubierto un medio para perfeccionar a los robots, dado que la inminencia de la catástrofe los obligó a buscar autómatas más resistentes. El 16 de agosto del 2040 seriamos enviados, en el transbordador Delta 1, para destruir a un posible asteroide que se dirigía hacia la Tierra. Pero mi decisión de acompañar a Daniel frustró el proyecto.

Vino a mi mente aquel otro nombre, el primero con el que conocí a Hercólubus: Nibiru. Es muy poco lo que pude averiguar sobre este nombre. La información es confusa. Nibiru es una palabra sumeria, que significa "lugar que cruza", o "lugar de transición". Posiblemente representaba, para los antiguos, el cambio. Y puedo asegurar que, después de él, la vida no vuelve a ser igual. Yo soy el mejor ejemplo de eso: era una de las mayores invenciones de la tecnología, el mayor logro de la inteligencia artificial. Un robot capaz de destruir asteroides, dotado de un arma que superaba la fuerza de una bomba atómica. Ahora, estoy tratando de sobrevivir, como un animal salvaje.

¿Pero ha sido una maldición la aparición de Nibiru en mi vida? Ahora estoy peleando, avanzando contra el mundo, luchando por amor, mientras que antes mi vida estaba prolijamente limitada a una tarea espacial, a una rutina. Estaba seguro dentro de mi estructura de metal invulnerable, pero era menos de lo que soy ahora.

He pensando muchas veces en la llegada, desde el día en que ocurrió.

Pero también he pensado que la llegada pudo haber comenzado mucho antes de que la imagen del Planeta X aparezca en el cielo.

Hercólubus, el destructorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora