One Shots Billdip

sirens 'n' pirates

Dipper tritón, Bill pirata. :0

jonasmini me pidió esto hace como cinco milenios (ahq) y... aquí 'tá uwu

Disfruten 👌🏻💞🍯

De la nada todos los peces huyeron. Se escondieron en las anémonas, en las profundidades o en las rocas. Las sirenas y los tritones se fueron aleteando con rapidez, dejando atrás sus hogares y pertenencias en la metrópoli submarina. Estaban todos aterrados por aquella gran embarcación que surcaba sobre su océano, y que aparte de ello, iba cargada de piratas.

Y no era cualquiera su capitán. Los pocos que se atrevieron a subir a la superficie volvieron a bajar en el momento mismo en el que notaron la tétrica bandera que distinguía a esa tripulación de las demás: un ojo, grande y bien abierto, con una pupila alargada y cuatro pestañas arriba y abajo, sobre un trozo de tela oscuro y negro. Un hombre al mando, moreno y de cabello dorado, con un parche cubriendo su ojo derecho, varias historias por contar como cualquier capitán digno de aquel título, y seguramente muchas más por vivir.

Bill Cipher era un pirata y estaba absolutamente contento con su estatus social. Amaba el mar y estaba seguro de que el sentimiento era recíproco (y qué poco sabía de lo que en realidad pensaban los habitantes acuáticos de él). Amaba viajar en su barco, junto a sus maniacos amigos o tripulación, e ir tomando tesoros de otros capitanes. Amaba descubrir y evitar ser capturado. Había perdido ya la cuenta de los tesoros que había encontrado o robado, pero sabía que suponían una cantidad considerable de monedas de oro y joyas preciosas.

Esta vez, no era un cofre lleno de tesoros lo que buscaba. No directamente. Un comerciante, que además de aquello era dueño de cierto circo en Europa le había prometido grandes recompensas si el famosísimo pirata Bill Cipher lograba capturar una sirena y enviársela viva para ser expuesta a la morbosa mirada de todas las clases sociales, desde viejos ricachones hasta pequeños que se servían un pan a la semana. Repartirían las ganancias del sufrimiento causado al ser mítico y todos saldrían ganando. Claro, todos menos la criatura de las aguas.

Aquella criatura de las aguas podría ser cualquiera. Podía ser que atrapasen a la soberana, al alto mando o a algún civil de minúscula importancia, pero no ese día. No porque esta vez la comunidad submarina había evacuado a tiempo, y no existía nada que les hiciera adentrarse a la zona de peligro mientras había humanos en la superficie.

Bueno... Eso era lo que Dipper creía con firmeza. Dipper era un joven tritón que estaba más que consciente del peligro que implicaba la raza humana sobre la suya, así como todos los demás habitantes del océano, o más bien, una buena parte de ellos. Su melliza Mabel se encontraba camino a su hogar, con toda la velocidad que su cola le permitía, buscando a su mascota rosa a la que tiernamente había llamado Pato.

El castaño chico, a pesar de haber logrado agarrar a su querida hermana del brazo, no fue capaz de evitar que ella siguiera; por el contrario, ahora estaba siendo arrastrado por la impresionante fuerza de la chica que no se detuvo ni un instante para pensar en lo que hacía. Contrario a Mabel, Dipper era poseedor de una fuerza relativamente baja para un tritón, por lo que detenerla era una de las cosas que se encontraban fuera de su alcance, pero esta vez, luchaba con todo lo que tenía incluyendo casi nula fe y confianza, acompañadas de una pizca de polvo de hadas.

—¡Suéltame, Dipper! —le gritó ella dando un giro para intentar zafarse del agarre de su hermano—. ¡Tú no lo entiendes!

—¡Ellos no quieren a Pato, Mabs! —le replicó el otro—. Tú eres quien no lo entiende.

Se detuvieron frente al coral en el que el dichoso Pato solía esconderse. La castaña comenzó a llamarle, restándole importancia a la sombra del navío sobre sus cabezas. A su gemelo la ansiedad le carcomía por dentro, pero imitó a su hermana para buscar a Pato frenéticamente, sabiendo que era la única manera de que Mabel se alejara de la zona de peligro.