CAPÍTULO 9

41 8 1
                                    

No sabía si abandonar el Centro de Investigaciones. Si el misil había estallado, la radioactividad se estaba extendiendo por el mundo, y yo estaría más seguro dentro de esa sala. Además, estaba en el subsuelo, y los especialistas suelen afirmar que, ante un terremoto, los sótanos son los lugares más seguros. También recuerdo haber leído, y esto creo que lo encontré en la página oficial de la Nasa, que en la base de lanzamiento de Estocolmo había sucedido, hace algunos años, una anomalía en el material radioactivo que se estaba estudiando, y que el equipo de ingenieros que estaba actualmente a cargo del lanzamiento del misil, había logrado demorar la explosión de esa material, manipulando sus componentes y conteniendo, así, el proceso de fisión que se había iniciado. Probablemente, este mismo procedimiento se había aplicado al contenido del misil. Pero también recuerdo que aquel material radioactivo fue, finalmente, lanzado al mar a través de un vehículo que lo trasladó a muchos metros de profundidad, porque la reacción en cadena podía ser contenida, mediante esta tecnología, sólo por un cierto tiempo. Se desató, finalmente, en el fondo del Océano Pacífico, pero las consecuencias de este accidente nunca fueron expuestas por los noticieros ni por la ciencia. Entonces pensé que, afortunadamente, podría haber ocurrido eso: lograron detener la fisión, y el misil estaba siendo preparado para ser lanzado al espacio exterior. El temblor que había sacudido el Centro de Investigaciones pudo haber sido natural. Quizá no todo era tan grave como yo presentía. El misil sería lanzado y lograría impactar contra su objeto, y entonces el coronel se comunicaría conmigo para decirme que ya podía retirarme del Centro de Investigaciones. Habían pasado ya dos días desde que el misil fue llevado hacia Estocolmo.


Hercólubus, el destructorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora