Capítulo 2.

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Su mano rozaba el exitado bulto de Omar, los gruñidos resonaban en el campo pero no importaba nadie podría escucharlos ahí. Ahora tenía que desabotonar la ajustada camisa de Omar, una piel quemada por el ardiente sol y unos músculos que empezaban a marcarse en su abdomen gracias al trabajo duro que hacía en esos campos todos los días quedaron al descubierto, esa vista tan perfecta enloqueció al chico más joven, quien se abalanzó sobre la suave piel de su amante lamiendo y besando cada músculo de su pecho bajando hasta su abdomen, donde se detuvo a saborear con su lengua los músculos de esa área, lamía desesperadamente, ahora tenía al chico que tanto deseaba, sería totalmente de él y eso lo volvía loco, quería tener a Omar dentro de él, disfrutar de toda la sensualidad que desprendía ese chico.

Una vez se sació de lamer el pecho de Omar, se deshizo ágilmente de los pantalones de éste, ahora se apreciaba un bello miembro erecto, plagado de vellos que continuaban hasta sus piernas, el chico volvió a besar a Omar, pero esta vez besaba su pene, que invitaba meter en su boca, cosa que hizo, esta acción provocó que Omar se retorciera de placer y comenzara a mover su cadera suavemente, gemía aún más fuerte; esos gruñidos enloquecían más al chico y lo animaban a seguir con su juego, ahora se detuvo a apreciar esa maravillosa escena con la que tanto había soñado, Omar sería suyo, o más bien al revés. No tenía idea de cómo hacer lo siguiente, pues nunca lo había intentado o visto al menos, pero sus ganas por hacerlo eran fuertes, así que tomó el pene del chico y lo introdujo en su boca de nuevo, era un sabor extraño, lo que él varias veces había escuchado que era el "sabor a hombre", lamía por unos momentos la cabeza atrapándola con su lengua para después introducirlo todo nuevamente en su boca, Omar quería disfrutar también, así que movía sus caderas suavemente para introducir mas profundo su erección en la boca del chico, cuando éste terminó de disfrutar del pene de su compañero comenzó a deshacerse de sus prendas, su piel aún no estaba tan marcada como la de Omar, pero iba por ese camino, tampoco tenía músculos, a los 17 años aún no empiezan a marcarse. Cuando quedó completamente desnudo se puso arriba de Omar adueñándose de su boca y provocando que ambas erecciones se rozaran, para aumentar más el placer ambos comenzaron a mover despacio sus caderas, la fricción era cada vez más excitante, el moreno dejó la boca de Omar para tomar un poco aire mientras este último le dedicaba una sonrisa de satisfacción.

- Oh César, he soñado con esto desde que te conocí... pero no podemos hacerlo, un hombre no puede enamorarse de otro hombre, los hombres no pueden hacer esto entre ellos, Dios nos castigará, nos llevará al infierno...

- No, no, Omar, no es así...

- No podemos César, no podemos..

- ¡No! ¡Noo...!

- César, ¿César? ¿En qué tanto piensas...?

La voz de Omar trajo de vuelta a la realidad a César, quién ahora acultaba su avergonzado rostro.

- ¿Eh?... En nada, nada. Sólo hacía cuentas con el gasto de la semana.

- Ay, chico. No te apures mucho por eso, Dios ya verá como ayudarte a ti y a tus padres, por cierto, ¿cómo siguen?

- Aún mal, parece que cada día van empeorando. - ahora los pensamientos de César, eran de sus padres tumbados en una cama, aún con una gran sonrisa en sus rostros.

- Tranquilo chico, se pondrán mejor, ya verás. - sonrió para hacer sentir mejor a su joven amigo - En cuanto al dinero sabes muy bien que cuentas conmigo para cualquier cosa...

- Gracias Omar, muchas gracias te debo ya...

- Es con gusto, mejor dime, ¿entrarás a la escuela por fin este año?

- No sé, con todo esto creo...

- Deberías hacerlo, es la mejor manera en que puedes ayudar a tus padres, además eres muy listo, aprovecha eso, ve a estudiar, saca una carrera para que tú y tus padres se libren de esta maldita pobreza.

- Tienes razón, Omar. Creo que es lo mejor, seguiré echándole muchas ganas, gracias. - sonrió.

Su amigo le correspondió la sonrisa, a pesar de que Omar era mayor, era el mejor amigo de César, siempre lo había apoyado a él y a su familia, hasta los había ayudado con algunos gastos de su casa a pesar de que tenía que ocuparse de sus otros hermanos.

César despidió a su amigo, y se dirigió a su humilde cabaña que era la más alejada del pueblo, estaba muy cansado, sólo quería llegar, acostarse y tomar un baño, las fantasías con su amigo habían hecho que mojara sus pantalones.

Antes de abrir la puerta un fuerte sollozo lo hizo detenerse.

- ¿Mamá?

Seguramente le dolía alguno de sus gastados huesos, tenía que sobarle ese hueso con esa pomada especial de nuevo, así que se resignó a su descanso y decidió entrar.

- ¡MAMÁ!

Incesantes lágrimas empezaron a caer de los pequeños ojos de César, no daba crédito a lo que miraba, los cuerpos fríos y sin vida de sus padres yacían en la sucia y única cama de esa humilde cabaña, ambos cuerpos estaban tomados de la mano y en su rostro ya no había cansancio, ya no habría ninguna expresión.

Murieron juntos, al mismo tiempo, como siempre había sido en vida ninguno abandonaría al otro, nisiquiera en la muerte. Sus cansados cuerpos necesitaban descanso, un descanso que solo sería posible muriendo.

A un lado de sus cuerpos estaba otra pareja de viejos lamentándose, una pobre y débil viejita lloraba amargamente, seguramente estuvieron con ellos en sus últimos respiros.

César lleno de dolor se arrodilló sobre el cuerpo frío de su madre y tomó su mano apretándola entre las suyas.

- Papá... Mamá...sollozo... Mamá, ya todo acabó...sollozo... se acabó, nunca más volverán...sollozo... a sufrir de esta miserable vida...sollozo... nunca...

No había mas palabras, no había nada mas que decir, así que se levanto y se inclinó para darle un ultimo y cálido beso a la arrugada frente de su madre.

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