Capítulo 4

42 24 15
                                    


Tengo que admitir que Noa y mi madre me han ayudado mucho con la sorpresa que quiero darle a Eleanor para mañana, pero la tenía que dejar ya, se me estaba haciendo tarde, había quedado con las chicas en quince minutos y yo todavía estaba en mi casa.

-Hasta luego mamá. Adiós Jorge.

-Adiós cariño, que vaya todo bien.

-Gracias.

Jorge es mi hermano pequeño, tiene once años, una de las peores edades, pero es mi hermano y lo quiero, no voy a dejar de quererle aunque haya veces que no lo pueda aguantar.

¡Por fin había llegado! Y justo eran las seis, no estaban ninguna de las dos chicas. Eleanor salió a los pocos minutos y me acerqué a ella para saludarla.

-¡Eh! Cuidado con nuestra monitora.-se acercó a mí uno de los niños del grupo de mi amiga.-¿Qué vas a hacer con ella?

-Nada tranquilo.

-Entonces ... ¿por qué estás aquí?

-¿Eres algún amiguito suyo?-me preguntó una niña esta vez.

-Estoy aquí porque he quedado con vuestra monitora para ir a dar una vuelta y sí, soy un amigo suyo. Por ahora.

-Venga chicos, dejar pasar a Andrew.

Los niños se apartaron y me dejaron acercarme a ella. Aunque su cara de cansada era muy notable, estaba feliz, todos los viernes salía agotada después de pasar una hora con esos niños, de once o doce años pero a ella le encantaba acabar cansada por esas razones. Poco a poco los padres de los niños fueron llegando y se llegaron a esos trastos a casa, para que allí pudieran descansar de toda la semana vivida.

-¿Y Noa?

-Pues como siempre, llegando tarde, y por lo que veo también falta Vanesa.

Al decir eso las vi venir, casi corriendo hasta donde nos encontrábamos Andrew y yo.

-Ya estamos aquí.-los dos oímos la voz de Noa al llegar donde estábamos nosotros.-Bueno, ¿a dónde vamos?

-A mí el centro me parece una buena opción.

Estábamos en la segunda mitad de octubre, por lo que el tiempo todavía no era muy frío, pero había que ir con algo de abrigo, por eso ahora Eleanor llegaba una chaqueta azul debajo de su cazadora.

-Eleanor.-le llamó la atención su amiga.

-Un día tienes que salir a hacer fotos, ya solo haces en las clases de fotografía.

Es verdad, otra de las cosas en las que Eleanor ocupa su tiempo es en la fotografía, en sus dos años de instituto fue a un curso de fotografía y ahora sigue yendo, en otro sitio, pero lo más importante, con el mismo profesor. Me había enseñado alguna de sus mejores fotos y he de admitir que son bastante buenas, se puede admirar que ha tenido un buen profesor que le ha enseñado muchas cosas para ponerlas en práctica.

-Es verdad, el domingo ... el domingo podemos salir a hacer fotos, todavía no hace demasiado frío como para necesitar muchas capas de ropa, ¿os parece?

-Sí, a mí me parece bien, este fin de semana no tengo mucho que estudiar, lo puedo hacer todo mañana y así tener el domingo libre.

-Yo también, me parece estupendo, quiero ver cómo controlas la cámara.

-Pues yo no puedo, tengo que ir al pueblo.-agregó Vanesa algo triste.

-No te preocupes, otro día será.

La tarde la pasamos en el centro, paseando, parándonos a ver todo aquello que nos sorprendía, y como petición de Eleanor, sentándonos a comer. La tarde había pasado volando y ahora me encontraba en su portal, sin querer despedirme de ella.

-Eleanor.

-Dime.

-Me gustaría ... que ... mañana hiciéramos un picnic, en el parque que hay en nuestro barrio, vivo justo enfrente, y no te preocupes, yo me encargo de todo, bueno, la verdad es que ya lo tengo casi todo preparado, solo me falta que me digas si quieres venir.

Cuando dije todo eso, casi no pude mirarla a la cara, estaba demasiado nervioso, y para cuando levanté la vista, los ojos oscuros de Eleanor me estaban mirando, y se estaban riendo, y cuando dejando de reír, me sonrieron para por último, asentir.

-Claro que quiero ir, me encantaría.

Entonces esta vez fue ella la que se acercó a mí para darme un beso en la mejilla.

-Hasta mañana Andrew.

-Hasta mañana Eleanor.

Me fui hasta mi casa con una sonrisa bastante notable en mi cara, todos lo notaron, pero yo solo quería estar en mi cuarto leyendo lo que Eleanor escogió para mí, aunque solo llegué a leer dos poemas porque me quedé dormido, me pude dar cuenta de que sin casi conocerme, Eleanor había acertado con aquel libro.

Todo sucede por una razónWhere stories live. Discover now