Hogar, dulce hogar.

129 14 10
                                    

—Sí, querida, ya llegamos —se hizo escuchar en la gran casa donde el amor de mi vida se encontraba tirado en el suelo, casi desmayado, tan débil. El pobre luchaba para no desmayarse, el golpe que le propinó Lindemann lo tenía así. Yo estaba confelada, muda, no sabía que hacer, no quería que algo le pasara. —Vaya — continuó Till —no fuiste muy lista al escapar... — concluyó con una pequeña carcajada.

—Eres... ¡Eres un imbécil! — dijo Christoph con mucha dificultad e ira a la vez.

—Será mejor que guardes silencio o te haré callar por siempre — y dicho esto le dio una gran patada en las costillas que lo terminó de derrumbar.

—¡Déjalo en paz! — fue lo único que pude decir con voz temblorosa, entre cortada, con los ojos llenos de lágrimas. No podía soportar ver más de esa escena, yo amaba demasiado a Doom, no quería por nada del mundo que lo lastimara. —Si le haces algo más juro que te mataré. — dije mirando a Lindemann a los ojos.

—¿Matarme? — dijo con un ligero tono de sorpresa en su voz. —¿Matarme después de todo lo que he hecho por ti? ¿Después de todo lo que te he dado?

—Tú no has hecho más que lastimarme, jamás fuiste un buen novio, un buen esposo. Eres un bueno para nada...

Al terminar la fatal frase que por error brotó de mi boca, Till se puso como loco y comenzó a golpear sin cesar al amor de mi vida. Lo pateaba, lo levantaba y volvía a tirar al suelo cual pedazo de basura. Christoph trataba de defenderse pero era inútil, nadie podía contener la ira de ese hombre.

—¡Basta ya! ¡Lo vas a matar! — grité desesperada, realmente no sabía que cosa hacer así que intenté interponerme entre Lindemann y Schneider, lo cuál sólo provocó que Till se molestara y me apartara con extrema fuerza de su lado. —¡Déjannos en paz! — seguí, —¿Qué demonios es lo que quieres?

—A ti. — me respondió fríamente. —Quiero que regreses a vivir conmigo, que seamos lo que alguna vez fuimos, yo te amo, ¡Te amo! Maldita sea... ¿Qué más pruebas quieres? Vine hasta aquí por ti, no lastimé al gato, te compré muchos regalos en Leipzig, ¡He matado por ti! No sé que es lo que aún no logras comprender Aleksandra...

—Lo que tú no logras comprender — le contesté amargamente —Es que yo no te amo.

—Oh... — exclamó el gran hombre. —Entonces, —dijo mientras pisoteaba el rostro del pobre Doom. —Alguien tendrá que desaparecer en este instante — de uno de sus bolsillos sacó una daga de sus favoritas, se veía bastante puntiaguida, capaz de atravesar a cualquier cosa o a cualquier persona con facilidad. —Si no eres mía... Si no me amas a mi, nadie te amará, no tendrás a nadie...

En ese momento me puse pálida, temblaba peor que una hoja, sabía lo que eso significaba. A mi amado no le quedaba mucho, el monstruo hablaba con mucha calma, su final se acercaba. ¿Qué hacía? ¿Qué otra alternativa tenía?

—¡Espera! — grité finalmente. —No lo lastimes más... Me quieres a mi, pues me tendrás, acepto irme contigo.

—Excelente...

—Pero con una condición.

—Habla.

—Déjalo en paz y permite que lo cure antes de irnos.

—Ah, bien, acepto. — dijo con una sonrisa en el rostro. ¿Acaso estaba contento? —Mientras tanto iré por tus cosas, tienes solamente treinta minutos —y se apartó de ahí para salir por la puerta de la casa.

Christoph se encontraba casi muerto, me acerqué a él y lo arrastré como pude hasta el sofá. Me encaminé rápidamente hacia el botiquín de emergencia situado en una caja blanca de metal clavada en la pared y regresé a ponerme frente a él. A mi averiado corazón le goteaban los auges a cántaros, ni estas medicinas curarían mi dolor.

̶T̶h̶e̶ ̶N̶e̶i̶g̶h̶b̶o̶r̶Where stories live. Discover now