Capítulo 17

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Un bello y cálido día, como no había desde hace mucho tiempo; la brisa refrescaba los rostros de los transeúntes, regalándoles algo de frescura, ya era tiempo. Pero este pequeño detalle no complacía a César quien apresurado caminaba por las calles buscando alguna señal de Pedro. Creía que estaría en casa, sano y salvo, como siempre, él sabía cuidarse perfectamente solo, sin ayuda de nadie. Pero esa noche, esa maldita noche, en la que sus deseos pudieron más que su razón se había perdido.

Ahora que tenía más conciencia de las calles por las que caminaba trataba de dar con el lugar de la fiesta de la noche anterior, con muchísima dificultad pudo encontrarlo, pero como lo venía temiendo desde hace mucho tiempo el lugar estaba cerrado, sin ningún ruido o luz que recordara a las cosas que pasaron dentro.

Se escandalizó aún más, ese era el único lugar probable en el que podría estar Pedro, así que no se le ocurría ningún otro lugar para buscar, Pedro no tenía amigos, al menos que el conociera. Lo que dejaba a César más preocupado. Y sobre todo asustado por el deber que sentía tenía con la madre de su amigo. Ella le había brindado su hogar, sin ningún interés, y ¿qué había hecho él? Había abandonado a su único hijo y dejar que se perdiera.

De pronto, y llegando como una revelación del cielo, se le ocurrió pedirle ayuda a Esteban, claro, la solución estaba ahí. Tal vez Pedro y Esteban no se llevaran bien, y para el último no fuera demasiado simpático tener que buscar a un chavito que no le agradaba en absoluto, sin embargo, era la única forma, no tenía a nadie más que recurrir, a excepción de Omar, pero sería mejor dejarlo a él como recurso final.

Sin esperar más, salió en busca de Esteban, mas nunca pensó que sería éste quien lo encontraría a él. César estaba buscándolo de forma desesperada, pero no podía encontrar su edificio, en medio de aquel mar de edificios, que parecían ser todos iguales. Rendido se sentó en una banca a sufrir en silencio, lamentando su torpeza, cuando Esteba, que pasaba por ahí, por una gran casualidad el destino, lo vio y se acercó a el.

—Parece que estamos destinados a encontrarnos en los lugares más inesperados —saludó.

—¡Esteban! —César se levantó y lanzó a los brazos de Esteban, era el hombre que venía a salvarlo.

—¿Y esto a qué se debe? —Preguntó luego de que César lo soltara— Nunca habías estado tan alegre de verme.

—Algo horrible ha pasado Esteban... Pedro... Pedro...

—¿Tu amiguito? ¿Qué pasó con él?

—Está perdido, Esteban. Desde anoche, cuando fuimos a tu casa lo dejé solo, y no regresó a casa. Esta mañana su madre me preguntó por él y yo... Lo he buscado toda la mañana pero no sé dónde buscar, dónde puede estar, no sé qué hacer. Ayúdame, por favor.

—Oye, tranquilo —respondió Esteban como si el asunto tuviera una gracia que César no había podido encontrar —. Quizá no esté perdido, quizá se haya ido con alguien, a pasar un buen rato. Así como tú y yo anoche —Esteban sonrió complacido.

—No, Pedro no es así. El jamás se atrevería a hacer algo como eso, lo conozco. Él nunca ha pasado una noche fuera de su casa.

—Pues está sería la primera vez. Estas haciendo todo un drama, el chico debe de estar por ahí. Lleva sólo unas horas sin ir a casa, seguro que todo este tiempo que estuviste buscándolo llegó a su casa, o probablemente llegué en la tarde, tranquilo —Esteban le sonrío al chico, había una seguridad impresionante en su voz, que le regaló algo de calma, se sintió mejor. —Ahora dime, ¿has comido? ¿Quieres ir a casa?

César asintió, estaba más tranquilo. Pedro le importaba mucho, y aunque habían pasado tiempo sin estar juntos, al menos sabía donde estaba y que se encontraba bien. Ahora seguro que estaría por ahí, quizá había llegado muy tarde y había vuelto a irse muy temprano, sabía cuidarse perfectamente.

Ambos se levantaron y comenzaron a caminar, un hecho sorprendente era que se llevaran tan bien ahora. César no podía negarse a sí mismo que le gustaba estar al lado de Esteban, no sólo porque fuera atractivo, sino porque a su lado se sentía protegido.

Y ahora que lo miraba con cuidado, no había parte de él que no lo cautivara. El pelo ligeramente peinado hacia arriba, una camisa ceñida al cuerpo, que dejaba ver lo perfecto que era éste, al igual que unos ligeros pantalones.

—¿Haz comido algo?

—No, he estado toda la mañana buscando a Pedro.

—Bueno no te preocupes. Ahora que lleguemos a casa, comeremos algo y después podrás seguir buscando a tu amigo —la sonrisa de Esteban lo reconfortaba bastante, de alguna forma sólo mirarlo le aseguraba que todo estaría bien.

Tan sólo unos minutos más tarde llegaron al apartamento de Esteban, era extraño volver, en tan pocos minutos muchas emociones habían pasado por César, la cabeza estaba dándole vueltas.

En efecto, llegaron y comieron, una comida bastante sencilla pues ninguno de los dos sabía mucho del arte de cocinar. Comieron en silencio, en realidad no tenían nada que decirse, parecía que sólo tenían cosas de que hablar cuando los dos sabían que tendrían relaciones, cualquier cosa después de eso no importaba.

—¿Vendrás esta noche? —Esteban rompió el silencio, César se dio cuenta de las intenciones de éste. Lo que le alegró.

—No lo sé. Tú sabes que podría perderme, y no puedo quedarme aquí, tengo que buscar a...

—Sí, sí, tu amiguito. Estará bien, créeme.

—Sí.

—Está bien, te llevaré a donde te encontré y podrás seguir buscando a el chico, cuando anochezca regresarás ahí y yo pasaré por ti ¿qué te parece?

—Sí, me gusta esa idea.

—Bien, entonces termina para dejarte allá. Aunque como te he estado diciendo, seguramente él ya esté en su casa más cómodo que nunca.

—Eso espero.

Ambos regresaron al lugar donde se encontraron, Esteban se despidió con un ademán y César lo vio alejarse. No retomó la búsqueda sino que volvió a casa, con la firme esperanza de que su amigo ya estuviera allí, pero no. Aún no aparecía y la madre estaba desesperada. César trató de calmarla con el mismo argumento de Esteban pero no funcionaba en ella, sin embargo, quedaron en esperar, si no volvía nuevamente al anochecer, retomarían la búsqueda.

No tenían ganas de nada, así que ambos se quedaron en casa, no comieron, no hablaron, sumido cada uno en sus pensamientos, mientras la tarde pasaba. Anochecía, y Pedro no aparecía, César recordó su acuerdo con Esteban y aunque seguía preocupado por su amigo no estaba cómodo con la idea de quedarse frente a la madre bajo su mirada acusadora, no lo decía, pero estaba consciente de que él, César, tenía algo que ver con su desaparición, algo que no quería confesarle.

Por lo que se fue, abandonó la que consideraba su casa hacia su encuentro con Esteban, sabía que era mejor estar con alguien quien desconocía la situación así no le echase en cara nada y podría pensar claramente.

Llegó al lugar acordado. Después de unos minutos su amigo apareció, tan radiante, sonriendo; y tomaron el camino de vuelta a casa de Esteban.

—No estaba.

—¿Qué?

—Pedro.

—¿No estaba en casa?

—No. Y comienzo a asustarme. Ya te había dicho que...

—Sí, sí, que él no es de esa forma —Esteban se desesperaba ante la mención de aquel nombre, era el mejor amigo de César, eso lo entendía, pero entendía también que él, Esteban, no era del agrado del chico. —Despreocúpate por hoy, mañana te ayudaré a buscarlo.

—¿Enserio?

—Claro, pero ahora vamos a casa.

Me VendoWhere stories live. Discover now