34. ROBAMARIDOS

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Cayetana entró sigilosamente en el despacho de José Antonio, desde su última conversación tras el desfile apenas había cruzado palabra y realmente estaba temerosa ante las palabras que él había usado.

Cayetana: vengo en son de paz...

José Antonio: no tienes que venir en ese plan, somos aliados no enemigos-respiró-las cosas no van bien en la empresa y por encima Samuel se está dispersando gracias a tu hija, con lo cual te necesito.

Cayetana: haremos las cosas como tú digas con Irina-él levantó la ceja-si quieres tener a tu hijo centrado es mejor que le dejes estar con Andrea, detrás de un gran hombre siempre hay una mujer... yo creo que...

José Antonio: ya vale, hablé con David para que empezara con lo que tengo en mente con respecto a Irina-la cortó-acepto lo que pides, al fin y al cabo son tus hijas-ella sonrió.

Cayetana: gracias por entenderlo cariño.

Cayetana salió del despacho de su marido, él soltó una respiración fuerte y ladeó la cabeza, a su vez cogió su móvil y marcó un número de teléfono, se quedó esperando a ser contestado.

José Antonio: necesito tu ayuda... Tienes que hacer algo con Andrea

Patricia: ¡Suegro!-sonrió-me sorprende tu llamada.

José Antonio: déjate de tonterías ¿quieres? Necesito que te encargues de Andrea, no con tonterías, necesito algo grande ¿podrás?

Patricia: tranquilo, ya tengo algo en mente-sonrió.

José Antonio: mi mujer no puede enterarse ¿estamos? Esto queda entre tú y yo, necesito a Andrea fuera de la vida de mi hijo, procura que sea algo efectivo y si lo fallas lo vuelves a intentar.

Patricia: será como tú digas-sonrió.

Irina se levantó como de costumbre para ir a la empresa a trabajar, pero aquella mañana tenía algo distinto a las demás y es que su hermana no estaba con ella para revolver su día a día, la echaba de menos, le había enviado un mensaje de que se encontraba bien y con Samuel pero ni siquiera tenía su dirección.

Se sentó frente a su tocador para comenzar a maquillarse para irse a la empresa y encontró en él una pequeña rosa roja, ella abrió los ojos con sorpresa ¿en qué momento le habrían dejado esa flor? Sonrió al pensar en la posibilidad de quien había sido, olió la flor con ternura y la dejó en un pequeño tarro que tenía en su tocador.

Bajó contenta a la sala, reconocía que aquel detalle de Flavio le había despertado la moral que tenía por los suelos, salió de su casa en dirección a su coche cuando lo vio a lo lejos regando las plantas, él la vio con una sonrisa esperanzado de ver un mismo gesto de ella y lo que consiguió fue maravilloso, ella se sonrojó ligeramente y le dedicó una dulce mirada acompañada de una sonrisa y se subió al coche para irse a la empresa.

Sus brazos la tenían completamente aprisionada incapaz de poderse mover de su tierna posición, para que mentir, le encantaba la sensación de tener a Samuel apretando su cuerpo con su musculatura, suspiró tan fuerte que logró que él se despertase.

Samuel: buenos días-besó su mejilla.

Andrea: ¿Qué tal dormiste?

Samuel: de maravilla-ella se giró y sus ojos se encontraron-¿mejor?

Andrea: mucho mejor-sonrió-aunque, voy estar mejor cuando de nuevo esté trabajando...

Samuel: ¿Qué vas hacer si tu padre no te quiere en la empresa?

DESTINO O CASUALIDADWhere stories live. Discover now