Lonely Hearts Night Club.

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La vida de auror nunca había sido sencilla, pero Harry amaba su trabajo y lo hacía con gusto, el papeleo podía ser un tanto insoportable y no poder salir tan seguido con sus amigos por las noches era una desventaja, pero todo se compensaba cuando alguna misión tenía éxito y veía en los rostros de los magos y brujas a los que servía el agradecimiento, como en aquella ocasión que habían secuestrado a un pequeño bebé y él lo había recuperado junto a su equipo, arrestando a tres personas y encerrándolas en Azkaban, o como la vez que algún mago se había estado aprovechando su poder para abusar sexualmente de jovencitas muggles y al final lo había atrapado con el pene dentro de una de ellas —realmente desagradable— y se había asegurado de que no saliera de prisión nunca, lo único que había podido hacer por las víctimas había sido aplicarles un obliviate y curar sus heridas.

A lo largo de los tres años que llevaba laborando como auror, había aprendido que, lo peor que había en el mundo mágico no era un señor tenebroso amenazando con conquistar a los muggles, que habían un montón de aberraciones más capaces de competir con aquella locura que había significado la batalla de Hogwarts. Sin embargo, Potter ya se sabía curtido, había visto a sus jóvenes veinte años más cosas que cualquier chico de su edad y aquello estaba bien, porque su oficio lo requería, siendo uno de los aurores más jóvenes del ministerio, uno que ni si quiera había pisado la academia por su habilidad innata y porque el ministro no lo había creído necesario.

Potter apenas y se había tomado un par de semanas de descanso después de la batalla antes de unirse a la nueva brigada de aurores dispuesta para ayudar con el desastre que la guerra había dejado, había pasado el primer año al servicio del ministerio ayudando a encontrar personas perdidas, organizando brigadas de ayuda que brindaban alimentos, bebida y refugio a los más afectados, ayudando a levantar casas destrozadas y localizando a los mortífagos que se habían dado a la fuga tras la muerte de Voldemort. Cuando las secuelas de la guerra por fin se desvanecieron, Harry se mantuvo ocupado rompiendo maldiciones, atrapando magos que hacían mal uso de su magia, limpiando desde dentro el ministerio para que éste se mantuviera puro y pulcro aún si otro loco como Voldemort llegaba.

No podía decir que todo fue pacífico y tranquilo; los ladrones, los traficantes y los secuestradores se encontraban al orden del día, pero Harry James Potter siempre estaba dispuesto a patearles el culo y mandarlos directo a prisión, sin compasión. Por qué Harry podía ser joven y algo torpe, pero no inexperto, él sabía tratar con los malos mejor que nadie, había demostrado tener una capacidad asombrosa para combatir las artes oscuras, para defenderse mágica y físicamente, al mero estilo muggle y aquel era el encanto de Potter, no había otro auror como él y aquello le había conseguido el favoritismo de su jefe y el del ministro Kingsley Shacklebolt para ocupar el puesto de jefe de aurores, uno que ocuparía nada más juntar más experiencia.

Si, Harry tenía la vida que siempre había soñado, con su trabajo ideal, la casa que Sirius le había dejado completamente remodelada y libre de viejos retratos que gritaban nada más entrabas, una novia hermosa y maravillosa a la que no había hecho esperar más y había recuperado nada más Voldemort había caído, tenía oro, más del que le gustaba gastar en realidad, tenía el respeto y el cariño de la gente, era joven, guapo —o al menos eso decía siempre Corazón de Bruja— poderoso y tenía el mundo a sus pies, sí, todo era perfecto para él.

Harry se reclinó en el asiento de su cubículo, con los ojos ligeramente irritados, el papeleo de aquella tarde había sido especialmente aburrido pero por fin era hora de su ronda y no había deseado nada más desde que había llegado al ministerio, que estirar las piernas y atrapar a algún malhechor que hubiera decidido hacer de las suyas frente a sus narices. Miró el portarretratos a de derecha, donde descansaba una fotografía de él, Ron y Hermione durante su época en Hogwarts, más jóvenes y muy sonrientes, a su lado, había una fotografía más, una de él y Ginny en la fiesta de cumpleaños que los Weasley le habían organizado un año antes, ambos sonrientes y enamorados. Sonrió hacia ambas fotografías mágicas y apuró su café antes de ponerse de pie, tomar su túnica y salir de su oficina.

Lonely Hearts Night Club.Where stories live. Discover now