E R I N N E R U N G E N

125 20 22
                                    

Habían transcurrido si acaso más allá de veinte minutos desde que la pesadilla comenzó. Violada en el sofá de mi casa con Oliver y esa puta cámara de vídeo como testigos. Por si no fuera poco él lo estaba disfrutando incluso más que Riedel que parecía estar bastante animado de ver cómo acababan con mis pocas ganas de vivir. Qué par de enfermos los dos. Satanás los tenga a fuego lento cuando mueran.

Till se aferraba cada vez más a mis caderas mientras penetraba ese húmedo y estrecho orificio, gruñía del placer, como para joderme, y me enterraba las uñas sin cuidado alguno. Me rasguñaba en grandes tramos. Seguro que ya estaba llegando a su fin, pues su agitada voz y sus movimientos me lo decían todo. Pero de pronto se detuvo por unos segundos; y todo para estirar su mano a arrancar el pedazo de cinta que se encontraba adherido a mis labios, no mentiré, se llevó consigo un par de vellitos faciales, lo cuál me ardió como el carajo. Se acercó a mi oído y mencionó algo que jamás olvidaré:

       

—Quiero escucharte gemir cuando me venga dentro de ti, puta. —

Mis ojos se abrieron como platos al escucharle y acto seguido comencé a gritar desenfrenadamente.

       

—¡No! ¡No, por favor, ya basta! ¡TILL LINDEMANN TE ORDENO QUE PARES! — grité y grité, una y otra vez pero el hombre hizo oídos sordos. Él siguió penetrándome hasta el fondo, cada vez más profundo y más rápido. Su pene se contraía ya listo para expulsar el líquido dentro de mi. —¡ALÉJATE DE MI! — fue lo último que alcancé a pronunciar antes de esconder mi rostro entre los cojines; me encontraba llorando sin poder salvarme de la humillación.

       

—¡A-Aaghh! Jaaa! — de nuevo ese asqueroso acento alemán que tenía a la hora del sexo. Fue inevitable. Al par de contracciones Lindemann había eyaculado en mi interior por completo. Gruñía mientras sus caderas daban las últimas estocadas y finalmente todo acabó. Ese miembro salió de mi interior y tras de él, el semen que se escurría por mi entrada y caía gota a gota hacia el sofá.

Jódete, Till, jódete por todo el daño que me has causado. Jódete porque has arruinado mi vida, jódete porque existes. Jódanse todos.

       

—Que buena yegua he montado, aún tiene aguante. — me propinó una nalgada fuerte. —¿Lo tienes todo, cierto? — se dirigió a Oli quien asentía en respuesta. —Excelente. Aunque a decir verdad, me hubiese gustado terminar en tu boca y verte tragar toda mi leche. Es una lástima, qué desperdicio. — mostró una cara de inconformidad y se largó al baño poco después, de seguro a orinar como siempre.

       

Oliver por lo pronto se encargaba de revisar el vídeo pero logré notar como me lanzaba miradas despistadamente; imagino que no se atrevía a ponerme si quiera una mano encima con mi ex-novio presente, así que aprovecharía el momento de su ausencia para devorarme con la mirada. Repugnante. Y bueno ¿Que qué había sido de mi? Yo permanecía ahí con la mirada perdida y algo de saliva me escurría por la comisura de los labios de tanto haber gritado, no tenía cabeza para nada más.

       

El ausente regresó al cabo de unos minutos y me acomodó de tal manera que me dejara sentada; él, frente a mis narices. Me tambaleaba de lado a lado sin poder mantener el equilibrio. Lindemann con una de sus manos me abofeteó un par de veces para hacerme aterrizar al mundo real.

       

—Hey, hey, pendejita. ¿Has decidido ya regresar a Leipzig conmigo? — me miraba fijamente. Con mis pocas fuerzas yo le negué con la cabeza, lo que a consecuencia lo enfureció.

̶T̶h̶e̶ ̶N̶e̶i̶g̶h̶b̶o̶r̶Where stories live. Discover now