"¿Por qué te fuiste?"

113 12 9
                                    

::::::: Till Lindemann :::::::  

—Por favor, hermano, ya cálmate — me dijo Paul mientras trataba de detenerme. 

Yo ya estaba en un pésimo estado, gritaba, maldecía y golpeaba todo y a todos.

—¡Viejo! ¡Ya basta! Ha pasado bastante tiempo ya... Por favor, ya ¡Cálmate!   — gritó Oliver

—¡No lo puedo creer! Me dejó, Ollie, se burló de mi... — le dije devastado

—Es una mujer — interrumpió amargamente Paul —Todas son iguales, te hubieses quedado con Sophia, ella por lo menos hacía lo que le pedías.

—Pero yo no la amaba. —protesté.

—Y Aleksandra no te amaba a ti.

Esto último me dolió más que cualquier golpe.

—No sabes lo que dices, ella sí me amaba, y estoy seguro de que aún lo hace. 

—¡Ja! — se burlaba Landers —Sí, por supuesto, y por eso te abandonó, te drogó y huyó de ti. Vamos, no seas estúpido Lindemann. ¡Mira Oliver! Pásame otra cerveza que ya estoy harto de los lloriqueos de este maricón.

—Eres un desgraciado, Paul, —le dije mientras trataba de controlar las lágrimas, estaba muerto en vida, no podía reer que la única persona a la que había amado, por la cuál llegué a matar, se había ido ya hacia varios meses atrás, no podía con la idea de que ya no estaba a mi lado. 

Cierto... Yo había sido un patán pero no todo había sido mi culpa, ella también había husmeado donde no debía, también tenía la culpa. ¿Y qué hizo? Huir de la responsabilidad, yo no podía dejar las cosas así, tenía que hacer algo. Esto no se quedaría así.

—¡Hey! Tierra llamando a Till, ¿Me escuchas? — rió burlonamente Landers, era un completo idiota, su humor negro era bastante desagradable a veces.

—Ya basta.

—Vamos, amigo, encontrarás a alguien mejor... — hizo una breve pausa —¡Ja! Sólo bromeo, tú nunca encontrarás a una buena mujer como lo era Aleksandra, es lo que te mereces por ser un hijo de perra como yo, —y me palmeó suavemente la espalda.

—Ya déjalo — dijo Oliver desde su lugar, había estado muy callado durante toda la platica. 

—Tiene razón, pero ciertamente esto no se puede quedar así, nadie se burla de Lindemann... Nadie.

—Owh mírenlo, qué tierno, date por vencido. Nunca la encontrarás, ya tiene bastante tiempo que se fue, resígnate, la bestia no era tan invencible como parecía. — concluyó Paul, mientras sorbía el último trago de su cerveza, se levantaba de su silla y se marchaba. 

Creo que uno de mis más grandes rencores era que Paul tenía razón. Una mujer me había ganado, una mujer había vencido al demonio.

—Till...

—No estoy de humor, Oliver.

—Yo sé dónde está Aleksandra.

Aquello me hizo levantarme de golpe.

—¿Qué dijiste?

—Yo sé dónde vive... Conozco a su vecina, me acosté con ella algunas veces, la verdad fue muy fácil encontrarla, no es muy lista, vive en Berlín.

—Te escucho.

Oliver me contó todo lo que había descubierto, en donde trabajaba ella, a qué hora salía y llegaba, con quiénes se conocía y lo más importante, y lo que más me dolió; quién era su amante. Sí, su amante, porque ella era mía, mía y de nadie más.

̶T̶h̶e̶ ̶N̶e̶i̶g̶h̶b̶o̶r̶Where stories live. Discover now