Die Rückkehr.

74 10 7
                                    

Pasaron un par de meses y yo no tenía noticias de nadie, ni de Andy, ni de Christoph; nada había cambiado desde mi llegada a excepción de mi enorme apetito y el desarrollo de gustos extraños como añadir ketchup a las palomitas de maíz o mezclar papas fritas con helado. Cada vez me sentía más cansada de lo normal.

—Maldita sea... —susurré antes de hincarme a regurgitar en el excusado. Por suerte Lindemann había estado ausente por unos negocios pero me dejó encargada con una señora para que me vigilara. 

De inmediato tocaron a mi puerta.

—Señora Schultz, ¿Se encuentra usted bien? — preguntó preocupada la mucama.

—Sí, sí, ¡Debió ser algo caducado! —le respondí. La verdad es que estaba alarmada por tal señal obvia de que algo pasaba conmigo. Me acaricié el vientre unos momentos, ¿Será qué...?

No dudé ni dos veces en llamar a Eloísa para encargarle la misión más importante de mi vida. Ella atendió de inmediato y en la siguiente hora me situaba en el mismo baño con un plástico que definiría mi futuro, tan solo debía esperar unos cuántos minutos para averiguarlo. 

Minutos que se me hicieron eternos hasta que por fin la respuesta estaba frente a mi. 

Estaba aterrada. Con mis ojos cerrados, respiré profundamente y la tomé entre mis manos.

—No puede ser... No puede ser, ¡No puede ser! — pegué un brinco y salí corriendo disparada hacia mi habitación donde caí de rodillas ante tal emoción. 

Estaba esperando un hijo de mi amado. ¡Un hijo!

—¿Qué es todo ese escándalo? —escuché a lo lejos esa voz estruendosa que me hizo reaccionar de inmediato, él estaba de vuelta en casa y no tardó mucho en adentrarse a buscarme. 

—T-Till... —tragué saliva —No es nada, s-solo cuentas por pagar... — traté de esconder despistadamente la prueba debajo de la cama pretendiendo que nada pasaba. —Llegaste antes, no te esperaba. 

El hombre me dio una mirada como muy extrañado.

—¿Algún pensamiento que desees expresar, Schultz? — cuestionó desabotonándose algunos de los botones de su camisa blanca para acto siguiente aflojar un poco de su corbata. 

—Ninguno que quisiera expresar. — contesté indiferente.

—Tus ojos dicen otra cosa. — comenzó tranquilamente. —Tus ojos tienen un brillo diferente, sin mencionar que Eloísa me ha contado de tu extraño comportamiento y las cosas que comes, —me dijo tomándome de la barbilla con una dulzura inusual, haciendo que nuestros ojos se encontraran por unos segundos. —¿No será que...?

—No, Lindemann, —le interrumpí y desvié la mirada. —Seguramente es la ansiedad que me provoca estar en este lugar después de tanto tiempo de no haber estado aquí... Los recuerdos que me trae y el estar aquí constantemente bajo la mirada de toda esa gente me enferma. 

—Por favor, Aleksandra... Todo es por tu bien, estoy haciendo mi mayor esfuerzo.

—Vaya que sí, —dije irónicamente, en sus ojos se tornó una expresión de furia y dolor. Yo me disponía a salir cuando me tomó violentamente por el brazo. 

—No colmes mi paciencia, Schultz. 

Me dediqué unos segundos a mirarlo en silencio y me solté sin más para dejarlo en la habitación. 

Los días pasaron y mis síntomas se agravaron, pero no precisamente por el embarazo. En la cabeza tenía mil ideas que me estaban volviendo loca.

¿Qué iba a hacer ahora? Tendría un niño inocente viviendo con ese monstruo, ¿De verdad era hijo de mi amado, de Christoph? ¿Y si en verdad Till era el padre? Estaba muy confundida y el estar completamente sola no ayudaba mucho. 

—Eloísa.. — dijo Till mientras estábamos en la mesa y me tomaba de los hombros. —De ahora en adelante le servirás a esta mujercita doble ración, no me gustaría que mi primogénito pasara hambre.

—¿De qué estás hablando? —le dije tratando de guardar la calma, fingiendo demencia. 

—Ah, ¿no sabes? — me dijo sonriendo. —¿Entonces qué es esto? —concluyó mientras posaba el pequeño utensilio de plástico frente a mis ojos. 

Me quedé en shock, había cometido un grave error y no había como solucionarlo. No fui consciente de que ya no se trataba solo de mi, otra vida dependía enteramente de mis acciones.

—Y bien, ¿Cuándo pensabas decirme? — preguntó Lindemann en un tono extrañamente amable.

Yo sólo suspiré, me levanté lentamente y salí al balcón, necesitaba aire fresco para tratar de aclarar mi mente, para saber si todo aquello de verdad estaba pasando o era otra pesadilla. 

¿Qué pasaría con nosotros ahora? 

̶T̶h̶e̶ ̶N̶e̶i̶g̶h̶b̶o̶r̶Where stories live. Discover now